EDITORIAL: El legado del Che
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¿Qué posición hubiera tomado el Che si viviera en esta etapa compleja y demandante de la Revolución? Algunos han hecho notar posibles discrepancias entre el pensamiento del internacionalista argentino y la práctica del proceso al que consagró buena parte de sus esfuerzos y aspiraciones.
Se ignoran los principios más elementales de la dialéctica.
El pensamiento y la propia ejecutoria de Ernesto Guevara hay que entenderlos en relación directa con su contexto, con su momento. Son otras las circunstancias. Otra época. Pero algo sí queda claro: el Che hubiera actuado con la honradez y la coherencia que impone un ideal, y desde la ética que presupone.
Partiría también de una conciencia de la utilidad del servicio público. Y apostaría por el debate fecundo, imprescindible en la construcción de un socialismo emancipador.
Algunos enarbolan la imagen del Che como blasón de la utopía eterna. O del sueño inalcanzable. O de la rebeldía sin causa. Ciertamente, el Che encaja en la idea, a veces trasnochada, del héroe romántico. Pero siempre fue un hombre con los pies en la tierra. Y estaba convencido de que no araba en el mar. Ernesto Guevara tenía un proyecto.
Podría debatirse (y se debate) sobre las potencialidades de concreción de ese proyecto. La Revolución Cubana fue, de hecho, materialización de muchas de esas ideas. Fue laboratorio. Y el propio Che estaba convencido de la complejidad de muchos de esos empeños. Asumir que su partida de Cuba obedeció al fracaso de su visión implica reducir el alcance de su proyección política.
El Che era un internacionalista. Y estaba convencido de la necesidad de internacionalizar la Revolución. Se afianzó en el concepto del hombre nuevo, que implicaba necesariamente una renovación raigal de la sociedad. Entendió que el camino factible era la lucha armada. Otros (compartiendo buena parte de sus ideales) defendieron (y defienden) otras alternativas. Pero considerar al Che un aventurero es, por lo menos, muestra de ingenuidad.
El principal legado de Ernesto Guevara, más allá de la vigencia de su patrimonio intelectual, es su apego a un ideal, inherente a las demandas y aspiraciones de los más humildes y desfavorecidos. La utilidad de la virtud a la que se refirió José Martí. El Che tiene mucho que enseñar todavía, por más que algunos quieran reducirlo a una simple marca comercial.
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Ramon Martinez Arcos
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