Últimos días en La Habana exalta el "espíritu positivo de los cubanos"
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Un hombre yace inmóvil y enfermo de sida en una pequeña habitación en el corazón de la capital de Cuba. Es el protagonista de la película Últimos días en La Habana, del cineasta Fernando Pérez Valdés, recién estrenada en la isla y en Ciudad de México.
El largometraje cuyo guion fue coescrito por el director y Abel Rodríguez, empleado bancario cuya pasión es escribir para el cine, recrea la historia de Diego, gay positivo y luminoso, y de Miguel, un personaje asexual, negativo y oscuro. No obstante, ambos sostienen una amistad indestructible.
Vía telefnónica desde Cuba, Pérez Valdés dijo a La Jornada: "Así es la vida, a veces existe mucho dolor, pero también alegría, además de que se nos plantean conflictos que se tienen que enfrentar de muchas maneras, pero, siempre, así lo creo, hay una luz".
Incluso, agrega, "la mayoría de los cubanos, como cualquier ser humano en algún rincón del planeta, vive sin dramatizar y trata de que prive un espíritu positivo para cada día".
En la historia, Miguel (Patricio Wood), de 45 años, sueña con ir a Nueva York. Todos los días espera que llegue al pequeño solar de La Habana un visado; mientras tanto trabaja como lavaplatos en un restaurante particular.
Diego (Jorge Martínez), de la misma edad, sueña con vivir. Se encuentra postrado en una cama a causa del sida y libera toda su energía dando ánimo y solidarizándose con quien llegue a visitarlo. Desde el estrecho camastro en el que se halla escucha el trajín cotidiano de La Habana y de sus habitantes.
Son personas contrastantes, como el día y la noche. Diego es el héroe; Miguel, el antihéroe.
Amistad por encima de todo
"La historia me interesó por las características de los dos personajes. Miguel es la no acción, la interioridad y tiene movilidad pero no la utiliza y, Diego, quien no puede moverse, es todo dinamismo, aspiración positiva a la vida y la acción, incluso aunque no se desplace de su cama", explica el director cubano.
Llama la atención, prosigue, que ambos pesonajes siendo muy distintos sostengan una amistad que está por encima de todas las diferencias y posibles incompresiones. "Este conflicto entre los personajes, pero, al mismo tiempo, esa afinidad que existe entre ellos, fue lo que más me motivó para hacer la película".
Otro aspecto que le interesó mostrar es "el contexto de la vida en La Habana, el más popular, el que no se ve con mucha frecuencia en los medios de comunicación locales ni internacionales".
Incluso, precisó, "más que mostrar La Habana, quise retratar a su gente. Por ejemplo, las escenas en la calle fueron filmadas de manera documental: mientras Miguel caminaba por las calles se captaban los rostros de las personas que ese día andaban por ahí, los cuales quedadon plasmados en la cinta".
Sobre las locaciones, el cineasta explica que también "fueron reales, aunque algunas fueron modificadas en función de la cinta", la cual tuvo un presupuesto mínimo y un plan de producción muy breve.
El desafío, aseguró Pérez Valdés, fue "contar la historia con escenas que ocurren en una sola habitación, con un personaje acostado, sin moverse y otro que conversa con él durante más de ocho o nueve minutos. El reto fue mantener el interés del espectador en una situación donde la acción dramática es mucho menos activa que en otras películas".
Clandestinos, Hello Hemingway, Madagascar, La vida es silbar, Suite Habana, Madrigal y José Martí: el ojo del canario, son otras películas dirigidas por Pérez Valdés.
Últimos días en La Habana se estrenó de manera paralela en México y Cuba. El elenco está integrado por Gabriela Ramos, Cristian Jesús y Coralita Veloz, entre otros. Fue producida por Audiovisuales del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, además del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos y Wanda Vision.
Se exhibe en La Casa del Cine (República de Uruguay 52, Centro Histórico) y en la sala 8 de la Cineteca Nacional. Después se proyectará en Aguascalientes y Tijuana.
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