Sigue porfía en Brasil: Lula y Bolsonaro irán a segunda vuelta

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Sigue porfía en Brasil: Lula y Bolsonaro irán a segunda vuelta
Fecha de publicación: 
3 Octubre 2022
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Luiz Inacio Lula da Silva y Jair Bolsonaro irán a la segunda vuelta, tras conocerse los resultados de la primera en las elecciones presidenciales, legislativas y regionales de este domingo 2 de octubre en Brasil.

Lula, con el 48,20% de los votos válidos en las elecciones de este domingo en Brasil, tendrá que definir la Presidencia en una segunda vuelta con el actual mandatario, Jair Bolsonaro, que obtuvo el 43,40.

De acuerdo con el Tribunal Superior Electoral (TSE), tras haber sido escrutado el 99,03%, ningún candidato consiguió matemáticamente alcanzar más de la mitad de los votos, listón que se necesita para garantizar la elección sin necesidad de segunda vuelta.

El resultado fuerza a un balotaje el 30 de octubre. Los sondeos atribuían a Lula una amplia ventaja sobre Bolsonaro en vísperas de la disputa, la más polarizada en décadas en el mayor país de América, en comicios celebrados con una alta concurrencia y tranquilidad.

En este contexto, Lula anunció que iniciará este lunes una amplia campaña para obtener el apoyo de otras fuerzas progresistas, que aseguren su triunfo y la derrota de la ultraderecha el 30 de este mes.

Desde 1998 no ha habido un presidente que ganara en la primera vuelta, cuando Fernando Henrique Cardoso venció a quien sería su sucesor, Lula, al obtener el centroderechista el 53% de los votos, frente al 31% del ex sindicalista de izquierda. 

Ahora el ganador de la segunda vuelta el 30 de este mes de octubre asumirá el primer minuto del Año Nuevo, es decir, el Primero de enero del 2023 y gobernará hasta el último del 31 de diciembre del 2027. El presidente puede ir a una reelección inmediata, para un mandato conjunto de ocho años, y después puede contender nuevamente para un nuevo periodo no consecutivo.

El ultraderechista presidente brasileño apeló a todas las formas para acceder a la reelección, desde la amenaza del desconocimiento de los resultados electorales de no serles favorables, un golpe de Estado, un bombardeo permanente de mentiras desde redes sociales y medios, hasta abonar una guerra religiosa desde el gobierno y los templos pentecostales para impedir la victoria de Lula da Silva.

Su campaña se convirtió en una especie de guerra religiosa, y cada 20 días participaba en un evento evangélico, la Marcha por Jesús.

En las últimas semanas Bolsonaro captó a los líderes evangélicos más sectarios, fundamentalistas y radicalizados. La campaña bolsonarista también intensificó la presencia del presidente y su esposa Michelle en ceremonias y servicios evangélicos, en los que no faltaban los incendiarios llamados de manipuladores y charlatanes.

La participación de Bolsonaro en actividades evangélicas, así como graduaciones y condecoraciones para policías y militares, fue parte de su agenda principal. Esta singular rutina presidencial sirvió como brújula de su estrategia de campaña.

Una radio de la cadena Globo relató que los pastores neopentecostales transformaron a los cultos en espacios de agitación política para divulgar noticias falsas. La más repetida era que habría un cierre masivo de templos si gana “el comunismo” a través de Lula.

Si el Partido de los Trabajadores (PT) vuelve al poder con Lula habrá un nuevo impulso a la integración sudamericana a través del Mercosur y regional con el apoyo a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) y al resurgimiento de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), principal foro político de la región.

En cambio, la reelección del actual gobernante prolongará la política de sabotaje a las instituciones regionales y aliento a la desestabilización, estimulando una suerte de nuevo Plan Cóndor desde el cual se apoyan las intentonas subversivas.

PROGRAMAS

Lula ya había anunciado que se propone reconstruir a Brasil, tras la destrucción en todos los sentidos causada por Bolsonaro en una nación que es la cuarta mundial en la exportación de alimentos, pero donde, de sus 213 millones de habitantes, la mitad tiene una alimentación insegura, 33 millones pasan hambre y 9,9 millones están desempleados.

Promete lanzar un Bolsa Familia renovado y ampliado, agregando a los 600 reales mensuales otros 150 (USD 28) por cada hijo menor de seis años.

Su propuesta económica tiene como pilares la inversión pública y la mejora del salario mínimo (1 212 reales, USD 236) para restaurar el poder adquisitivo de los brasileños frente a la elevada inflación.

El líder histórico del Partido de los Trabajadores (PT) también se plantea implementar una reforma tributaria "para que los pobres paguen menos y los ricos paguen más".

Lula da Silva ha dicho que trazará un plan para reducir el endeudamiento que afecta a casi el 70% de las familias brasileñas.

Propone una nueva legislación laboral para ampliar la protección social, revirtiendo los retrocesos del régimen actual.

