Contracrítica: Ana de Armas y el cine globalizado cubano

Contracrítica: Ana de Armas y el cine globalizado cubano
Fecha de publicación: 
13 Febrero 2024
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Ana de Armas, en Cuba con Jazz Vila y Claudia Muma. Foto tomada de Facebook

¿Qué podemos decir de Ana de Armas? La persona que realiza las obras de arte pareciera ir de la mano con la misma que nos visita y que lleva un comportamiento sencillo, familiar, cercano a los amigos. Siempre que se ven imágenes de la actriz en nuestra Habana hay quien piensa que una figura de esta índole se olvidaría de su formación en las condiciones nuestras, en la dureza de una cotidianidad. La imagen de una Ana de Armas que entra a la isla y se le ve junto a Claudia Alvariño y su amigo Jazz Vilá es algo que solo puede darse en el contexto de una mujer que no olvida los valores que propiciaron su personalidad. Existe en ella la poderosa luz de la mujer que interpreta un papel como el de Marilyn Monroe, especie de quintaesencia de la belleza fatal que a la vez que eleva, mata. Hay una magia en ese proceder que en el arte no puede catalogarse y que solo existe mediante el misterio. Pero conviene adentrarse en las significaciones de ese ícono del novísimo cine cubano que es Ana de Armas.

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Ana de Armas, en Cuba con Jazz Vila y Claudia Muma. Foto tomada de Facebook

Nacida en el seno de una familia con las mismas dificultades que cualquier grupo en Cuba, su crecimiento estuvo signado por el esfuerzo y por la perseverancia. Aun así, la vemos en sus primeros papeles como una chica con el talante para empeños mayores. En la cinta Una rosa de Francia se la vio inmensa junto a un Jorge Perugorría que le dio la posibilidad de esa magistral presencia. Siendo la propuesta un drama más con tintes históricos, en el cual la belleza adolescente de Ana de Armas enloquece a la par que resulta de una inquietante energía; la cinta alcanza a conmover. La chica, que estaba estudiando actuación, se arriesga e intercambia las clases por los platós de filmación. Hay una preferencia por la vía de la praxis y que la conduce a hacer un arte en el margen de lo permisible para su edad y dimensiones de ser iniciático. Ana no es la mujer fatal, sino la niña que convence con la caída de ojos y que va a por una gloria que ilumina y que la pone en riesgo incluso de perder el año de estudio.

Fueron aquellos inicios tormentosos los que le tramitan a la muchacha un nombre en el circuito del arte y ello le da la posibilidad temprana de llegar a un mayor público. Sobre su impronta en el cine español se ha escrito mucho, pero es válido destacar el cultivo de una vertiente amable de su belleza física a la par que el talento actoral. Con los colores y las emociones que les son propios al cine ibérico, Ana dio un excelente plante y supo hacerse de una presencia. Pero faltaba la consagración o, mejor dicho, el papel que la lanzara al estrellato. A menudo se lee que eso solo ocurre cuando se alcanza a actuar en Hollywood. Ana era una chica latina, cubana, toda una excentricidad. No sabía el idioma y como siempre estaba sola y por su cuenta en medio de un mundo difícil. La llegada de varios papeles que la adentraban en el registro anglosajón le dio el chance de perfeccionar la dicción y hacerse de una destreza idiomática. Más que eso, Ana pulió la forma y la esencia de su arte. La presencia en Blonde fue como aquella luz que todos esperaban, pero que nadie creyó verla en una muchacha como la cubanita.

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Ana de Armas en el papel de Marilyn Monroe. Foto tomada de Internet

¿Qué significaciones puede tener que una muchacha como ella interprete a uno de los íconos por excelencia no solo del cine sino del arte? En primera instancia que la globalización ha deslocalizado lo que se entiende por identidad y que como parte de los procesos complejos ha hecho que todo lo que somos no esté constreñido dentro de fronteras, sino que haya que verlo desde un horizonte en el cual se alargan los contextos. El parque semiótico por así llamarlo es algo que no se puede encerrar en los estancos del circuito nacional, sino que debemos estar preparados para asumir una Cuba que puede ser un híbrido mundial con otras identidades. A eso se refieren los teóricos de la aldea global con la pérdida de las fronteras, que es más que la cuestión física, es algo que aborda la sustancia metafísica del suceso del arte en este caso. Ana representa un momento en el arte cubano en el cual tenemos que volver a pensar en la vanguardia no solo como lo geográfico, sino como lo que nos propone una huella universal. Y resulta gratificante que en un momento en el cual el cine nacional está en una situación de encrucijadas podamos pensarlo desde este otro ángulo. Sumido en producciones que aluden a un mundo más referencial que de esencias, el sello fílmico cubano requiere de un acercamiento más desde lo estético y lo mundial y menos en el localismo que no trasciende y que apuesta por “broncas” que nada pretenden.

