Por siempre Benny (+ Infografía)
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Foto tomada de herencialatina.com.
Leyenda viva de la música, Benny Moré será siempre la sabrosura de la guaracha y el inspirado son. Su acento, arco mágico, expresó los más variados sentimientos, desde el dolor por los amores que el tiempo apagó a la alegría que teje una buena rumba o una colorida conga, como esas que se gozan en los carnavales.
Nacido en 1919, su linaje partía de sus antepasados como Ta Ramón Gundo, arrancado sin piedad de tierras africanas para servir como esclavo al Conde de Casa Moré en el central de Santa Isabel de las Lajas. En su casa donde había un Casino de Congos, Benny aprendió a tocar los tambores yuka, a bailar viejos sones, rayar el tres. Luego fue el duro trabajo en las plantaciones de caña y el inclemente sol quemándole la piel.
Su ingenio como repentista también despertó temprano. Por su musicalidad integró el grupo Avance.
En 1940, viajó definitivamente a La Habana, cuyo cuyo paisaje mucho admiró. Mas la sobrevivencia no era nada fácil. Vendió frutas a medio podrir de las llamadas averías en el Mercado Único de Cuatro Caminos y hasta, con una canasta en la cabeza, pregonó toda clase de yerbas medicinales: "Caserita tengo apasote, yerbabuena, albahaca; mire qué bueno están los ramitos de..."
Era flaco, desgarbado, pero tenía juventud y no conocía el cansancio: por las noches se iba con su guitarrita a cantar por distintos lugares porque era lo que mejor sabía hacer. Lo hizo en el puerto, frente al mar de barcos soñolientos, y los marineros de aquellas embarcaciones se le acercaban para pedirle una y otra canción. Casi siempre eran hombres que conocían de amores rotos. “Cantante, pon aquella que dice...” ¿Te sabes…?
Algo parecido sucedía cuando iba al restaurante El Templete, siempre lleno de turistas, gente de la farándula y políticos de turno. Se marchaba casi al amanecer con unas monedas tintineando en el bolsillo mas no dejaba de pensar “Mañana será otro día” porque la esperanza nunca lo abandonó.
Otro lugar que disfrutaba era la Playa de Mariano envuelto en el olor a fritangas donde, en uno de sus sitios, el Chori, ese Dios de la percusión, tocaba música con botellas de todas las marcas y colores. Eran conciertos únicos. Allí lo mismo se podía encontrar a María Félix, espléndida en su belleza, que a Marlon Brando, el formidable actor de Un tranvía llamado deseo.
Durante aquellos años, la sensibilidad musical de Benny se nutrió de un rico universo sonoro. Le llegaron los aires del jazz mediante el swing; el son se le metió en las venas con los conjuntos de Arsenio Rodríguez, Munamar, Afrocubano y Boston. Por los cuarenta, el renovador filin de igual modo tuvo influencia en el lajero.
Y la suerte le cambió. Le llegó una oportunidad con el Cuarteto Cordero y otra más tarde con el Sexteto Cueto de Mozo Borgellá, en el que sustituyó al ya famoso Cheo Marquetti.
Se sumó a la agrupación de Mozo Borgellá. Lo más significativo fue la invitación de Miguel Matamoros para que viajara con su conjunto a México. Al terminar el contrato él prefirió quedarse. La fama comenzaba a sonreírle y cantó como dicen que solo lo hacen los ángeles. Lo aplaudieron con las orquestas Son Veracruzano, Son Clave de Oro, las de Memo, Humberto Cané y Arturo Núñez.
Con Lalo Montané, Benny crea el inolvidable dúo Fantasma y triunfan con el bolero Mucho corazón, de Emma Elena Valdelamar. Con Dámaso Pérez Prado y el mambo aumentó su popularidad. Grabó con su compatriota más de sesenta discos. Brilla en números como Mamboletas, Locas por el mambo, Tocineta, María Cristina...
Participó en los filmes Al son del mambo, Carita de cielo, El derecho de nacer, En cada puerto un amor, Fuego en la carne, Novia a la medida, Quinto patio y Ventarrón.
Claro que no solo de éxitos vive el artista y ya la melancolía se le estaba enredando en el alma. No lo pensó dos veces y le dijo adiós a México. De nuevo, La Habana; otra gran etapa comenzaba. ¡Qué emocionado encuentro con su madre Virginia! Otros familiares, amigos y admiradores de la región llegaban para felicitarlo. Su ruta artística continuó en Santiago de Cuba con la orquesta de Mariano Mercerón, en la que formó el trío de cantantes que integraban, además, Fernando Álvarez y Pacho Alonso.
Trabajó con la orquesta de Bebo Valdés y su ritmo Batanga, en la RHC Cadena Azul y, seguidamente, pasó a Radio Progreso con Ernesto Duarte, de quien grabó los exitazos Cómo fue de ese director y también Adiós a Palma Soriano, de Ramón Cabrera. Llenó las noches habaneras con sus canciones en los cabarets Sierra, Alí Bar, Montmartre y Tropicana. Sus actuaciones en La Tropical y La Polar pusieron gran alegría entre los bailadores.
En 1953 funda su Banda Gigante con músicos de primera línea y realiza numerosas grabaciones. Recordamos: Baila mi son, Hebra de plata, Tú, me gustas, Me miras tiernamente; Dulce desengaño, Busco tu olvido, Oh, vida, Fiebre de ti, Por ser como tú eres, Guantánamo, Mi corazón lloró, Pongan atención…
Su regusto principalmente por el son y el son montuno, al que agregó elementos del nengón y el changüí, se manifiesta en su amplio repertorio, lo cual destacó el musicólogo Odilio Urfé, quien llegó a definir al cantante como “La forma más avanzada del son”.
El Bárbaro del Ritmo con su jazz band visitó Venezuela, Colombia, Panamá, Haití, Puerto Rico, México. Estuvo en distintas ocasiones en la Gran Manzana, en 1954. Contratado por el Teatro Puerto Rico de Manhattan, donde fue homenajeado por el Club Americano, acompañado por la orquesta del mexicano Luis Alcaraz durante la gala de los premios Oscar. En 1959, le otorgaron en Nueva York el Disco de Oro por sus rotundos éxitos.
Compuso: El brujo de Trinidad, Dolor carabalí, Ahora soy tan feliz, Amor fingido, Conocí la paz, Desdichado, Dolor y perdón, Mi amor fugaz, No te atrevas, Todo lo perdí, El conde negro, Mi saoco, Qué aguante, Se te cayó el tabaco, Devuélme el coco, Bonito y sabroso, Ensalada de mambo, Locas por el mambo, Mamboletas, Santa Isabel de las Lajas, Caricias cubanas, Buena, Bonita y barata, Cienfuegos, Mangulele, Qué bueno baila usted, Qué cinturita, De la rumba al chachachá y Rumberos de ayer.
Y el Benny, quien reinó en la música cubana y vivió a plenitud la vida, enfermó gravemente. Fue el l9 de febrero de 1963 cuando su aliento se extinguió. Dolor de sus admiradores, dolor de toda Cuba. Sus restos descansan en el cementerio de Santa Isabel de las Lajas, la tierra que tanto amó.
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