El principal caballo de batalla de Bolsonaro para combatir es el programa de transferencia de dinero Auxilio Brasil, una reformulación del Bolsa Familia creado bajo la administración Lula (2003-2010), aumentado a 400 reales mensuales (USD 77)
durante la pandemia y a 600 reales (USD 115) este año.
Su programa menciona como prioridad la generación de empleos, especialmente para jóvenes y mujeres, y cita la "libertad económica" como promotora del bienestar social.

El candidato ultraderechista promete eximir del impuesto a la renta a quienes ganen hasta cinco salarios mínimos y mejorar la infraestructura en las regiones menos desarrolladas, además de ampliar el proceso de privatizaciones.

Pero Bolsonaro tuvo cuatro años para hacer esto, y no lo hizo, ahondando la discriminación racial y de género, así como descuidando la salud, acápite en que Brasil tuvo más de 600 000 fallecidos a causa del COVID-19.

PANORAMA GENERAL

Eran 12 los candidatos a la presidencia, entre ellos cuatro mujeres: Simone Tebet, del Movimiento Democrático Brasileño; Vera Lúcia Salgado, del Partido Socialista de los Trabajadores Unificado; Soraya Thronicke, de Unión Brasil; y Sofia Manzano, candidata por el Partido Comunista Brasileño. En tanto, entre los postulados aparecían dos negros: la ya mencionada Salgado y Léo Péricles, de Unidad Popular.

Sin embargo, los dos grandes favoritos a ocupar el Palacio del Planalto eran el ex presidente progresista Luiz Inácio Lula da Silva y el actual mandatario ultraderechista y neopentecostal, Jair Bolsonaro, quienes realizaron una encendida campaña, en la que desde el gobierno se invirtieron millones de dólares para comprar voluntades entre los sectores más necesitados.

Pero Brasil no sólo debe elegir al próximo presidente del país que gobernará durante cuatro años, sino también renovará toda la Cámara de Diputados —de 513 representantes—, un tercio del Senado —27 de 81 legisladores—, y no sólo eso, elegirá a los 27 gobernadores del país y todos los diputados locales (mil 059). En el 2024, se consideran las elecciones municipales, en las que se renovarán todos los alcaldes, vicealcaldes y concejales de las 5 568 ciudades del país.

Este aglutinamiento de elecciones se estableció con la actual Constitución de Brasil de 1988 —tras el fin de la dictadura militar, que duró 21 años—, donde todos los cargos a elección tienen una duración de cuatro años, a excepción de los senadores, que pueden estar hasta ocho en su puesto. 

Además, casi todos los puestos públicos —el presidente, gobernadores, senadores y alcaldes— se pueden elegir en segunda vuelta si no se alcanza el porcentaje de 50% más uno, a excepción en localidades donde no haya más de 200 000 habitantes (alrededor de 96 ciudades tienen balotaje), que se realiza cuatro semanas —en las municipales es sólo de dos semanas—después de la primera vuelta.

Para el caso de diputados locales y federales, todos son electos por representación proporcional, es decir, de acuerdo al porcentaje de votos a un partido político.

CANDIDATOS NEGROS

Brasil, un país con históricas desigualdades raciales pese a que el 55% de su población se declara afrodescendiente, tuvo por primera vez en estas elecciones presidenciales, legislativas y regionales de la una mayoría de negros entre los candidatos. También fue récord la cantidad de mujeres e indígenas que se postulan a algún cargo.

De acuerdo al Tribunal Superior Electoral (TSE), de los 28 28 116 candidatos inscriptos para los comicios de octubre, 14 015 se registraron como afrodescendientes (49,57%) y 13 914 como blancos (48,86%). Entre los afrodescendientes, 10 079 se dijeron mulatos (35,65%) y 3 936 negros (13,92%). Por primera vez los candidatos negros son mayoría, pese a que su participación ya venía aumentando.

El aumento de la participación de las mujeres y de los negros en las elecciones es atribuido a las políticas de cuotas adoptadas en los últimos años en Brasil. La legislación establece que los partidos tienen que inscribir al menos un 30% de mujeres entre sus candidatos, porcentaje que solo se alcanzó en el 2014.

En las presidenciales, legislativas y regionales del 2018 –en las que fue electo Bolsonaro, aprovechando la injusta prisión de Lula- los resultados reflejaron las desigualdades raciales del país: aunque los negros fueron el 46,56% de los candidatos tan solo representaron el 24,36% de los elegidos.

Así como el número de candidatos negros para las elecciones de este año fue récord, el de indígenas también, con el 0,87% del total de aspirantes. El número de indígenas inscriptos como candidatos para las elecciones saltó desde 85 en el 2014 hasta 133 en el 2018 y 175 en el 2022.

El número de candidatas mujeres este año también es récord, pese a que solo representan el 33,4% de los aspirantes y la mitad de los hombres (66,6%).

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