La xenofobia como discurso de poder
especiales
Imagen tomada de https://hch.tv
Que una de las premisas de campaña y empeño de gestión de Donald Trump es contra la migración, no es tema nuevo. Que desde el principio sus esfuerzos han estado enfrascados, sin medias tintas, en limitar la entrada masiva de migrantes, y que lo expresa y ordena y promete casi con odio, con una obsesión enfermiza, es evidente.
Es asunto constante en su arenga, se lo aplauden los seguidores más radicales. Sus electores saben que es una trama que le absorbe, y él también entiende que es una tesis segura, que, con ese argumento, aunque a veces sin fundamento, se gana a un sector que se siente amenazado por el extranjero que llega, ese mismo “forastero” que soporta parte de la economía de Estados Unidos, como la de servicios.
Pero una cuestión es oponerse y regular el éxodo desordenado, abordarlo como una preocupación natural de Estado y otro es llamar la atención con falsas noticias, intentando satanizar a una población, sembrando descontento hacia ellos porque, ¿quién puede estar de acuerdo con que masacren gatos y perros o ardillas y patos, o cualquier animalito tierno, como si estuviéramos en la selva tratando de sobrevivir? A mí misma me enerva.
Por supuesto que, de solo sugerir este problema, muchos apoyarán al candidato presidencial más alocado de Estados Unidos, y lo ovacionarán y exigirán que boten no solo a los haitianos casi “caníbales” sino a todos los extraños que quieren, a toda costa, vivir en ese país. Incluso sin certeza de que en realidad esto sucede, como es el caso.
Desde hace varios días medios de prensa dedican titulares a la polémica desatada por el equipo de Trump, a desvencijar sus palabras, a la búsqueda de pruebas que sustenten sus acusaciones, a la segmentación de esa comunidad fluctuante que siempre se lleva las de perder porque nunca será bien vista. Una vez más, Trump lo hace y la hipótesis se desmonta a medias, pero ya la mayoría se quedó con el lead y con imágenes mentales de personas comiendo gatos.
Trump y su staff dominan que una idea repetida, aunque simulada, es peor que cualquier verdad, y que una vez instaurada es difícil volver atrás. Saben que usualmente las personas no contrastan fuentes, que se creen todo el cuento.
El cuarto poder es una herramienta implacable, y así lo usan. Lo malo no es que con este testimonio inventado no solo quieren echar tierra sobre las políticas Biden-Harris, sino que puede ser nefasto para las partes calumniadas. Y ya conocemos cómo puede actuar la furia de las masas. Esperemos que la sangre no llegue al río como antes.
Por lo pronto, las autoridades policiales ya han dicho que no existe referencia creíble, ni un solo reporte, hasta ahora, de que en realidad esté sucediendo esto en la ciudad de Springfield, Ohio, como una práctica habitual, ni siquiera ocasional. El bulo ha sido desarticulado y condenado, pero vemos que el discurso de odio existe más que latente, y muchos eligen por él.
Resulta una falta de respeto, de inteligencia, y una imprudencia, acusar sin evidencia intuyendo lo que puede desencadenar el miedo. Una vez más la discriminación sale a flote, así como las maniobras de desinformación que hablan de estigmas sociales, de la deshumanización de grupos que repiten modelos, de la descontextualización; nos habla del diseño de políticas de descrédito que cuentan con el apoyo de personajes influyentes que no cambiarán, que seguirán promoviendo la xenofobia al servicio de la guerra electoral, el campo de batalla donde casi todo es admisible.
Es ingenuo desestimar el poder de los medios. Nada se dice o escribe de casualidad, todo tiene una intención calculada. En este caso, otra vez, la migración carga con el peso de un pensamiento extremista, irracional, basado en historias estereotipadas e infundadas, en prejuicios raciales de toda la vida que, no solo ofende, puede tener consecuencias graves.
Añadir nuevo comentario