Adiós a Antoni Tàpies

Adiós a Antoni Tàpies
Fecha de publicación: 
8 Febrero 2012
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Extraordinaria conmoción en todo el mundo ocasionó la muerte, este lunes, del extraordinario artífice catalán Antoni Tàpies i Puig, emblemática figura de la vanguardia española de posguerra y su último exponente en España.

Todas las ediciones, en papel y en la web, de los diarios de los más recónditos lugares de los cinco continentes, dan cuentas del fallecimiento del gran pintor y escultor abstracto, a los 88 años de edad, en su casa de Barcelona, ciudad donde nació el 13 de diciembre de 1923 en el seno de una familia burguesa, culta y catalanista. Allí dejó, para la posteridad,  profundas huellas de su quehacer artístico.

Tàpies, desde muy joven, se interesó por las vanguardias europeas, y, como pocos, concibió su obra tal persistente laboratorio ensayístico en el que puso en función del enriquecimiento de la espiritualidad humana todo tipo de materiales, amén de sus grandes aportes al desarrollo del arte contemporáneo.

De esa fascinante aventura como experimentador, legó varias publicaciones, algunas traducidas a distintos idiomas: La práctica del arte (1971), El arte contra la estética (1977), Memoria personal (1983), La realidad como arte. Por un arte moderno y progresista (1989), El arte y sus lugares (1999) y Valor del arte (2001).

Paralelamente a su producción pictórica y objetual, Tàpies desarrolló desde 1947 una intensa actividad en el campo de la obra gráfica. En ese sentido, vale destacar un gran número de carpetas y libros de bibliófilo en estrecha colaboración con poetas y escritores como Alberti, Bonnefoy, Du Bouchet, Brodsky, Brossa, Daive, Dupin, Foix, Frémon, Gimferrer, Guillén, Jabès, Mestres Quadreny, Mitscherlich, Paz, Saramago, Takiguchi, Ullán, Valente y Zambrano, entre otros.

Desde muy joven sintió pasión por el dibujo y la pintura, al punto de abandonar sus estudios de Derecho para dedicarse por entero a ese ardor íntimo y paulatinamente más fuerte, suerte que le permitió, a sus fértiles 23 años de vida, realizar en París su primera exposición personal y participar posteriormente en otras colectivas, tanto en España como en la vecina Francia.

Su interés por las artes plásticas le condujo a acercarse a un grupo de artistas, con los que sostuvo largas discusiones estéticas y coincidencias en el terreno creativo, tales como Joan Brossa –uno de los exponentes de la poesía visual–, Juan Eduardo Cirlot –artista y filósofo, que hizo un estudio exhaustivo de los símbolos–, Joan Ponç, Modest Cuixart, Joan Josep Tharrats y Arnau Puig.

Altamente sensibilizado por los horrores de la Segunda Guerra Mundial, y en particular por el lanzamiento de la bomba atómica en Japón, comenzó a interesarse por la materia, la tierra, el polvo, los átomos y las partículas, que se plasma formalmente en el uso de materiales ajenos a la expresión plástica academicista y en la experimentación de nuevas técnicas.

De tal modo, las pinturas matéricas forman una parte sustancial de la obra de Tàpies y constituyen un proyecto que continuó desarrollando hasta casi sus últimos días, aun cuando se encontraba gravemente enfermo, debido a una enfermedad pulmonar.

Para el gran maestro, la noción de materia debía de entenderse también desde la perspectiva del misticismo medieval como magia, mimesis y alquimia. En este sentido, hay que entender el deseo del artista de que sus obras adquirieran el poder de transformar nuestro interior.

Ya con reconocida madurez artística, durante los años cincuenta y sesenta, Antoni Tàpies comenzó a elaborar una serie de imágenes, generalmente extraídas de su entorno inmediato, que aparecerán en las distintas etapas de su evolución. Muchas veces, una misma imagen, además de aparecer representada de diversas formas, tendría múltiples significaciones diferenciadas que se irán superponiendo. Su mensaje se centra en la revaloración de lo que se considera bajo, repulsivo, material (no en vano Tàpies escoge a menudo temas tradicionalmente considerados desagradables y fetichistas, como un ano defecando, un zapato abandonado, una axila, un pie y otros similares).

