Voy a escribir algo «picúo»

Desde el título puede saberse que no soy de la generación Z, ni de los Millennials, ni de ninguna otra integrada por nativos digitales.
 
Soy del ya lejano Baby boom de los 60, de los que primero decíamos picúo, después cheo y algunos, los menos, Kitsch. Claro, antes ya Guillén deseaba: “Quisiera ser cursi para decir la amo”.

Lo de fula vino muchísimo después. Pero esos y los que le siguieron apenas escribían cosas fula, más bien se expresaban y expresan fundamentalmente con emoticones, memes, mensajes de audio…

Por tanto, no corren el riesgo de escribir cosas picúas.

Pero yo lo voy a correr y es a propósito de algo que leí en las redes, obviamente de la autoría de alguien que puntea en los 'ta.

Escribía ese alguien algo así como que acababa de dar el último adiós a su esposa de toda una vida, y, sin embargo, concluía la amarga jornada asegurando que había sido un buen día.

Y lo había sido, según el protagonista, porque Ella se había ido antes que él y así no había tenido que pasar por el dolor que a él ahora lo abatía. “La amo tanto, que no me hubiera gustado que sufriera lo que yo ahora".

En estos tiempos de tanta pantalla, de tanto anhelar la posesión de cosas, en los que hay hombres que se casan con muñecas y existen aparatos que simulan bocas para ser besadas y besar, casi resulta disonante leer afirmaciones como la citada.

Sin embargo, aunque no abunden en las redes y probablemente tampoco en la realidad, de seguro que amores como esos continúan existiendo. 

Son los que protagonizan aquellas parejas en las que uno no necesita del otro por miedo a estar solo, por sentirse protegido o cuidado, sino por el solo hecho de que le ama, así, sin otros aditivos más o menos ambivalentes.

Claro, es difícil de explicar y de entender, porque, como aseguraba el filósofo alemán, psicólogo social y psicoanalista, Erich Fromm, “El amor inmaduro dice: Te amo porque lo necesito. El amor maduro dice: Te necesito porque te amo”.