La Universidad de Columbia, entre la espada y la pared por la presión de Trump
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Manifestantes frente a la Universidad de Columbia piden la liberación de Mahmoud Khalil el 14 de marzo de 2025 en Nueva York. CHARLY TRIBALLEAU / AFP
¿Proteger la libertad de expresión de los estudiantes o sucumbir a la presión de Donald Trump? La Universidad de Columbia, epicentro de las protestas propalestinas en Estados Unidos, camina por la cuerda floja de este dilema prácticamente irresoluble, ante la mirada atónita del mundo educativo.
En los últimos días, la crisis que lleva gestándose en el campus neoyorquino desde hace más de un año se muestra en el rostro de Mahmoud Khalil.
El joven licenciado fue detenido a principios de marzo por la policía federal de inmigración con vistas a su deportación, por su papel de portavoz del movimiento estudiantil contra la guerra de Israel en Gaza.
El caso, que ha conmocionado mucho más allá de los círculos activistas de Estados Unidos, refleja la preocupación de los defensores de la libertad de expresión y simboliza las ambiciones del presidente estadounidense.
Éste, que ha prometido que la detención de Khalil será apenas la primera de muchas, quiere acabar a toda costa con estas manifestaciones, que considera antisemitas.
Con Columbia, a la que acaba de recortar 400 millones de dólares en subvenciones por no proteger suficientemente a sus estudiantes judíos, Trump quiere enviar un mensaje a las grandes universidades, a las que amenaza con represalias si no se pliegan a sus designios.
"Columbia se encuentra en una posición imposible, y podemos estar seguros de que las otras sesenta instituciones de enseñanza superior que han sido señaladas por presunta mala conducta (...) están prestando especial atención a la respuesta de Columbia", declaró a la AFP Lynn Pasquerella, presidenta de la Asociación Estadounidense de Universidades.
Reforma a cambio de millones
"Lo que está en juego es enorme, no sólo para Columbia, sino para todas las universidades del país", reconoció la presidenta interina de la universidad, Katrina Armstrong, en un comunicado emitido el fin de semana.
La universidad prometió continuar sus "esfuerzos para combatir el odio y la discriminación en el campus", al tiempo que "reafirma (su) compromiso con la libertad de expresión".
Detrás de esta cautelosa postura oficial, criticada desde todos los frentes, Columbia se mueve.
La universidad, ahora acantonada salvo para los agentes de inmigración que entran para realizar registros sorpresa, ya había dado luz verde a la policía para desalojar a los activistas propalestinos la primavera pasada.
La semana pasada anunció una batería de sanciones disciplinarias -incluidas expulsiones- contra los estudiantes que llevaron a cabo esas protestas el año pasado.
Pero nada parece suficiente a los ojos de Trump. En una carta enviada a Columbia la semana pasada, su administración daba a la universidad un plazo de una semana para aceptar una serie de drásticas reformas si quería entablar negociaciones para recuperar los 400 millones de dólares retirados.
En la carta, remitida entre otros por el Departamento de Educación, se pide a la universidad que formalice una definición de antisemitismo y que someta a "supervisión académica" los departamentos de Estudios sobre Oriente Medio, Asia Meridional y África.
- "Amenaza existencial" -
"Estos esfuerzos de la administración Trump para imponer una definición particular de antisemitismo en una universidad, confundiendo a propósito el sentimiento propalestino con la actividad ilegal, y su intento de controlar sus programas académicos, amenazan con socavar los objetivos democráticos de la educación superior", sostiene Pasquerella.
"Es como decirle a Columbia: voy a destruirlos a menos que se destruyan primero", dice Jameel Jaffer, director del Instituto de Columbia dedicado a la libertad de expresión (el Knight First Amendment Institute).
"El sometimiento de las universidades al poder oficial es una característica de la autocracia. Nadie debería hacerse ilusiones sobre lo que está ocurriendo", agrega Jaffer, que ve en la administración Trump una "amenaza existencial para la vida académica".
Paradójicamente, la presión del presidente republicano ha dado un segundo aire a las manifestaciones propalestinas, que ya son cotidianas en Nueva York, desbordan el campus y se infiltran hasta la Torre Trump de Manhattan.
El presidente de la Asociación de Universidades teme que estas erupciones enmascaren un daño que ya está muy arraigado en el mundo universitario estadounidense.
"Muchas instituciones se están anticipando y ya están cumpliendo con las peticiones de la administración, aunque no se les haya pedido formalmente, para evitar ser el objetivo", explica.
"Y los verdaderos perdedores serán los estudiantes", advierte.
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