Assange golpea a serviles y homenajea a Ellsberg

Assange golpea a serviles y homenajea a Ellsberg
Fecha de publicación: 
27 Junio 2024
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Poco antes de fallecer de muerte natural el pasado día 15, el ex funcionario del Pentágono Daniel Ellsberg tuvo como su último deseo la liberación de Julian Assange y que otros denunciantes se atrevieran a seguir su ejemplo.

La noticia de su liberación hace unas horas no podía ser más agradable para todos los seres de buena voluntad: tras cinco años de injusta prisión por decir la verdad, un tribunal estadounidense ubicado en las islas Marianas concedió la libertad al valiente y honesto periodista australiano.

Antes, el fundador de Wikileaks tuvo que acceder  a reconocer que había dado a conocer documentos guardados en secreto por la parafernalia gobernante en Estados Unidos, pero siempre subrayando que había dicho la verdad, apuntalando el derecho a la libertad de información.

La información al respecto ha sido profusa por todos los medios de comunicación, en los que se relata la odisea vivida por Assange, la persecución a la que fue sometido por denunciar los crímenes de las tropas norteamericanas en Iraq y Afganistán, entre tantas verdades que revela el carácter de quienes ahora ponen al mundo al borde de una guerra nuclear.

Quizás para mi resulta llamativo que algunos periodistas que lo defendían al principio dieron un paso al lado ante el temor de sufrir represalias, además de que ya había sido víctima del hecho deleznable protagonizado por el entonces presidente de Ecuador, Lenín Moreno, quien en gesto tanto de soberbia y odio hacia sus antiguos compañeros de partido, así como de aquiescencia a Estados Unidos, levantó el asilo político concedido a Assange en la embajada de su país en Londres y permitió que militares británicos lo sacaran a rastras de la sede.

Lo cierto es que en toda esta trama juega la aceptación de Assange como un requisito para su liberación, realmente necesaria en la preservación de tan valiosa vida y que no lo demerita en nada.

En ello está el interés de Biden de forjarse una imagen más positiva con vistas a las elecciones de noviembre, en lo que también está enrolada la decisión de eliminar las deudas a más de 100 000 graduados universitarios y conceder asilo y legalizar a medio millón de migrantes, así como, opino, copiar tímidamente aquella intención esbozada por Obama (de quien fuera su vicepresidente) de establecer un camino -hasta ahora muy tortuoso- para estimular a empresarios privados cubanos radicados en la Isla bloqueada desde hace más de seis décadas.

ELLSBERG

Nadie mejor que Daniel Ellsberg para demandar la liberación de Assange: en 1971 envió miles de documentos clasificados por el Pentágono sobre la guerra de Vietnam al New York Times, al Washington Post y otros 16 diarios norteamericanos. En ellos se mostraba que el gobierno había decidido continuar la guerra —que ya duraba 16 años en la etapa norteamericana— aun sabiendo que no la ganarían y que causaría miles de muertes más, mintiendo y ocultando la realidad a su ciudadanía. 

La filtración de documentos puso en grave riesgo la seguridad personal de Ellsberg, quien prefirió alertar a la opinión pública, que ya venía manifestándose masivamente contra la guerra desde los años sesenta. 

El presidente Nixon y Kissinger, su consejero de Seguridad y principal responsable de la política en Vietnam, quisieron silenciarle por las buenas o por las malas, lo que incluía denuncias judiciales por traición y encargos a mafiosos para “partirle las piernas”. También trataron, sin éxito, de impedir que la prensa publicara la información.

Pero la resistencia terca del poder político fue vencida por el poder judicial. El Tribunal Supremo de EE.UU. terminó avalando la conducta de Ellsberg en aras del derecho a la información y de la libertad de expresión, y en consideración de las malas artes de Tricky Dicky (el “Tramposo Dick”, alias de Nixon) para con Ellsberg.

Hoy se acepta que la denuncia de Ellsberg y la valentía de los periodistas y de sus editores contribuyeron a acortar la guerra de Vietnam.

Los mismos matones movilizados para amedrentar a Ellsberg, ex agentes del FBI y de la CIA (que habían intervenido en el frustrado intento de Playa Girón), fueron los “fontaneros” que poco después serían pillados con las manos en la masa en el caso Watergate, que le costaría la presidencia a Nixon en 1974.
 
Precisamente, el grupo fue creado a raíz del caso Ellsberg para impedir futuras filtraciones y hacer algún que otro trabajo sucio en la sombra. En esta ocasión fue William Mark Felt, agente de la CIA, quien reveló información a los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, del Washington Post. Fue también perseguido y denunciado, hasta ser indultado por Reagan años después.

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