Corea del Sur: Vitrina que se quiebra
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Un hombre grita para exigir al presidente surcoreano Yoon Suk-yeol que dimita frente a la Asamblea Nacional en Seúl, Corea del Sur, el miércoles 4 de diciembre de 2024. Ahn Young-joon / AP - composición de France 24
Desde su inicial control político, militar, económico y social sobre Corea del Sur, Estados Unidos la ha presentado como una vitrina esplendorosa de democracia y avance en todos los órdenes, tratando de diferenciarla y mantenerla distante de sus hermanos del norte de la península, llegando a ejercitarla y prepararla para una posible guerra de agresión.
Así, más de 30 000 soldados norteamericanos ocupan diversos enclaves militares en la parte meridional, con todo tipo de armas y como apoyo a las numerosas y cada vez más frecuentes maniobras con las tropas del Sur, en las que ensayan diversas opciones de invasión al Norte, cuyos gobernantes subrayan que el poderío de sus armas nucleares es lo que ha disuadido hasta ahora cualquier agresión al respecto.
En este contexto, el despilfarro armamentístico y la mayoritaria presencia de gobiernos que solo piensan en enriquecerse han hecho retroceder a la economía surcoreana que ha tenido momentos de esplendor gracias a avances tecnológicos.
Todo esto ha quedado atrás con varios malos gobiernos, con mandatarios envueltos en escándalos de corrupción, parte de lo cual es el actual Yoon Suk-yeol, quien logró la presidencia por apenas un por ciento de ventaja y la propaganda de haber sido un fiscal consecuente contra el mal.
Sin haber esperado dictado del establishment norteamericano que controla el Sur, el presidente llegó a declarar la ley marcial y copar al Parlamento militarmente, bajo el falso pretexto de que la mayoría legislativa opositora, encabezada por el Partido Democrático, estaba conspirando con la República Popular Democrática de Corea.
Tal falacia no pudo ser sostenida, el mandatario echó para atrás la ley marcial, ahora por ello es acusado de traición y en el momento de escribir estas líneas era evidente que sería destituido, demanda que contaba hasta con el apoyo del liderazgo de su conservador Partido del Poder Popular. Y aunque ahora se esgrime una ley para aprobar tal medida, sin dudas eso no es lo más importante.
DESGASTE
La figura del presidente había sufrido un desgaste cada vez mayor en los últimos tiempos. Hay que remontarse a tres décadas para vislumbrar el comienzo de Yoon-Suk-yeol como fiscal en Seúl, librando una constante batalla contra la corrupción que le aupó hasta el puesto de fiscal general de Corea del Sur en el 2019.
Llegó hasta el puesto de la mano de Moon Jae-in, el entonces presidente surcoreano, y se ganó el favor del pueblo luchando contra los casos de corrupción que salpicaban a los líderes políticos. Fue responsable de varios casos que acabaron con dirigentes procesados, como los expresidentes Park Geun-hye o Lee Myung-bak. Ello le aupó a presentarse como candidato presidencial del PPP en el 2021, mientras que en el 2022 logró imponerse solo con un punto de ventaja sobre el Partido Democrático. Lo ajustado del resultado se traduciría después en un gobierno en minoría y complicado en prácticamente cada paso dado desde entonces, aprobando solo alrededor de un 25% de sus proyectos.
A su llegada al poder, Yoon dejó claro que quería dar poder al pueblo y alejarse de los escándalos de corrupción, pero la realidad fue bien distinta. Al bloqueo constante en el ámbito legislativo se unieron varios escándalos, entre ellos, los que salpicaron a su mujer, Kim Keon-hee, quien aceptó costosos regalos, manipuló acciones en Bolsa y falsificó su curriculum, todo un plagio académico.
El año pasado, el Parlamento, controlado por la oposición, aprobó un proyecto de ley que habría encomendado a un fiscal especial la investigación de las acusaciones, pero Yoon lo vetó.
PASADO IGNOMINIOSO
El primer presidente de la República tras la independencia de Japón después de la Segunda Guerra Mundial se vio obligado a exiliarse por una revuelta estudiantil en 1960. Su sucesor ocupó el cargo menos de dos años antes de ser derrocado en un golpe de Estado.
Park, el siguiente presidente autoritario que gobernó durante 18 años, fue muerto a tiros en 1979 por su propio jefe de Inteligencia, desencadenando una era de agitación y brutal gobierno dictatorial que dejó una marca indeleble en la psique política de la nación.
Poco después de la muerte de Park, Chun Doo-hwan, general de división del Ejército, tomó el poder mediante un golpe de Estado y declaró la ley marcial, deteniendo a opositores, cerrando universidades, prohibiendo actividades políticas y reprimiendo a la prensa.
En 1980, cuando estallaron en la ciudad meridional de Gwangju manifestaciones prodemocráticas lideradas por estudiantes para protestar por la aplicación de la ley marcial, Chun envió al Ejército para aplastar la revuelta, matando a casi 200 personas. Gobernó con mano de hierro hasta 1988, cuando las protestas masivas le obligaron a permitir la celebración de elecciones presidenciales abiertas, exigidas por un movimiento prodemocrático nacional.
En la década de 1990, Chun fue procesado por el golpe y la represión de Gwangju. Fue condenado a muerte, pero posteriormente fue indultado.
Aunque el predominante Imperio trató nuevamente de presentar a su súbdito como una democracia sólida, lo cierto es que el panorama político interno siguió polarizado y díscolo, y los presidentes de ambos bandos se enfrentan a menudo a peticiones de destitución y enjuiciamiento.
Roh Moo-hyun, presidente de 2003 al 2008, se suicidó mientras era investigado por presunta corrupción, tras dejar el cargo. Su sucesor, Lee Myung-bak, fue condenado a 15 años de prisión por corrupción, tras abandonar el cargo.
Y la hija de Park Chung-hee, Park Geun-hye, primera presidenta de Corea del Sur, fue destituida por la Asamblea Nacional por tráfico de influencias de su principal ayudante y amiga. Fue condenada a 24 años de cárcel por corrupción y abuso de poder. Posteriormente fue indultada.
En fin, la denominada República de Corea, pese a sus avances y presentaciones culturales que le han dejado popularidad (K-Pop, telenovelas), arrastra un pasado ignominiosos, alentado y manejado por un imperialismo que pretende siempre presentarla como su punta de lanza contra el Norte coreano, China y Rusia.
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Javier Hernández Fernández
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