La Federación por y para todas

La Federación por y para todas
Fecha de publicación: 
23 Agosto 2020
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Cuando Miriam llegó a sus filas, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) «tenía apenas unos añitos de creada y a ella, la verdad, le cambió la vida». Así me lo cuenta su hijo, quien asegura que si hoy no «ayuda» a su esposa en la crianza de los hijos y las tareas del hogar, sino comparte con ella la vida, se lo debe a esa «madre federada casi mambisa que me tocó. Mi abuelo decía que entre la alfabetización y la FMC le cambiaron a su única hija hembra, pero hasta ese, que era un guajiro machista, tuvo que entrar por el aro».

Miriam escucha nuestra conversación y se ríe. Es la abuela de una de mis amiguitas de la infancia y asegura que, en sus setenta y algo, nunca hizo nada extraordinario, solo lo que le tocaba. Afirma que estas muchachas de ahora tienen mucho más trabajo que ella, porque con eso de los teléfonos y las conexiones la gente anda muy confundida. 

Habla bajo, poco; sonríe sin esfuerzo; cuenta historias sueltas: de sus alumnos en las lomas de Oriente, de cuando se le plantó al marido porque quería ser más comunista que ella y no la dejaba ir a la caña, de la muchachita que le regaló el segundo vestido que cosió por el método Ana Betancourt, porque el primero lo cambió por una cafeterita y estaba feliz de al fin ser dueña de algo.

No quiere saber de entrevistas, no cree que las merezca. Me cuenta cosas porque yo podría ser su nieta, no porque sea periodista, y me las cuenta —explica— no para que las publique, sino «para que se sepa y nunca se olvide lo que hicieron tres personas principalmente por las mujeres cubanas: Fidel Castro, Celia Sánchez y Vilma Espín. Ahora ustedes tienen que seguir, miren a ver qué van a hacer» —me reta, prácticamente.

Y en eso estamos, Miriam —le comento—. Tenemos realmente bastante por hacer, quisiéramos que la Federación fuera la misma de su época… Quizás nunca debí pronunciar esa frase, o quizás fue lo mejor que hice: resultó como un disparo de arrancada para la nuera de Miriam, que soltó la computadora donde dibujaba gráficos y tablas:

«Tú disculpa que yo me meta, pero la FMC es la misma. Yo fui trabajadora social de mi bloque y nosotras dábamos charlas; íbamos a las escuelas; tratábamos temas del embarazo en la adolescencia, el aborto, la violencia doméstica; les conseguimos trabajo a algunas mujeres que vivían dependiendo de sus esposos o haciendo otras cosas; nosotras estábamos en todo. Yo creo que sí hay que actualizar métodos y enfocarnos más en las necesidades de hoy. Ya no bastan los cursos de corte y costura de la época de mi suegra, siempre habrá que actualizar cosas, pero mucha gente se ha hecho una idea de la Federación como algo que no funciona y eso es injusto. Habrá lugares donde estén todavía en el año 70, pero la Federación somos nosotras, las mujeres, que podemos y tenemos que acercarnos a la organización y dinamizarla, aprovechar la historia que tiene acumulada y plantearnos nuevos retos, porque aquí nada se hace solo».

Cuando la Federación de Mujeres Cubanas llega a sus 60 años, no se me ocurre un mejor lugar para retroalimentarme y oxigenarme a mí, mujer, cubana, federada, que la casa de Miriam. Sin embargo, sé que falta mucho para construir hogares así, libres del dominio patriarcal, donde no haya espacio ni para violencia simbólica, donde ningún logro sea suficiente en materia de equidad mientras la balanza no esté ciertamente equilibrada y así, multiplicando la justicia, podamos construir una sociedad mejor cada día.

Para estar a la altura de los tres nombres que inspiraron a Miriam: Fidel, Celia y Vilma, de esos seres humanos que pusieron el pellejo por todos y todas; para ganar en otro impulso de aquel tamaño y desarrollar el cuerpo legal que necesitamos, los espacios que merecemos, hay un solo camino: hacer más Revolución y más socialismo, porque el capitalismo y el feminismo son antagónicos en tanto lo son el capitalismo y la equidad.

Las mujeres cubanas tenemos que unirnos, en campañas, iniciativas populares; reunirnos por edades, por gremios, por regiones, hasta por maneras de entender este o aquel presupuesto, pero siempre en la conciencia de lo que somos y lo que queremos, sin permitir que nos fracturen, sin excluir a nadie, tampoco al Estado, acercándonos cada vez más a él como aliado y cómplice, a la Revolución como el primer espejo en que nos miramos y vimos todo lo que podíamos ser y hacer y que no ha renunciado jamás a ese compromiso: «Trabajamos seriamente para resolver deudas de siglos que solo la Revolución en el poder ha enfrentado con indiscutibles progresos», afirmó el presidente Miguel Díaz-Canel hace apenas unos meses.

Ser mujer en la Cuba de hoy no es todo lo que soñamos, pero decir que la Doctora Belinda es mujer y va en la primera línea de los avances en el candidato vacunal cubano aprobado contra la Covid-19, que la Contralora General de la República es una mujer o que mi amiga Heidi dirige una brigada de construcción toda de hombres, no es conformarnos ni justificar lo que nos falta: es tomar más fuerzas para salir a conquistarlo. Recordar hoy y todos los días la obra de la Federación de Mujeres Cubanas, sus luchas y conquistas, no es anclarnos a una fórmula o al pasado: es enarbolar una verdad, felicitarnos (que también se vale) y reconocer a la FMC como una fortaleza del presente, con fuertes muros de historia y tradición, que nos esperan a las mujeres cubanas de estos tiempos para seguirlos defendiendo. (Y a los hombres también, codo con codo).

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