Clima que se quiebra: De vida o muerte
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Emisiones en Alemania. Foto EFE
Como un eterno invitado, nuestro país acaba de participar en la recién finalizada reunión de las islas del Pacífico, a las que nos unen gestos de solidaridad en el sector de la salud, sin ánimo de lucro.
Pero además de afincar los lazos entre ambas partes, el evento tuvo como principal preocupación el constante peligro a que se ven sometidas dichas islas por la crecida del mar, debido al cambio climático, en el que las naciones desarrolladas tienen gran culpa, sin que sus promesas al efecto se cumplan.
Pero este comentario no va a tratar las cuestiones debatidas en el evento, sino apuntar la gran responsabilidad de los países desarrollados en un aspecto tan destructivo para la humanidad, solo superado por una hecatombe nuclear.
Aunque contribuyen en menos del 0,03% del total de las emisiones globales de carbono, las islas del Pacífico están en la primera línea de la crisis climática. Países enteros podrían quedar totalmente sumergidos en las próximas dos a tres décadas. Reproducir las islas en un mundo virtual o reubicar sus poblaciones son algunas de las soluciones que proponen los Estados-nación como Tuvalu, Vanuatu y las islas Fiyi para garantizar su existencia.
Tengamos en cuenta que un país no se limita solo a su territorio. Lo constituyen también su población, su naturaleza, su cultura, sus tradiciones, su historia y habilidad para autogobernarse como nación. Pero si pierde su territorio soberano, ¿puede seguir existiendo?
Actualmente, algunas naciones insulares del Pacífico se enfrentan a esta pregunta, que antes parecía inverosímil. Recapitulemos: a causa de las catástrofes provocadas por el cambio climático, países enteros en el Pacífico pronto podrían resultar inhabitables. Varios están destinados a quedar completamente sumergidos para finales de siglo. Incluso aunque el planeta logre mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5ºC, naciones insulares como Tuvalu o Kiribati corren el riesgo de acabar bajo el agua.
Al igual que otros países de la región, ambas naciones están constituidas por atolones, islas que además tienen una laguna central, poco profunda, lo que las hace más vulnerables a la subida del nivel del mar y a sus efectos, como la erosión de las costas y la contaminación de las fuentes de agua dulce.
MUNDO QUE NO ACTÚA
Simon Kofe, el ministro de Relaciones Exteriores de Tuvalu, envió al mundo un mensaje urgente. De pie detrás de un atril de madera en una de las playas de la isla, anunció a través de un video que el pequeño país insular del Pacífico se convertiría en la primera nación digital del planeta.
“El mundo no ha actuado”, afirmó, mientras las banderas de la ONU y de Tuvalu ondeaban detrás suyo. “Tuvimos que tomar nuestras propias medidas de precaución… Nuestra tierra, nuestro océano, nuestra cultura son los bienes más preciados de nuestro pueblo. Y para mantenerlos a salvo del peligro, sin importar lo que pase en el mundo físico, vamos a trasladarlos a la nube”, acotó.
Con el objetivo de preservar lo que queda, Tuvalu será el primer país en duplicarse en el metaverso. Porque, según las estimaciones, está destinado a ser inhabitable dentro de los próximos 20 a 30 años. Situado a medio camino entre Hawái y Australia, el archipiélago de nueve islas tiene una población de unos 12 000 habitantes que viven en atolones de baja altitud.
LA RAÍZ DE LOS PROBLEMAS
Los países desarrollados que utilizan carbón y producen combustibles fósiles deben ponerle fin a toda nueva expansión de estas industrias.
Pero, aunque la comunidad científica, las ONG y los activistas climáticos hayan rogado a las naciones abandonar las energías fósiles, multinacionales como TotalEnergies y Shell tienen previsto seguir abriendo nuevos centros de producción de gas y petróleo.
La reducción de las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera es la acción número uno para combatir el cambio climático. El monitoreo del clima y la compensación a países más afectados también son cruciales, especifica France 24.
Como ahora que el mundo asiste impávido al exterminio por Israel del pueblo palestino, con el apoyo de Estados Unidos, esto se repite en el caso del cambio climático, con la participación de EE.UU. el principal contaminante mundial, en la construcción de un oleoducto para transportar el combustible de las arenas petroleras en Canadá a Texas.
Y es que el cambio climático tiene sus promotores. Un influyente sector de políticos, empresarios multimillonarios y la industria de hidrocarburos dedican millones a su causa. Lo que incluye contratar a un elenco de expertos que se ganan la vida al servicio de esos intereses, presentándose ante medios y foros, poniendo en duda que existe el calentamiento global.
Por ejemplo, está el caso de Wel-hock Soon, científico asociado a la Universidad de Harvard, que ha sido una de las figuras más prominentes encargadas de sembrar dudas sobre los efectos de los gases que contribuyen al efecto invernadero.
En documentos suministrados por Greenpeace se reveló que acepto más de un millón 200 000 dólares de la industria energética, algo que jamás divulgó en todos sus trabajos y sus ponencias ante el Congreso y otros foros.
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Carlos de New York City
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