«Viagra femenina», ¿el deseo impuesto?

«Viagra femenina», ¿el deseo impuesto?
Fecha de publicación: 
26 Agosto 2015
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Sin embargo, Addyi, el medicamento aprobado la semana pasada por la Administración de Fármacos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) para el tratamiento de la pérdida o reducción del deseo sexual en mujeres, no tiene parecido ni relación alguna con la famosa viagra.

 

Según la ciencia, Addyi tiene como principio activo la flibanserina, sustancia que actúa a nivel cerebral y regula los niveles de un neurotransmisor llamado serotonina o 5-hidroxitriptamina (5-HT). Está pensado para ser administrado diariamente a mujeres premenopáusicas que sufran un desorden de anorexia sexual, es decir, la pérdida repentina de cualquier deseo de practicar sexo.

 

La viagra se emplea para contrarrestar la disfunción eréctil y su principio activo es el sildenafil, que actúa solo en el pene. En este caso, su función es inhibir la enzima fosfodiesterasa 5, lo que permite la vasodilatación y, consecuentemente, la erección.

 

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Aunque científicamente sea incorrecto, nada se puede hacer cuando una «bola» se corre por el mundo. Y es que la gente tiende a simplificar las cosas y a sacar sus propias cuentas: sexo es igual a erección (en el hombre) y lubricación-dilatación (en la mujer). Para lo primero necesitan la viagra masculina y para lo segundo, la femenina. La cuenta les da exacta.

 

¿Igualdad para todos?

 

En realidad, es un mito que los hombres son más sexuales que las féminas, o que ellos son unos animales a la hora del sexo. «Las mujeres, no menos que los hombres, merecen tener experiencias sexuales satisfactorias y gratificantes», asegura Terry O'Neill, la presidenta de la Organización Nacional para las Mujeres (NOW) en Estados Unidos.

 

Por esta razón, la mayoría de las asociaciones feministas en ese país han celebrado la comercialización de la viagra femenina, a pesar de la desconfianza que genera en gran parte de la comunidad científica

 

No obstante, algunos ginecólogos piensan incluirla en tratamientos a sus pacientes con problemas de anorgasmia y a los de la tercera edad, mientras que otros advierten sobre los posibles efectos secundarios a corto y largo plazo.

 

Especialistas de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York contraponen «los minúsculos beneficios» de la píldora al «muy grave horizonte de efectos secundarios»: desmayos y disminución de la presión arterial, que pueden agravarse con el uso de alcohol y otras medicinas.

 

Negocio redondo

 

Para ponerle la tapa al pomo se notificó que Addyi fue concebida originalmente como tratamiento antidepresivo y que los primeros ensayos clínicos demostraron la escasa eficacia del medicamento, pero ciertos efectos secundarios dieron paso a un segundo uso cuando las mujeres durante los test reportaban un incremento de sus pensamientos sexuales.

Fue entonces cuando Boehringer Ingelheim, su fabricante original, decidió proponer la droga como tratamiento para los trastornos del deseo sexual femenino. El diagnóstico se ajustó al producto y no al revés.

 

Por su parte, otros clínicos y farmacólogos aseguran que la industria farmacéutica ha inventado una enfermedad (el desorden de deseo sexual hipoactivo) para vender un medicamento.

 

«No existe una norma establecida científicamente para la actividad y deseos sexuales, y no hay pruebas de que el desorden de deseo sexual hipoactivo (al que va dirigido Addyi) sea una condición médica. Es un típico ejemplo de un problema que fue patrocinado por la industria para preparar el mercado para un tratamiento específico», ha explicado Adriane Fugh-Bermansora, profesora asociada de Farmacología de la Universidad de Georgetown.

 

Según el artículo publicado en el Journal of Medical Ethics por Fugh-Bermansora, es una estrategia de marketing donde las compañías desarrollan las enfermedades al mismo tiempo que la píldora milagrosa que la cura.

 

Y como al parecer de lo que se trata es de dinero y no de salud, o lo que es lo mismo, la salud en algunos paises es un negocio redondo, la multinacional farmacéutica canadiense Valeant no pierde su tiempo y ya ha anunciado un acuerdo para comprar por 1 000 millones de dólares (885 693 millones de euros) al fabricante de Addyi, Sprout Pharmaceuticals.

 

La verdad es que está para desconfiar, aunque a partir del próximo 17 de octubre Addyi ya esté a la venta con permiso de la FDA.

A la antigua

Mientras la viagra actúa solamente en un área determinada (en el pene) para su estimulación, el Addyi actúa en el cerebro de la mujer, específicamente sobre los neurotransmisores, disminuyendo la serotonina y aumentando la dopamina, que mejora la líbido.

 

No sé qué pensarán ustedes, pero eso de que una droga vaya directamente a nuestra cabeza y provoque ciertas sensaciones y emociones es algo peligroso.

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Mi abuela diría que la inspiración resuelve todo problema sexual sin necesidad alguna de medicamentos, a la antigua, solía repetir.

 

¿Cómo es a la antigua? Para ella si una pareja joven no se iba a la cama con locura y bastante frecuencia no eran la pareja ideal. Tenían que seguir buscando y punto. Si el asunto era la rutina de muchos años de matrimonio, la menopausia de la mujer y los cambios hormonales de esa edad: calores, cambios de humor, resequedad en la vagina a la hora del sexo, la cosa también se arreglaba fácilmente con inspiración: un regalito en una fecha determinada, frases de cariño, un ambiente romántico, una música suave, poca luz, un vinito y una pomadita…

 

Algunos profesionales de la salud coinciden con mi abuela cuando afirman que reducir el deseo sexual a lo biológico y medicarlo no parece la mejor opción, pero al final la decisión de tomar o no la pastillista corresponde a la mujer y su pareja.

 

Las autoridades sanitarias de Cuba no se han pronunciado al respecto. Aquí no ha llegado el nuevo invento estadounidense; pero espero que cuando lo haga, las mujeres no actuemos como los perros de Pavlov, y nos preguntemos antes de ingerir la viagra femenina si vale la pena pagar para que condicionen nuestro cerebro.

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