Por la no violencia contra la mujer: ¿Hasta que la muerte nos separe?
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Foto: tomada de elpaís.com
Ella suspira resignada mientras espera en el balcón.
Vuelve a suspirar cuando Él llega pasadas las tres de la mañana y no le responde mientras reparte camino al cuarto el dulzón olor a perfume que lo acompaña.
Se le ahoga a Ella el tercer suspiro entre pecho y espalda, sintiéndose menos que el sofá de la sala, que el gato, pero repitiéndose lo que tantas veces escuchó en su familia, vio en las películas y leyó en muchos cuentos y novelas: Esto será “hasta que la muerte nos separe”.
Precisamente sobre los mitos del amor romántico como soportes de la violencia de género versa una interesante investigación publicada en el último número de la revista Alternativas cubanas en Psicología, dirigida por el doctor Manuel Calviño.
Bajo la autoría de la Doctora en Ciencias psicológicas Norma Vasallo Barrueta, Profesora Titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, también Presidenta de la Cátedra de la mujer en la UH, y de la licenciada en Psicología Carolina Barber Caso, el texto revela cómo en las relaciones de pareja, en este caso las heterosexuales, un conjunto de mitos pueden estar sirviendo de soporte a violencias de género.
Abordar el asunto es válido en cualquier época del año, pero en estos momentos resulta, además, oportuno porque desde el 1ro. de noviembre y hasta el 10 de diciembre tiene lugar en Cuba la Jornada por la no violencia hacia las mujeres y las niñas con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que celebró el mundo el pasado 25 de noviembre.
Mitos que no deberían ser metas
Los mitos, en el caso del amor romántico, suelen portar supuestos modelos a seguir. Se perpetúan en las subjetividades, expresándose, a la vez que se multiplican, en la literatura, el cine, letras de canciones, y, muchas veces, en el decir popular que los acuña como verdades indiscutibles.
Tomándolos como brújula, y muchas veces sin ser conscientes de ello, mujeres y hombres tratan de construir la relación afectiva que suponen ideal.
La misma suele llevar entre sus anclajes esos mitos y estereotipos que, en el fondo, perpetúan asimetrías de poder y otras desigualdades en la pareja, que pueden derivar en violencia.
En el texto citado se mencionan mitos como:
Retomando conclusiones de otros expertos, las autoras analizan el modo diferente en que asumen esos y otros mitos las mujeres y los hombres.
Plantean que, a pesar de los importantes cambios acontecidos con respecto a las mujeres; el enamoramiento, la relación de pareja y el matrimonio, así como el cuidado de otros “sigue formando parte con particular fuerza de la socialización femenina, convirtiéndose en eje vertebrador y parte prioritaria de su proyecto vital”.
Para los hombres, en cambio, “lo prioritario sigue siendo el reconocimiento social y, en todo caso, el amor o la relación de pareja suele ocupar un segundo plano”.
Las autoras acotan que la socialización prioritaria de las mujeres continúa hacia lo privado y la de los hombres hacia lo público.
Obviamente, no es una generalización, sino tendencias e inferencias respaldadas en aproximaciones desde la ciencia.
Violencia y mitos en este presente
Resulta paradójico, pero mientras la actualidad está marcada por nuevas y cada vez más sorprendentes tecnologías de la información, de las comunicaciones, donde las relaciones amorosas han encontrado un interesante escenario con nuevas posibilidades, continúa perpetuándose cierta concepción romántica tradicional del amor.
Y eso ocurre también en la población adolescente y joven, es decir, los nativos digitales.
Asombrosamente, en estos grupos no pocas veces se aceptan y justifican comportamientos violentos en la relación de pareja, amparados en esos “inocentes” mitos” asociados al amor romántico.
Tributan a que esa concepción romántica no se desdibuje, a veces sin proponérselo, las propias interrelaciones humanas y también todo un engranaje que incluye desde el mundo audiovisual con los medios de comunicación a la cabeza, hasta la producción de artículos de uso y consumo.
Pareciera un complot –aunque insisto, al menos en Cuba no hay una intencionalidad manifiesta en ese sentido- para “perpetuar la estructura de poder y la desigualdad en las relaciones amorosas, y consagrar elementos como la pasividad, la subordinación, la idealización o la dependencia del otro”, indica la fuente ya citada.
En consecuencia, un estudio efectuado en un grupo de estudiantes de la Universidad de La Habana en el año 2019 reveló que los mitos de la media naranja y el mito de la perdurabilidad (“hasta que la muerte nos separe”) son los que cuentan con mayor aceptación en los estudiantes, seguido por el mito de la omnipotencia (“el amor todo lo puede”).
Al explorar diferencias entre hombres y mujeres cayeron en cuenta de que no se apreciaban distinciones significativas. No obstante, Ellas mostraron estar de acuerdo en un mayor porciento de los casos con esos mitos, en relación con lo expresado por Ellos.
Un 62,9% de las mujeres suscribió el mito de La media naranja, y un 82% el mito de la perdurabilidad. Pudiera concluirse entonces, apunta la indagación, que “las mujeres son quienes presentan mayor tendencia a una visión más idealizada del amor”.
Otro estudio, con iguales objetivos que el mencionado, se realizó seis años antes y los resultados fueron similares.
Hubo una diferencia de matiz al concluir que las jóvenes estaban más de acuerdo con el mito de la perdurabilidad y con el de la omnipotencia; mientras que los jóvenes mostraban mayor acuerdo con el mito de los celos. Lo cual sirve de maravilla para justificar la violencia de género, que más de una vez ha derivado, por celos, en violencia física y también en hechos aun más dramáticos.
Que la violencia no nos separe
Ese modelo de amor romántico, multiplicado en mitos, refranes y hasta en cuentos infantiles, que lleva camuflada tras cascadas de velos y corazoncitos la violencia de género, es un abono eficaz en perpetuar roles femeninos de dependencia, sumisión, necesidad de protección, entrega incondicional a la pareja, aun en detrimento de las expectativas y proyectos de la mujer.
Por eso, indican las estudiosas, los resultados expuestos son una razón más para desmontar tales mitos con la guía de la educación y del convencimiento de los perjuicios y prejuicios que les acompañan.
Lo decían las autoras: “Hombres y mujeres somos más parecidos que diferentes cuando nacemos; la cultura se encarga no solo de hacernos diferentes, sino mutuamente dependientes: el proveedor económico y la cuidadora de la vida”.
La mujer que esperaba en su balcón al inicio de este texto y quien luego fue dolorosamente ignorada por el esposo, quizás no sabía que puede ser menos difícil de lo que imagina dejar de sentirse como un gato o un sofá. Muchas manos hoy se tienden en su ayuda, el asunto es no dejarlas pasar.
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