Türkiye y Siria devastados

En este artículo: 
Türkiye y Siria devastados
Fecha de publicación: 
12 Febrero 2023
0
Imagen: 

Fotografía tomada de Internet

El lunes 6 de febrero de 2023 amanecimos con la noticia de dos horribles terremotos de gran magnitud que sucedieron casi de manera simultánea en Oriente Medio, perceptible en varios países, sobre todo en Türkiye y Siria. Cada día se incrementa la cifra de muertos, que según la Organización Mundial de la Salud, cuando terminen las labores de rescate y recuperación, puede llegar a las 50 mil víctimas. También es importante la cantidad de heridos y cuantiosos los daños económicos.

No existe adjetivo superlativo para describir tal desastre. El estado de las zonas devastadas es increíble, y costará muchísimo tiempo y recurso restaurar lo perdido. Habrá áreas que probablemente se queden yermas para siempre. Pero lo más valioso, lo que nunca podrán restablecer es la vida de tantas personas, familias enteras, eso sí es imposible.

Como si fuera poco la debacle de la humanidad que por todos lados se deshace en pedazos entre guerras, crisis financieras y políticas, más la naturaleza haciendo su aporte y revelándose contra nosotros, desde hace una semana los reportes nos muestran regiones enteras completamente devastadas, imágenes y testimonios duros de procesar. ¿A quién podemos echarle la culpa esta vez de tanta desgracia? Los terremotos no escogen dónde afectar.

La destrucción fue caprichosa con Türkiye. Miles de edificios quedaron allí inhabitables, y las vistas aéreas muestran poblados que parecen basureros gigantes y grietas enormes en el asfalto de las calles. El estado de emergencia instaurado antecede a las penurias que vendrán porque luego de concluidas las labores de remoción de escombros, todavía faltará mucho tiempo, esfuerzo y recursos para levantar un país que hoy se muestra colapsado en gran parte.

Millones de personas se encuentran perjudicadas. Se trata de una catástrofe difícil de procesar, que paraliza. Ya toca a los gobernantes desprenderse de la inercia para actuar con celeridad. Y, afortunadamente las situaciones extremas suelen tocar la sensibilidad mundial y de distintas naciones y organizaciones llega hoy ayuda de todo tipo, tanto para atender a lesionados como para levantar los escombros.

Sin embargo, también aflora lo peor de algunos seres humanos que en tal contexto lucran con la desgracia. En Türkiye, por ejemplo, el presidente, Recep Tayyip Endorgan, denunció saqueos y otros delitos cometidos por ciudadanos oportunistas en zonas afectadas. Eso siempre va a suceder, las miserias humanas también aparecen pronto ante situaciones extremas.

Las secuelas del siniestro son numerosas. A la pérdida de vidas humanas y las lesiones físicas, se suman enfermedades virales provocadas por la insalubridad impuesta con el desplome, además de las afecciones a la salud mental, que muchas veces es más complicado de resolver. Por eso es fundamental el apoyo psicológico.

Científicos aseguran que la zona devastada se encuentra sobre la falla de Anatolia Oriental donde no ocurría un fenómeno así desde hace más de dos siglos, y que, por lo tanto, durante todo ese tiempo acumuló tensión. Un dato interesante que alarma al mismo tiempo es lo que refieren los expertos sobre la energía liberada con los terremotos. Afirman que, debido a su poca profundidad, a tan solo 18 kilómetros, llegó gran cantidad de energía sísmica a la superficie, unos tres mil millones de kilojulios, que para entenderlo significa el equivalente a dos mil veces más la liberada con la famosa bomba atómica lanzada en 1945 sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. No extraña entonces que las imágenes parezcan de posguerra.

Desde entonces cientos de miles de personas improvisan dónde dormir a cielo abierto mientras ven destruidos todos sus sueños y no saben qué será mañana. Les une el desasosiego, cada uno vivió un cambio de rutina radical y repentino. En unos pocos segundos todo se les fue abajo y ahora para ellos los días transcurren con un trajín que no cesa. Polvo, camiones que entran y salen constantemente, miles de uniformados y voluntarios ajetreados, perros rescatistas, gente curiosa, algarabía, nerviosismo: calamidad.

Esta no es la primera vez que sucede un desastre como este. Tampoco será el último. Es terrible, pero poco a poco se verán los avances. Toca resignarse y trabajar con mucho optimismo pensando en que la naturaleza es así de injusta, pero también es divina, y no queda más que seguir adelante y minimizar, en lo que se pueda, los daños futuros construyendo edificaciones antisísmicas.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.