Cuando la soledad no es pasajera

Cuando la soledad no es pasajera
Fecha de publicación: 
7 Febrero 2024
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Fotografía tomada de https://www.nuevatribuna.es

A veces queremos estar solos y lo pedimos a gritos. Esto es sano, y ojalá pudiéramos disfrutar de momentos de retiro a cada rato. Pero, cuando la soledad no es pasajera y no la decidimos, sino que la padecemos con angustia, por la razón que sea, y sentimos ese vacío profundo, el desasosiego por la falta de compañía junto a desánimo y tristeza, entonces ya se trata de una condición que puede afectar nuestro estado mental, y requerimos ayuda.

Estoy pensando que así es como deben sentirse los viejitos con escasas relaciones, casi ermitaños porque perdieron habilidades interacción o padecen alguna condición que les impide el vínculo directo. Es lógico que sufran desalentados con pesadumbre, que hasta pierdan el apetito y el interés por proveerse su propio entretenimiento porque creen que no son importantes para otros.

El contacto de persona a persona no solo es un placer, es una necesidad. Somos seres sociales por naturaleza, y vivir aislados puede dejarnos algunos lastres. La soledad es un sentimiento subjetivo, es más que un estado mental transitorio que se relaciona con la ansiedad, el comportamiento depresivo, y la disminución de las capacidades cognitivas.

La vida es diversa y compleja, y aunque tenemos episodios de desear estar solos en el mundo y procuramos tener espacios para ordenarnos los chakras, los pensamientos y los planes, esto no se suele extender en el tiempo porque en realidad en la mayoría existe, en unas ocasiones más a lo interno que en otras, un temor común a vivir en soledad, como si fuera una maldición de Macondo, el pueblo de Gabriel García Márquez.

Claro, me refiero a la soledad de verdad, a no tener una persona con quien interactuar, o que existan a penas por la poca frecuencia, por ejemplo. Expertos consideran que existen niveles, y hay personas que la sufren o disfrutan más que otras, por eso es relativo, porque tiene que ver con la fortaleza psíquica de cada quien, con sus propias vivencias y emociones.

Pocas personas son afortunadas y aprenden a lidiar consigo mismos y más nadie, solos por mucho tiempo. El resto experimenta sensaciones desagradables, y puede ser grave psicológicamente, tener consecuencias físicas, y sociales. La soledad extrema se asocia a mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, demencia, accidente cerebrovascular, y muerte prematura.

Recuerdo de hace algunos años el cuento de una mujer que murió sola en Países Bajos, su nombre no lo olvidé porque me parece raro, Bep de Bruin se llamaba. Quizás es un ejemplo bastante exótico para una realidad como la nuestra en la que nadie se nos pierde demasiado de la vista, distinto a lo que sucede en otras ciudades del mundo donde se vive un poco aislado sin contacto ni con el vecino; pero les cuento para que veamos lo triste que puede ser si de repente nos encontramos sin compañía.

El asunto fue el siguiente, la señora, de más de 70 años, se quedó sin vínculos familiares o conocidos, y tampoco ya salía de casa porque hasta sus cuentas se pagaban automáticamente por descuento de su chequera. Bep de Bruin murió en algún momento de 2003 y solo fue descubierta, por casualidad, una década después, cuando hubo necesidad de entrar a su propiedad. Me parece un asunto muy deprimente.

No sabemos si agonizó sin la oportunidad de recibir auxilio, pero en cualquier caso es angustiante terminar sus días así, como si no existiera, e incluso, imagino que a ratos fue duro creer que no le interesaba a alguien, y quien sabe cuáles otros tormentos soportó en el ocaso de su vida.

La historia de Bep de Bruin no es aislada. Quizás su muerte desapercibida sí es particular, pero en el mundo muchos adultos mayores —y gran cantidad de jóvenes y adolescentes también— permanecen en soledad, y por eso la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo considera un problema de salud pública y promueve que prestemos más atención, que ideemos alguna política que contrarreste el abandono afectivo.

Desde luego no es lo mismo estar que sentirse solo, por eso debemos tener en cuenta que el aporte psicológico es variable de una persona a otra, y por ello recomendamos atenderlo y no minimizarlo, mucho menos ignorarlo porque puede dejar secuelas diversas, desde pérdida del equilibrio de la personalidad, exacerbación de estados, sentimientos negativos y malhumor.

También es importante resaltar un factor común para la soledad: el incremento de adultos mayores. La tercera edad es un momento de la vida complejo que a veces llega acompañado de vacíos o rutinas mutiladas, así como de dolencias y de la percepción de aislamiento, incluso, cuando se está entre otras personas. Por eso actualmente se habla de que es en este grupo etario en el cual es más evidente la “epidemia de soledad”.

En algunas sociedades se diseñan actividades para que esos adultos, que de repente se jubilaron y quedaron sin familia cerca, puedan mantenerse entretenidos y socializando. También les dan seguimiento a aquellos que no se pueden trasladar para que no pierdan el contacto con sus semejantes.

Para la OMS se trata de una prioridad mundial, y en países de Europa y Asia ya existen instituciones especializadas, hasta ministerios de la soledad, donde se investiga, censa y actúa porque de esa manera se favorece a la felicidad y se evitan problemas heredados como los cardiovasculares, el deterioro cognitivo y las adicciones.

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