Tres mujeres bajo presión en Tokio
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El hecho de clasificar para unos Juegos Olímpicos es, en sí mismo, un gran logro. Asistir a estos que ha recibido Tokio en medio de una pandemia tiene doble mérito. Cada atleta ha llegado hasta allí con todas las deudas de entrenamiento y las afectaciones psicológicas que implican meses de confinamiento.
Ellos y ellas se estremecen como cualquiera con las cifras diarias de contagios y fallecidos, con las noticias de rebrotes y nuevas cepas... han sido tiempos duros hasta para campeones y campeonas. Pero como si todo esto no fuera suficiente, otras presiones también han hecho estragos.
El racismo contra Naomi Osaka
Cuando la vio encender el pebetero olímpico, confiesa una australiana que reside en Japón que pensó que era una "decisión valiente" de parte del comité organizador de los Juegos. Sin embargo, habiendo sufrido ella misma la discriminación que persiste en la tierra del sol naciente, se corrige a sí misma: "No es valiente para nada. Es lo correcto. Es una atleta notable. Es una representante estupenda y merece que se le presente de ese modo”, así lo expresó al medio norteamericano NY Times.
El hecho de que una mestiza, hija de padre haitiano- norteamericano y madre japonesa, quien visiblemente no luce el más tradicional fenotipo nipón, tuviera el privilegio de ser la última en llevar la simbólica antorcha, levantó ronchas entre los seguidores. Desde entonces, se activó la maquinaria racista que explotó luego de que la atleta, favorita por su excelente palmarés, quedara fuera de competencia en su tercera ronda de competencia.
Las redes sociales, esta telaraña que que salva y hunde, se volvieron contra ella y comentarios absolutamente racistas y xenófobos se hicieron virales (nunca mejor dicho) y lo likes cómplices se contaros por decenas de miles.
Otra carta le sacaron de la manga: las crisis de depresión sobre las que ella misma había hablado en algún momento. Así supimos que en Japón se sabe mucho de robots e inteligencia artificial, pero hablar de salud mental sigue siendo un tabú. Así lo explicó Naoko Imoto, una ex atleta olímpica, especialista en educación de la UNICEF y asesora en paridad de género para el comité organizador de Tokio 2020.
El bloqueo contra Laina Pérez
"El frío le recorrió el cuerpo", tardó 20 minutos para soltar el primer disparo y las lágrimas salieron sin consuelo cuando sonó el último. La cubana se llevó la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, pero no partició en otro certamen oficial hasta el torneo olímpico de Tokio.
Como todo el equipo cubano de tiro deportivo, Laina sufre en su preparación los efectos del bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra la isla. Precisamente Meinardo Torres, el profe que estuvo ahí para aconsejarla cuando los nervios le jugaron esta mala pasada, había hablado hace unos meses con la Agencia Cubana de Noticias sobre los costosos blancos electrónicos que se hacen más caros porque no podemos adquirirlos aquí al frente, en territorio norteamericano, la escasés de balas acorde al rigor de tiradores y tiradoras de nivel mundial o las negativas de visas para asistir a topes o bases de entrenamiento en aquella nación.
Laina no quiere justificarse. Solo piensa en conseguir una próxima mejor actuación. No se va a rendir, entre otras cosas, porque eso no es lo que hacen las cubanas. Ha recibido muestras de apoyo de la prensa, la afición y sus compañeros de equipo. Ella es humana y los nervios la traicionaron, se sumaron al peso de los tiempos de Covid y las décadas de bloqueo.
Simone Biles ¿liberada de la presión?
Así lo han interpretado muchos y desde ese ángulo aplaudimos la decisión de la mejor gimnasta del mundo de salir de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Primero está su salud mental, ha dicho y su equipo le expresó el apoyo absoluto a través de la red social Twitter.
Sin embargo ¿qué llevó hasta este punto a la atleta de 24 años? La presión que significa ser una extraclase, la obligación de quedar siempre a la altura, la perfección sin derecho a flexiones, la auto exigencia y la exigencia externa de un engranaje que fiunciona a nivel de fábrica y producto, donde el producto estrella no puede fallar, aunque sea humano.
¿Qué viene después para esta atleta de 24 años? En el mejor escenario, uno romántico que no deja de figurar, habremos aprendido a apreciar con más naturalidad los desafíos de salud mental de los atletas de alto rendimiento, cambiará entonces de cierto modo el deporte y también la sociedad que los observa como ejemplos a imitar.
Pero el mundo en que vivimos no suele ser tan amable, menos cuando se trata de una inversión, por más sangre que les corra por las venas y tiendo a pensar que el futuro de Simone estará más en manos de publicistas y patrocinadores que de psicólogos y terapeutas.
Ojalá en definitiva los optimistas tengan la razón y nada sea más valioso que el humanismo y el talento. Ojalá el valor de estas tres mujeres por seguir luchando por sus sueños a pesar de todas las presiones sea más que suficiente, poderoso. De momento, Biles volvió en la última final de la competencia...
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