A la rueda rueda que juegue mi abuela

A la rueda rueda que juegue mi abuela
Fecha de publicación: 
18 Septiembre 2014
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Y jugó, al menos eso me decía, y mis padres, y yo misma no perdía en los recesos de la primaria la oportunidad de jugar Al ánimo y Matandile y La Señorita y El perrito sarnoso y otro montón de rondas.

Tampoco faltaban en mi mochila una suiza y un juego de yaquis, por racha, es cierto, pero cada curso tenía su momento y resultaba imperdonable que uno no estuviera listo para saltar del diez al uno: trotando, con los dos pies, con uno, con las piernas cruzadas, hacia delante y hacia atrás, o que alguien fuera incapaz de completar un “pon” sin dejar ni un solo yaquisito regado, así que dentro y fuera de temporada uno practicaba y, a la vez, se divertía.

La señorita “TV” entrando en el baile…

Cuando miro a mis hijos y los de mis otrora compañeras de juegos, estoy convencida de que pertenecen a una generación superior, apenas levantan tres cuartas del piso y manejan el mouse de una computadora con la mayor destreza, y entienden al vuelo “jueguitos” a veces no tan simples, conocen y comprenden muñequitos que ya hubiera querido yo y, no lo voy a negar, me enorgullece verlos más inteligentes y vivarachos de lo que nosotros jamás soñamos ser.

niños TV
Sin embargo, al menos a los míos, me tomo el trabajo de acompañarlos en sus aventuras con Dora y Diego, aun cuando luce innecesario, pues no se trata de Volek y Lolek, estos conversan, preguntan y responden, invitan y hasta parece que conversan con los pequeños televidentes, pero yo insisto en hacerles la media, en parte porque hasta a mí me gustan, en gran medida porque no quiero dejarlos solos, aun en la compañía de sus amiguitos virtuales, y los resultados de muchas investigaciones psicosociales me dan la razón.

De cero a siete años el miedo del ser humano radica en la ausencia, luego de dejar la seguridad del vientre materno el niño requiere presencia tanto en cantidad como en calidad. El abuso de la televisión llega a sustituir este requerimiento y provoca trastornos en la psiquis, entre ellos enfermedades como el autismo, aseguran diversos artículos que cierta “paranoia materna” me ha puesto a leer.

 mujer

El niño llega a hacer una sustitución de esa imagen tan interactiva, la reiteración hace que el niño se aprenda el discurso, pero no necesariamente lo entiende, sustituye la presencia con la imagen, o sea, suplanta la interacción humana por la interacción con la imagen que está programada para dar un tiempo de respuesta, confirmación de las respuestas, e incluso hay premio al acierto, o sea, que se va construyendo la necesidad de certeza, pero no deja de ser una repetición.

Si esta imagen llega, por cantidad, a suplir, al menos aparentemente, este requerimiento de presencia para el niño, y a compensar el temor a la ausencia, se siente “acompañado” por esa imagen. Cuando favorecemos esto y hasta lo incentivamos porque no nos alcanza el tiempo o simplemente porque es más cómodo tener a los niños hipnotizados frente al televisor, estamos propiciando la construcción de un sujeto que cuando llegue al período de niñez de siete a catorce y comience el miedo a la interrelación con otros, los conflictos de aceptación, la necesidad de agradar, el sentido de solidaridad, de dignidad, buscará todo eso en los personajes interactivos de videojuegos y el individuo vivirá un aislamiento social, entre otras conductas que pueden generar insensibilidad, crueldad, inseguridad, fobias, estereotipos superficiales sobre cuestiones raciales, étnicas, muy peligrosos para la sociedad.

 

a la rueda rueda

Al ánimo, al ánimo, ¿la fuente se rompió?

