Moisés González Acosta: «Pinto para enfrentar fantasmas»
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La galería Línea y Paseo ha acogido desde el 9 de mayo la exposición Código 60, del artista visual Moisés González Acosta. La estilizada figuración, en la que resalta la recreación de la figura femenina, deviene, al decir de la curadora Teresa Toranzo, evaluación profunda sobre el más reciente pasado histórico, un diálogo que hilvana la figuración, lo onírico, el simbolismo y el expresionismo.
Este viernes 7 de junio se presenta el catálogo de la exposición. Conversamos en exclusiva con el creador.
—¿Cuáles son las motivaciones de la muestra?
—La vida de un creador, como la de cualquier ser humano está cifrada por muchos acontecimientos. Código 60 más que un título, es un llamado de atención, un motivo, una intención para abordar mi vida y la de una generación desde el arte. Yo como muchos, he sido hijo de mi época. Una época de muchos cambios, de muchas transformaciones. La principal motivación está dada por la necesidad de expresar el sentir de una generación que como yo ha tenido un camino empedrado, la necesidad de mostrar mis vivencias buenas o malas a través de la pintura.
«Código porque entiendo que en mi obra los elementos de la realidad quedan cifrados en diversos patrones que se repiten una y otra vez, creando determinados símbolos que el público se entregará o no a descifrar. Engranajes, piernas, ataduras, líneas, alas, colores... 60 porque nací en 1960. Año que marcó un punto de giro en la vida sociocultural y política de mi país. En las décadas siguientes esos cambios se consolidarían en la mente y el cuerpo de toda una generación dando lugar a nuevas maneras de vernos, entendernos y relacionarnos como individuos y sociedad. En una buena parte de mi creación se reflejan estas transformaciones sociales, al menos las que me han afectado, para bien o para mal. Aquí se muestran desde un código que no responde precisamente a lo real».
—¿Hasta qué punto su pintura es narración? ¿Cuánto hay de usted en su obra?
—Mi obra es una obra narrativa, no solo mía, a veces también muestro historias de otras personas o acontecimientos que de alguna manera despiertan en mí la necesidad de mostrarlo, sea bueno o sea malo de una forma más poética, de manera que el receptor se sienta atrapado por el discurso. Específicamente en Código 60 hago una narrativa autorreferencial pero no por ser así deja de ser universal, porque en cada uno de esos sucesos se puede ver reflejado cualquier persona.
«En Código 60 hay mucho de mí. Es la narrativa de una vida que no ha sido lineal, con un camino muy empedrado, con muchas dificultades que como te digo pueden ser las de cualquiera. No creo que por llegar aquí se ha allanado el camino, sé que aún me quedan muchas dificultades y tropiezos por superar, aun me quedan muchos obstáculos. Me levantaré una y otra vez, y como plantea una de mis piezas, no voy a caer».
—Algunos identifican el color rojo con la pasión y la violencia, ¿cómo lo asume usted?
—Yo quise pintar literalmente con la sangre que recorre mi cuerpo, pero tenía y tengo mucho por decir. En los estudios que hice supe que no podría, moriría en el intento. Sobre todo, por el tiempo en que trabajé estas piezas. Yo no asumo el color rojo solo desde la violencia. El color rojo en Código 60 es símbolo de mi sangre, la sangre con la que quise pintar y no pude; pero no solo por la sangre en sí y la violencia o la violencia que se pueda interpretar a partir de eso, sino porque es algo que llevo dentro al igual que mis vivencias que pueden ser las de cualquier ser humano. En la obra hay amor, hay violencia, hay pasión, hay deseos, hay crecimiento, hay sueños, hay erotismo, hay espíritu de lucha, se toca la migración; así es como lo asumo, con disímiles significados.
—¿Cuáles son sus referentes pictóricos?
—Desde muy pequeño estuve rodeado de arte: pinturas, dibujos, esculturas, maquetas. Las obras de mis tíos Eladio González Herrera pintor y escultor, radicado en Chicago hace más de 50 años; y la de Jesús González Herrera, ya fallecido, fueron mi primer contacto con el arte. Como muchos en esa época, nos vimos afectados por las separaciones familiares. Yo no estuve exento de ello; pero de alguna manera en mi subconsciente quedaron esos recuerdos, alimentados por el empeño de mi tía que a escondidas de mi padre me mostraba los progresos de mi tío Eladio al ver mi inclinación por el dibujo y el ahínco que le ponía a mis pequeñas figuras en plastilina, con una habilidad inusual para un niño de 3 a 5 años de edad.
«Ya con los años y en mi autoformación he estudiado la obra de muchos artistas. Este universo es muy amplio, pero con los que más me he sentido identificado y quizás de alguna forma influenciado, ha sido con Wifredo Lam y con Joan Miró».
—¿Por qué pinta?
—Pintar es mi pasión. Pinto porque es la forma de expresar y enfrentar a todos esos fantasmas que me rodean. Es la forma de expresar todo lo que veo, lo que vivo, lo que viven las personas que conozco y las que no. Es la forma de trasladarme a otra dimensión de la cual a veces me cuesta salir. Es una forma de auto sanación. Es una forma de hacer reflexionar al mundo y despertar inquietudes. Cuando pinto vivo en mundo paralelo donde todo es posible.
El catálogo de la exposición se presentará en la galería, calle Línea, No. 754 altos, entre Paseo y 2, El Vedado.
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Lorely
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