Un debate necesario: ¿se puede «usar» la bandera?

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Un debate necesario: ¿se puede «usar» la bandera?
Fecha de publicación: 
23 Mayo 2017
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—Me regalaron el jueguito completo —comenta una muchacha que va vestida, de pies a cabeza, con las rayas y las estrellas de la bandera de los Estados Unidos de América—; yo lo veo bonito, es tela buena, ¿por qué no lo voy a usar? Esto no es política, es moda.

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—Cuando te vistes con la bandera de un país, tu vestimenta comienza a ser política —dice un anciano que hace la cola para comprar el periódico.

—Si tuviera una licra con la bandera cubana, me la ponía igual, pero ¿dónde la venden? —responde la muchacha.

—¡Poner una bandera cubana en una licra sería una falta de respeto inaceptable a nuestros símbolos nacionales! —se molesta el anciano.

El intercambio tuvo lugar en la esquina de O e Infanta, pero seguramente ha habido debates en otros muchos lugares.

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Lo cierto es que cada vez más uno puede ver personas vestidas con pulóveres, camisetas, licras, pantalones cortos… que recrean, más o menos explícitamente, la visualidad de la bandera de los Estados Unidos y de otros países.

Muchos lo pasan por alto, lo consideran simplemente una moda. Pero para otros es causa de preocupación.

Puede que muchos de los que usan esa ropa lo hagan sin “segundas intenciones”, puede que llevar el símbolo de otro país no signifique para ellos una declaración de principios. Pero lo cierto es que vestir (enarbolar, portar… “usar”) un símbolo tiene implicaciones que van más allá de la belleza o la funcionalidad de la prenda.

Puede sonar tremendista, pero la guerra más efectiva en los tiempos que corren no es la de los cañones: es la de los símbolos.

Y parece lógica la ecuación: ante un símbolo, otro símbolo.

Es probablemente lo que piense la muchacha de la licra. Pero el señor también tiene sus razones. Un símbolo no es un simple diseño sobre una tela. Un símbolo lo es por sus referentes, por la historia y las ideas que representa.

Parece demasiado “terrenal” una licra como para estamparle encima la bandera nacional.

Pero, ¿no es legítima la aspiración de llevar la bandera de la estrella solitaria en un pulóver? Si se lleva a Martí o al Che, ¿por qué no la bandera?

La polémica sobre el uso de los símbolos nacionales en la ropa o en los accesorios no es sencilla. Y el entramado legal en ese sentido deja algunas dudas. De acuerdo, no se puede hacer ropa con la bandera, pero, ¿hasta qué punto resultan desacertadas las recreaciones de la bandera en las prendas y accesorios?

Es difícil generalizar.

Mirando fríamente, no se debería estrujar, mojar, ensuciar la bandera… pero ¿cómo negarle a un atleta vencedor el orgullo de llevarla en sus hombros?

¿Quién establece esas pautas?

Convendría establecer diferencias entre el objeto y el símbolo (aunque el símbolo, por supuesto, se concreta en el objeto).

Pero sigue chocando la cantidad de banderitas de papel que queda sobre el asfalto después de un acto multitudinario. Pisadas por la gente, sucias, rotas… ¿Qué se puede hacer?

En los tiempos que corren lo simbólico está cada vez más ligado a las rutinas. Y aunque lo asumamos con ligereza, está claro que la trascendencia de un símbolo no es (no debería ser) superficial.

Pragmáticamente: no es la adoración tonta a un diseño, es el respeto a lo que representa, la identificación con determinados valores.

Cuando un adolescente, un joven, cualquier persona… decide vestir una prenda que tenga la bandera de los Estados Unidos, consciente o inconscientemente, está reproduciendo un mensaje, que no es simplemente comercial: tiene también trasfondos históricos, culturales… que se enfatizan en relación con el lugar o la ocasión.

Quizás algunos no estén al tanto, pero no hay ninguna candidez detrás de estas campañas “comerciales”.

¿Parece casual que la bandera estadounidense ondee en buena parte de las películas que se hacen en ese país?

No es la guerra entre “los malos” y “los buenos”, se trata de una auténtica contraposición de esquemas culturales. Es una lidia compleja. Haría falta tener bien claros los móviles, las estrategias, las implicaciones de esa guerra.

Nuestros símbolos no son meras figuraciones. No son marcas comerciales, sujetas a los altibajos del mercado. Significan mucho, han sido, son testimonio de nuestro devenir. Y obviamente, tienen mucho que aportar ahora, como reafirmación de una identidad, en tiempos de galopante globalización.

Hay que repensar esquemas.

Duele (y debería preocupar) que resulte relativamente difícil para un ciudadano adquirir una buena bandera, bien fabricada. Tener una bandera en casa, para sacarla al balcón en los momentos especiales, o para guardarla como un tesoro, sigue siendo una sueño, una necesidad de no pocos cubanos.

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Tiene que ver con el orgullo nacional, con el arraigo y el respeto por los que lucharon y murieron por esa bandera… que no es luchar y morir por un simple pedazo de tela.

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