DE LA HISTORIA OLÍMPICA: No escaparon del robo de músculos Berlín 1936 y Helsinki 1952
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El japonés Yoshinobu Oyakawa, ganador de los 100 de espalda en Helsinki 1952, compitió por Estados Unidos.
¡Cuánto sudor! ¡Cuánto calor! No importa el clima. La carrera de maratón es ardiente siempre. Berlín no es excepción. Ahí vienen “matándose “en pos de la gloria unos corredores tremendos. Bueno, cualquiera que participe en una prueba de este tipo lo es. Imagínense con quienes llevan la voz cantante. Pechos y piernas a millón... ¡Qué ritmo traen los finlandeses Tamila y Mainonen! No se quedan atrás el sudafricano Coleman, el británico Harper y los japoneses Son y Nan.
La meta cerca. Los nipones se adelantan. El de Inglaterra no cede. Ya encabezan la pelea. Desciende el ritmo de Nan. Sube el de Harper. No ceja Son. En el estadio. Cruza la meta. El de la tierra del Sol Naciente se ha impone. El inglés finaliza segundo por sus 2 horas, 31 minutos, 23 segundos y 2 décimas ante las 2. 29: 19.2 del victorioso. El coterráneo del ocupante del lugar más deseado arriba tercero: 2. 31: 42.
En el estrado de premiación. El himno del país de los triunfantes. Su bandera dos veces en alto. En el medio, el europeo. Aunque... Escapemos de la frialdad de las estadísticas. Marchemos hacia la verdad: Son y Nan nacieron en Corea, y los avasalladores no perdonan al deporte ni el olimpismo. Robados a su país, ambos representaron al fanatismo japonés en Berlín 1936. Aquellos no son ni su himno ni su bandera. Nombre verdadero del inscrito como Kitei Son para actuar en el certamen: Sohn Kee-Chung; el de Shoryu Nam: Nam Seung –Yong. Los dos se batían en busca de galardones mientras que los invasores japoneses hacían horrores en Corea.
Helsinki 1952. El deporte japonés había sufrido grandes golpes ¿Qué no padeció durante la Segunda Guerra Mundial? Las lesiones enormes sobre el pueblo debido a la lucha de los poderosos por un nuevo reparto del mundo; estos, los que menos sufren, los que sacan lascas tremendas, tarde o temprano, hasta sin vencer.
Los atletas nipones, imposibilitados de asistir a Londres 1948, retornan en el gran certamen siguiente. En él alcanzan el brillo superior los luchadores libres Shoachi Ishi (oro en los gallos) y Yushu Kitano (plata entre los moscas). Bien por sus gimnastas Masao Takemoto, plata en saltos al caballo, y bronce en la misma especialidad Takashi Ono y Tadao Uesako; Ono termina cuarto en ejercicios libres y Takemoto, sexto en anillas. Algunos de sus representantes se hacen sentir en atletismo aunque sin llegar al podio: la discóbola Yoshino, cuarta; el triplesaltista Limuro y el garrochista Sawada, sextos.
Hacia la piscina. Dominio norteamericano, aunque las húngaras Eva Szekely, Valeri Gyenge, Katalin Szoke,la sudafricana Joan Harrison , el francés Boiteux y el australiano Davies le aguan la fiesta. Sobresalen varios japoneses: segundos en el relevo libre; Hiroshi Suzuki, plata en los 100 estilo libre, Goto en cuarto; Shiro Hashizume, subtitular en los 1500 y Kitamura, sexto; en 200 de pecho: Hirayama, Kajikawa y Nagassawa, cuarto, quinto y sexto.
Hay un as de este país, pero ha sido robado por los estadounidenses: Yoshinobu Oyakawa, ganador de los 100 de espalda; también de espalda a la tierra donde nació y al asesinato de Hiroshima y Nagasaki, bombardeos atómicos realizados por lo peor de Estados Unidos cuando no eran necesarios, para demostrar sus fuerzas al mundo y, en especial, a la nación más heroica de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética. Oyakawa magnífico nadador, ser despreciable. Despreciable también los compradores, los que pagan por pecar e impulsan a pecar.
Inmoralidad agigantada. Paso a hablar de ladrones y víctimas, algunas de estas, victimarias también; primero de ellas mismas: han perdido tanto de lo mejor del ser humano al optar por unirse a la manada, morder, golpear, despedazar… furia de la que no salen incólumes. Desde hace mucho tiempo en el deporte existe lo que califico de robo de músculos.
Ahora son indecencias cotidianas vistas como normales, propias de un planeta náufrago desgarrado al máximo con la matanza de los palestinos a manos de Israel, con el beneplácito y el apoyo del imperio yanqui.
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