Boluarte: dura con el pueblo, sumisa al Imperio

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Boluarte: dura con el pueblo, sumisa al Imperio
Fecha de publicación: 
25 Julio 2023
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Aún con los ecos de la denominada Tercera Toma de Lima por miles de peruanos procedentes mayormente del interior del país para exigir la renuncia de la designada presidenta Dina Boluarte y el cese del Congreso, los entes encargados de hacer inocua la protesta se vanaglorian de la menor represión al respecto y tratan de hacer olvidar que más de 70 civiles han sido asesinados en demostraciones similares sin que nadie sea emplazado por ello.

Boluarte, a pesar de ser repudiada por el 80% de la población, ha recibido pleno respaldo de Estados Unidos, que ha logrado que su gobierno sea aprobado por la Unión Europea, Naciones Unidas y, por supuesto, la Organización de Estados Americanos.

Su poca aceptación se centra en Lima, tradicionalmente conservadora, divorciada del resto de la nación y asiento de la oligarquía y la mayoría de los medios más reaccionarios. 
Desde allí ha surgido nuevamente el respaldo de su ex enemiga Keiko Fjujimori, quien aspirará por cuarta vez a la presidencia en el 2026.

Llama la atención un comentario de la nada progresista CNN, que admite que, si Boluarte se hubiera atenido a la lógica de su mandato, uniéndose al partido de izquierda que la apoyaba en vez de aliarse con la derecha, no hubiera tanta tragedia en Perú.

HIPOCRESÍA

En declaraciones a la prensa Boluarte, quien asumió el poder luego del golpe parlamentario ocurrido el 7 de diciembre del 2022 contra el expresidente Pedro Castillo, dijo que “el tema del adelanto de las elecciones ya estaría cerrado” y que, por tanto, “en el marco del respeto a la Constitución de 1993 y al estado de derecho” ella “seguirá trabajando hasta julio del 2026”.

Una vez más Dina Boluarte incumple sus compromisos políticos, ya que en su momento a raíz del masivo levantamiento popular que se inició días después de que Pedro Castillo fuera depuesto por el golpe parlamentario, la actual presidenta se comprometió públicamente a promover un adelanto de elecciones para, a partir de ello, canalizar el gran descontento que genero su llegada al gobierno, tras traicionar al hoy    encarcelado injustamente mandatario, quien la tenía como su vicepresidenta y Ministra de Estado.

Junto a ella destaca su premier, Alberto Otárola, ambos responsables de las ya mencionadas muertes de más de 70 civiles, víctimas de la brutal represión policial-militar ordenada desde el Ejecutivo, como lo han puesto en evidencia investigaciones periodísticas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH),

Boluarte proviene de las entrañas de Perú Libre (partido que llevo a la presidencia a Pedro Castillo) y contó en su momento con toda la confianza del referente de ese partido, Vladimir Cerrón, por eso se desempeñó como la tesorera de esa agrupación política de orientación reformista. 

Sin embargo, y como lo viene poniendo también en evidencia las investigaciones periodísticas, la actual presidenta, desde buen tiempo atrás, habría sido parte del plan golpista construido por la derecha parlamentaria, los grandes medios de comunicación, la Fiscalía de la Nación y el empresariado.

LA TAPA AL POMO

Algunos analistas que se dicen objetivos coinciden en afirmar que Boluarte no sabe qué papel le corresponde, pero nada más falso, porque sí sabe ordenar la represión a quienes se oponen a los designios del abanico reaccionario que la sostiene contra viento y marea.

Otros opinan que la presencia de militares norteamericanos para especializar aún más en la brutalidad a las llamadas fuerzas del orden, tiene como fin contrarrestar la presencia de Rusia y China en la zona, algo creíble, pero lo que se pretende es asegurar el continuismo y tranquilidad de la oligarquía y las corporaciones estadounidenses, en lo que resulta imprescindible hasta ahora mantener a Boluarte en el poder.

Ya en territorio peruano se encuentran 700 de los mil militares estadounidenses allí asignados, y en ese contexto se encuentra la situación del vecino Ecuador, cuyo agonizante mandatario de derecha ha comprometido la presencia castrense norteamericana para los próximos siete años.

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