¿Qué hay en Blonde? En otro espacio de la revista La Jiribilla escribí lo que considero críticamente sobrante en la cinta, pero en lo que se refiere a Ana de Armas todo es elogio de mi parte. Si en el transcurso de la trama se extrañan sucesos que conformen una organicidad de la pieza y si se apuesta por un juego onírico no siempre acertado; eso no es mella en el papel inmenso de la Marilyn cubana que puede pararse delante de cualquier esfuerzo de igual e ilustre talante. Para Ana de Armas hubo una oportunidad de oro que ella supo aprovechar y que resultó al cabo la salvación y el contraste con elementos poco lúcidos de una película a ratos alargada y tediosa. La actriz es el elemento dinámico en un entorno que no supo estrechar bien las tornas con ese inmenso personaje. Pero Ana no es directora, aún. Su trabajo era interpretar y lo hizo y de esa forma marcó una época en el cine de este hemisferio. Al igual que Charlie Chaplin, Marilyn es un símbolo de lo que más brilla en el mundo del celuloide. No solo porque se le atribuye la esencia de una diosa del sexo, sino por toda la trama misteriosa que arrastra y que es el testimonio de una era. Y hasta allí llegó nuestra cubana, con todas sus sombras, sus iridiscencias y logros. No hay que empañar a Ana, sino que darle el sentido que ella lleva y otorgarle al cine cubano ese sello global que hasta ahora estaba ausente. El debate en torno a lo que es cubano vuelve a la palestra luego de Blonde. Pero no es algo nuevo. Ya antes había ocurrido con las obras literarias de Severo Sarduy o de Lydia Cabrera por mencionar a dos nombres que tocaron la cima sin dejar de referirse universalmente al magma que les dio cobijo primigenio. Lo que se lleva dentro es una geografía tan real que explota adonde vayamos. Tomar lo cubano solo con lo que se produce dentro de las fronteras físicas es un ejercicio de vacía retórica. Hay que ampliar ese margen y evitar el error y el reduccionismo.

Ana de Armas demuestra que se debe ampliar la frontera de lo que entendemos como lo cubano, que es posible que se mire el arte de la isla desde un horizonte global sin que se renuncie a la esencia de este país. Conozco personalmente, porque hice una crítica en la revista La Jiribilla de tres obras suyas, al dramaturgo Jazz Vilá. Y me dio un orgullo saber que es parte del círculo de amistades de Ana. Vilá posee un discurso que se aproxima críticamente a la realidad cubana y que dialoga con lo que somos. No hay escapismo sino búsqueda de la universalidad. Creo que el gesto de venir, de estar entre nosotros, de no olvidar, es parte de lo que se espera de los grandes artistas. Más que una frivolidad, las revistas y medios tienen que ver en el cine que hace Ana de Armas el nuevo sello que la globalización va dejando en la cultura cubana y que no es para nada un saldo negativo en este caso. Hay que desmenuzar lo que es baladí y darle su verdadera dimensión. Solo así se desbroza el camino de la crítica y se colocan en su justa medida los aportes al universo estético de esta actriz.

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¿Qué hay en Ana de Armas? La cubana que viene siempre a su tierra y que está en los más altos escenarios pero que prefiere a los amigos. La muchacha que antes de ser tan famosa luchó a brazo partido en medios hostiles y difíciles y con todo en contra. El espíritu de quien cree en su talento y lo sabe aprovechar sin que ello demerite su humildad como ser humano. Hasta ahí hay que llegar cuando los cronistas sopesen lo que está pasando con el cine de Ana de Armas. No es solo sumarse a la avalancha de superficialidades que la gran prensa hace suyas y que desconocen en todo sentido lo que es nacer y crecer en la isla. Ana ha bebido de lo mejor de una tradición y lo ha llevado al mundo. El producto ya es supremo y diferente, pero sigue siendo nuestro. Hay un sano orgullo en sabernos a su lado, en medio de las vicisitudes que atraviesa el país, pero que siempre serán más leves si contamos con la belleza.

Ana es más que Marilyn, aunque el papel la haya lanzado al estrellato absoluto. No es una rubia platinada que recita frases ante las cámaras, sino la mujer que posee todas las virtudes posibles dentro de un arte al que ella engrandece.

Comentarios

Ana de Armas es uno de los tantos cubanos que triunfa fuera llevando el nombre de Cuba a lo alto. Sin embargo hay muchos otros como su propio hermano que no pueden regresar por miedo a prisión o deportación. Cuando eso cambie Cuba será grande otra vez.

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