Su obra fue siempre permeable a los acontecimientos políticos y sociales del momento. A finales de los años sesenta y principios de los setenta, su compromiso político contra la dictadura franquista se intensifica, y las obras de este período tienen un marcado carácter de denuncia y protesta. Coincidiendo con la eclosión del arte povera en Europa y el posminimalismo en EEUU, acentúa su trabajo con objetos, no mostrándolos tal como son, sino imprimiéndoles su sello e incorporándolos a su lenguaje.

Considerado ya como uno de los principales exponentes a nivel mundial del informalismo,  a principios de los ochenta, una vez restaurado el Estado de derecho en España, su interés por la tela como soporte adquiere una fuerza renovada. Durante esos años, realiza obras con goma-espuma o con la técnica del aerosol, utiliza barnices y crea objetos y esculturas de tierra chamoteada o de bronce, y se mantiene muy activo en el campo de la obra gráfica.

Hacia finales de los ochenta, se interesa por la cultura oriental, una preocupación que ya se había ido gestando en los años de la posguerra y que se convierte cada vez más en una influencia filosófica fundamental en su obra, por su énfasis en lo material, por la identidad entre hombre y naturaleza y por la negación del dualismo de nuestra sociedad.

Igualmente, Tàpies se siente atraído por una nueva generación de científicos, capaces de apoyar una visión del universo que entiende la materia como un todo, sometido al cambio y la formación constantes.

Según se expresa en un texto publicado en el sitio web de la Fundación que lleva su nombre, las obras de los últimos años constituyen esencialmente una reflexión sobre el dolor -físico y espiritual-, entendido como parte integrante de la vida. Influido por el pensamiento budista, Tàpies consideraba que un mayor conocimiento del dolor permite dulcificar sus efectos, y de este modo, mejorar la calidad de vida.

El paso del tiempo, que ha sido una constante en la obra de Tàpies, adquirió nuevos matices, al vivirse como una experiencia personal que comporta un mejor autoconocimiento y una comprensión más clara del mundo que le rodea. Su estilo abstracto está lleno de simbolismos, y de un marcado sentido espiritual, donde el soporte material trasciende su estado para significar un profundo análisis de la condición humana.

Durante estos últimos años, consolidó un lenguaje artístico que, por una parte, traduce plásticamente su concepción del arte, y por otra, unas preocupaciones filosóficas renovadas con el paso del tiempo. Su práctica artística fue  permeable a la brutalidad del presente, a la vez que ofrece una forma que, pese a su ductilidad, permanece fiel a sus orígenes.

En este sentido, las obras de los últimos años no sólo se inscriben en la contemporaneidad, sino que también son un registro del pasado del artista.

Otro grande del arte español, Joan Miró, dijo que su obra: “está dentro de la tradición de estas explosiones que de tiempo en tiempo se producen en nuestro país y que conmueven tantas cosas muertas. Es auténticamente barcelonesa con irradiación universal. Por esto merece toda mi admiración”.

Ciertamente, Tàpies fue un hombre admirado y querido, no solo por su pueblo, sus gentes, sino por todo el mundo que valoró en él sus grandes contribuciones al arte: “es muy halagador saber que tengo gente que me quiere, e incluso artistas que me siguen. Y en todo el mundo. Porque han venido a visitarme y casi a reverenciarme. Hace poco me visitó un artista de la India y me dijo que me adoraba, que yo era su gurú, y perdóneme, añadió, a los gurús lo primero que hay que hacer es tocarles los pies. Y se encogió y me los tocó. Esto es muy halagador. Otra vez vino una chica de Bali. Y no le digo de Japón, y de Alemania, y de Estados Unidos”, afirmó a la crítica de arte Sol Alameda.

Su obra fue conocida y admirada en Cuba. También en  2004 la Fundación Brownstone donó al Consejo Nacional de las Artes Plásticas cuatro litografías del excelso pintor que se rebeló con firmeza contra el régimen de Francisco Franco al participar en asambleas clandestinas y movimientos contestatarios.

Un tiempo después, una muestra de 20 litografías de Tapies, fueron expuestas en el Centro Wifredo Lam, institución radicada en el centro histórico de la Habana Vieja.

La obra de este querido maestro de varias generaciones de artistas se encuentra expuesta en los más prestigiosos museos del mundo, entre ellos el de Bellas Artes de La Habana.

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