Estados Unidos: Donde no se puede decir la verdad

El famoso cantante y actor norteamericano Frank Sinatra lo dijo hace siete décadas a sus perseguidores macartistas, además de espetarles que debían preocuparse en buscarle empleo a millones de norteamericanos, porque en la Unión Soviética (a la que acababa de visitar) todo el mundo tenía trabajo.

Sinatra nunca fue comunista como tampoco lo es la animadora cubana radicada en Estados Unidos que fue cesanteada hace año y medio en la emisora miamense La Poderosa, porque en su programa defendió la versión del presidente ruso, Vladimir Putin, sobre el porqué había tenido que iniciar la operación militar especial en Ucrania. “En este país no se puede decir la verdad”, subrayó la susodicha.

Eso se sabe hace rato, lo que ahora ha empeorado aún más con las represalias de los hijos del sionismo a quienes se atrevan a condenar el genocidio de Israel contra el pueblo palestino, hoy centrado en la Franja de Gaza.

Genocidio en el que es responsable principal Estados Unidos, por obstaculizar los intentos para que se ponga fin y ordenar su confeso presidente adicto al sionismo de que mantendrá los portaaviones que protegen a Israel, al que sigue suministrando el armamento necesario para el crimen colectivo.

Mientras el falsamente objetivo The New York Times aludía a que el problema israelo-palestino había que verlo desde un punto de vista sicológico (¿) -como si no hubiera miles de víctimas por la vesania sionista-, se encargaba de dejar cesantes a dos galardonados periodistas, Jazmine Hughes y Jamie Lauren Kelles, por firmar una carta abierta en repudio al asedio de Israel a Gaza. 

El editor general Jake Silverstein dijo que dicha carta violaba la política del medio referida a las luchas sociales, pero ambos periodistas señalan que el modo en que el medio para el que trabajaban vigila el activismo propalestino es parte de un doble rasero que indica un apoyo tácito a Israel.

Hughes, una afronorteamericana, quien trabajó con The Times desde el 2015 como editora y escritora para la revista, ganó en el 2020 el premio Next de la Sociedad Estadounidense de Editores de Revistas para periodistas menores de 30 años, y en el 2023 fue merecedora de un Premio Nacional de Revista por redacción de perfiles, por artículos sobre Viola Davis y Whoopi Goldberg.

PEOR EN LOS CAMPUS UNIVERSITARIOS

El miedo a significarse a favor de la causa palestina o a levantar la voz contra los crímenes de guerra que se están cometiendo en Gaza permea la vida intelectual en casi todos los campus de ese país.

El cierre sin precedentes de la esfera pública en las universidades estadounidenses es perverso, porque confunde deliberadamente víctimas y victimarios, antisionismo y antisemitismo o justicia y venganza.

Para Luis Martín Cabrera, del medio español El Salto, el miedo a significarse a favor de la causa palestina o a levantar la voz contra los crímenes de guerra que se están cometiendo en Gaza, permea la vida intelectual en casi todos los campus de este país. Ni siquiera después de los atentados del 11 de septiembre hubo un cierre tan tajante de la esfera pública. 

“La gente tiene miedo- subraya-, porque ha visto como las fotos y los nombres de los miembros de la organización estudiantil Justice in Palestine (Justicia en Palestina) en Harvard o Yale aparecen en grandes carteles fijados con sus datos personales sobre camiones de propaganda en las calles aledañas al campus, o cómo algunos ejecutivos de Wall Street se comprometen a no contratar nunca a aquellos estudiantes relacionados con la organización. 

“Todo el mundo ha visto también cómo la Universidad de Columbia ilegalizaba a la mencionada organización Justice in Palestine y a una organización judía, Jewish Voices for Peace, que protestan contra los bombardeos indiscriminados de civiles en Gaza. 

“Yo mismo mientras escribo estas líneas me preguntó si voy a tener problemas por hacerlo, y el solo hecho de que se me pase por la cabeza ya es un síntoma de la disciplina y el control que se nos está tratando de imponer”.

NADA NUEVO

La máquina de propaganda sionista no es nueva en los campus universitarios norteamericanos, y lleva décadas siendo aceitada y preparada para una situación como la que se vive ahora. Existe, por ejemplo, una organización –Cannary Mission— que se dedica ya desde hace años a denunciar a profesores y estudiantes que han mostrado su apoyo al pueblo palestino.

En su página web se pueden ver fichas —porque son fichas policiales— con las fotos y las actividades de estas personas. La diferencia es que ahora el Estado de Israel y los sionistas que lo apoyan incondicionalmente están movilizando todo su poder y todo su dinero para financiar un auténtico macartismo de nuevo cuño sionista. 

Todas las semanas hay anuncios pagados en The New York Times de organizaciones israelíes o proisraelíes donde se le agradece, por ejemplo, a los ejecutivos de las grandes compañías estadounidenses (Wall Mart, Tesla, Amazon, Facebook, etc.) por su apoyo incondicional al Estado de Israel.

No son pocos los ejecutivos de Wall Street o los filántropos y consejeros de las universidades más importantes del país los que han amenazado con suspender sus generosas contribuciones a las arcas de estas universidades, si la universidad no da muestras contundentes de apoyo a la punta de lanza de Estados Unidos en el Medio Oriente.