Quiero creer que no, que esa fuente inagotable de entretenimiento, saberes y comunicación que son los juegos tradicionales se conserva. Desde la institucionalidad la voluntad de que así sea está muy clara, de hecho, nuestro sistema educacional asume que “en los niños de 0 a 6 años la actividad fundamental o rectora de la etapa es el juego y después de esa etapa, cuando ya el estudio pasa a ser principal en la vida del niño, el juego continúa teniendo un lugar importante”, según la M.Sc. Dulce María García, profesora del Instituto Superior Pedagógico Juan Marinello, de Matanzas, quien argumenta:

“Es muy importante la realización por parte de los niños de los juegos tradicionales, primero porque conservan tradiciones, se mantiene la cultura de cada territorio, de cada país, pero además, desarrollan un grupo de habilidades motrices como correr, saltar, agarrar, y otras intelectuales como la memoria, porque tienen que memorizar las canciones; también facilitan la interrelación entre los niños de un grupo determinado, pero además son juegos sanos, que generalmente se hacen al aire libre, y muy completos, porque les permiten desarrollarse en todas las esferas de su personalidad.

niños cubanos saltan suiza

“Es necesario que la familia conozca la importancia que tienen para que los motiven a que realicen esos juegos no solo en las escuelas, los círculos infantiles, que los incluyen en sus programas, sino también en la casa con la participación y el incentivo, la motivación de la familia”.

María Mercedes Bacallao Tápanes, con la autoridad que le otorgan 35 años de experiencia como educadora de círculo infantil, asevera:

“A la mayoría de los niños le gusta mucho los juegos tradicionales, y conservarlos tiene una gran importancia porque perderlos es en alguna medida perder nuestra identidad, pues datan de muchísimos años, se transmiten de generación en generación, y algo fundamental es que todos son participativos. Los niños siempre se motivan mucho porque son muy alegres, interactivos, armónicos, animados, y lo principal es que favorecen habilidades físicas, el desarrollo del lenguaje, la sensibilidad por la música, el ritmo, las relaciones interpersonales, la memoria, la imaginación, se desarrolla de forma integral el niño, tienen un potencial grandísimo que yo recomendaría que lo explotaran no solo las educadoras, sino también la familia”.

… elija a su gusto, que aquí tiene usted…niños-pc

Arroz con leche se quiere casar y para eso depende de cada uno de nosotros, de que no lo dejemos en el olvido ni lo cambiemos por los brillos de la contemporaneidad, muchas veces enajenantes, o simplemente por la comodidad.

Como soy terca, insistí y le pregunté a la especialista sobre la posibilidad que tienen los programas interactivos o los modernos videojuegos de sustituir a las viejas rondas de mi abuela, a lo que Dulce María contestó:

“Esa “interactividad” de los programas de televisión aparentemente puede resolver la necesidad de juego de los niños, porque interactúa con el personaje que les va diciendo y ellos van respondiendo, pero no creo que suplan la importancia que tiene el juego tradicional, porque, por un lado, forman parte de la memoria cultural de los pueblos que se transmite de una generación a otra, pero además, en el ámbito de la comunicación son imprescindibles estos juegos que exigen la participación de un grupo, los niños se tienen que relacionar entre ellos, ponerse de acuerdo, aprender a respetar las exigencias del otro, tienen que cumplir reglas, negociar en cuanto a los roles: tú eres este personaje y yo este, ahora te toca a ti, ahora a mí, y todo eso hace que los niños sean más colectivistas, socialicen mejor, establezcan relaciones afectivas entre ellos… lo cual no sucede cuando es un niño solito sentado frente a un televisor que le puede estar diciendo que haga algo, pero no hay una interactividad real, quizás adquiera conocimientos, pero no desarrolla las habilidades que le permitan usarlos luego en la vida, puede no saber qué hacer con esa información…”

En fin, sin fanatismos ni predisposiciones, mi conclusión personal es que todo puede tener un espacio en la vida de nuestros niños, también los muñes y las computadoras con las que, afortunadamente, nacieron, pero ¡que siga la rueda rueda cuando yo misma sea la abuela!

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