Fidel Castro: su vocación por la soberanía de Cuba y los pueblos
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El nombre de Fidel Castro ha marcado el paso del tiempo de Cuba en las últimas siete décadas. Su impronta, no obstante, trasciende los límites de esta isla del Caribe, pues el líder de la Revolución cubana devino una de las personalidades más relevantes de la historia contemporánea.
Desde luego, se trata de una figura que no solo ha generado grandes simpatías. Los procesos y conflictos en los que tomó parte desde su juventud le propiciaron a lo largo de nueve décadas de vida no pocos adversarios y detractores. Aun así, es innegable que, a 98 años de su nacimiento, Fidel Castro continúa siendo un referente para miles de personas, tanto fuera como dentro de la Mayor de las Antillas.
Fidel Castro Ruz nació el 13 de agosto de 1926 en Birán, actual provincia de Holguín. Su padre, Ángel Castro Argiz, descendiente de campesinos de Galicia, fue miembro del ejército español durante la última guerra independentista de Cuba y se convirtió en un importante terrateniente de la región nororiental. Su madre, Lina Ruz González, provenía de una familia campesina de Pinar del Río.
Con su ingreso a la Universidad de La Habana en 1945, el hijo de Birán se incorporó a las luchas estudiantiles. Desde distintas organizaciones progresistas del estudiantado, se pronunció contra las incongruencias de aquella república y contra el imperialismo norteamericano. A partir de entonces, la vida de Fidel estaría ligada a la lucha por la justicia social.
En la década de 1950, se colocó al frente de una generación de jóvenes valiosos y comenzó a erigirse como un líder nacional. Organizó el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes en 1953; preparó la expedición del Granma, zarpado desde puerto mexicano en 1956; dirigió la guerrilla en las montañas entre diciembre de 1956 y diciembre de 1958; y encabezó la Revolución hasta sus últimos alientos.
En el juicio que sobrevino tras los sucesos del 26 de julio de 1953, enunció los problemas que acuciaban a la sociedad cubana de entonces: el problema de la vivienda, el de la industria, el de la salud, el de la educación, el del desempleo y el de la tierra. Respecto a este último tema, sostuvo una de las posturas más radicales y consecuentes cuando, en 1959, un grupo de dirigentes revolucionarios redactaba la Ley de Reforma Agraria, disposición que benefició a cientos de miles de campesinos y contribuyó a la consolidación de la soberanía nacional.
Una vez alcanzada la victoria contra la tiranía batistiana y enrumbado el nuevo camino de Cuba, el líder guerrillero fue uno de los artífices de uno de los gestos más admirables de la Revolución cubana: la solidaridad en materia de salud, que comenzó en 1962 con la ayuda de varias decenas de sanitarios antillanos a la recién independizada Argelia.
Las líneas no serían suficientes para reseñar los grandes momentos protagonizados por Fidel Castro. Las impresiones en torno a esta excepcional figura pueden ser disímiles. Lo cierto es que, a través de los años, muchos han reconocido su capacidad de liderazgo y de aportar razonamientos atinados a los análisis de las diferentes coyunturas. Cuando se recuerda al fundador del Ejército Rebelde, no pueden ignorarse su talento, los aprendizajes durante su formación como jurista, su inteligencia y su vocación por la soberanía de Cuba y los pueblos.
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Carlos de New York City
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