Frank Fernández: Al Piano y “conversaíto”

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Frank Fernández: Al Piano y “conversaíto”
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Fecha de publicación: 
17 Marzo 2025
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Está arribando a 81 años de vida este hombre que con la misma pasión interpreta a Ignacio Cervantes que a Beethoven o dirige la Camerata Brindis de Salas para que Silvio Rodríguez se luzca en el Réquiem. Con la misma pasión se entregó a hacer los arreglos para Adalberto Álvarez, bien con el “Son 14” o con lo que fue luego su nueva agrupación.

I

Tarde clara en Caracas cuando esperábamos a Frank Fernández  para conversar acerca de lo divino y lo humano en la música. Se preparaba para presentarse en la capital venezolana, pues estaba anunciado en un concierto de competencia en la sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño.

Estaba ansioso pues como él dijo cuando comenzamos a conversar, así se pone cada vez que va ante el público desde su apoteósica graduación en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú en 1971.

Parece físicamente un europeo. Cabellos rubios y ojos muy claros en un perfil muy bien definido. Sin embargo Frank Fernández, nacido el 16 de marzo de 1944 en Mayarí, (Holguín) más cubano no puede ser. Así lo evidencia en sus frases, en sus giros idiomáticos, en su “vaya” dicho con suavidad, en la contundencia con la que habla de su proceso en tanto que gentilicio, en sus ganas de obtener para Cuba todo galardón, como el que obtuvo precisamente en Caracas, posterior a nuestro diálogo. En esa oportunidad poco se pudo hablar de lo no académico, pero quedó la promesa de una nueva conversación.

Frank Fernández no solo ha sido el primer pianista cubano graduado en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú. Es absolutamente reconocida su labor como productor musical y como arreglista coral e instrumental en función de festivales en su país, y en diversos concursos sin dejar de lado en ningún momento su atención y estudio de grandes como Chopin, Liszt,  Cervantes, Beethoven, Rachmáninov, Lecuona, Prokófiev, Tchaikovsky, Villa-Lobos y Saumell, entre otros. Desde la más tierna infancia su mamá, Altagracia Tamayo, directora de la Academia Orbón en su pueblo natal, se ocupó de que su hijo fuera de excelencia educativa, formal y musical. El resultado histórico de esa formación acumula más de 650 obras propias para todos los formatos, pues no debemos olvidar su vinculación académica, ni la popular. Fue una verdadera pena que Frank perdiera a su mamá siendo aún un niño, pero el esmero que ella puso en él dura hasta hoy, hasta siempre.

Está arribando a 81 años de vida este hombre que con la misma pasión interpreta a Ignacio Cervantes que a Beethoven o dirige la Camerata Brindis de Salas para que Silvio Rodríguez se luzca en el Réquiem compuesto por el de San Antonio de los Baños. Con la misma pasión se entregó a hacer los arreglos para Adalberto Álvarez, bien con el “Son 14” o con lo que fue luego su nueva agrupación. De esa carga popular se trataba ahora.

II

Qué lindas mujeres tiene Mayarí

Noche clara en La Habana, contando con la fortuna de que el Maestro no está ni de gira ni en presentaciones o estudios de grabación. Con un infaltable y amigable ron cubano comenzó a contar Frank Fernández que Mayarí es uno de los pueblos más hermosos del oriente de Cuba por su paisaje geográfico, social, humano, musical. No porque lo cantara Compay Segundo, que fue excelente, sino porque Mayarí hasta por su importancia aborigen tiene un encanto especial. También contó que a los 4 años ya estaba entregado al piano por medio de las manos de su amorosa madre Altagracia, quien no dudó en darlo al Maestro Esteban Forés para que completara sus estudios. También nos contó que en la casa de Martín Meléndez, Director de la Banda Municipal de Mayarí se encontró con la obra del Trío Matamoros, de Sindo Garay, de la Trova Madre y entonces, por un lado estudiaba formalmente a los clásicos y por otro lado estudiaba empíricamente a los soneros y trovadores no dejando atrás a Arsenio Rodríguez, cuyo grupo ya era dirigido por Félix Chapottín, ni al Benny, ni a la Casino de la Playa, ni a Antonio María Romeu con Barbarito y todo. Eso fue el mundo al revés. No se ve en Frank Fernández la pretendida frontera entre lo popular y lo culto, entre la tradición y la modernidad. En él se nota más bien una coexistencia fresca y amorosa. Le dijo a Amaury Pérez en entrevista: “En mi casa se tocaba Mozart, Shumann, Liszt que era lo que enseñaba mi madre; y en casa de Martín se tocaban otras maravillas, que yo no sabía que eran populares, que eran Perla Marina, Mercedes, Santa Cecilia, Longina… Allí conocí a Cueto, a Miguel Matamoros”.

El Periplo

Frank Fernández salió de Mayarí rumbo a La Habana. Buscaba horizontes y el primer horizonte con el que se tropezó fue el ambiente del cabaret, y como él sabía tocar piano pero además ya se sabía todos los sones del mundo no le fue difícil codearse con la noche, con la rumba, el despecho manteniendo sus crecientes ganas de ir más lejos. Fue así como se inscribió en el conservatorio de Música Amadeo Roldán para estudiar Dirección Coral, Armonía, Historia de la Música y, por supuesto, Piano. Su Maestra, Margot Rojas Mendoza lo impulsó para que se fuera a Moscú porque La Habana comenzaba a quedar estrecha a sus ímpetus. Así salió Frank hacia Moscú y su graduación en 1971 es algo aún recordado. Fue el primer cubano en presentarse en la sala del Conservatorio Tchaikovsky obteniendo una ruidosa y larga ovación al terminar de ejecutar el Concierto Número 1 del Maestro al que la sala honró con su nombre.

De regreso a Cuba obtuvo cuanto premio se le atravesó por delante y los cubanos le aplaudieron con igual fuerza en sus conciertos de música académica. Algo había, que un público no especializado captaba con pasión a los clásicos. Hoy podemos inferir que se trataba de esa vitalidad de la música popular que lo ayudó a crecer trasladada con vigor y rigor al territorio de lo llamado culto.

Mayarí, su pueblo, lo llamó, y estando una noche en Santiago de Cuba, concretamente la noche del 11 de noviembre de 1978 asistió a un baile popular. Y ese baile permitiría que los cubanos y el mundo entero asistieran al nacimiento de su otra gran faceta musical. Esa noche Frank Fernández, sin querer estaba asistiendo al debut del “Son 14”, grupo dirigido por el joven Adalberto Álvarez, quien asombró a Fernández, y éste, presuroso fue a felicitarle, motivándose para trabajar con ellos en función de La Habana y un estudio de grabación.

III

A Bayamo en Coche

La amistad de Frank Fernández con Adalberto resultó histórica. Juntos emprendieron, (contando con Rodulfo Vaillant, director de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC en Santiago de Cuba y el gran impulsor de Adalberto) la aventura de lograr el primer disco del “Son 14” y los que siguieron, hasta la división de la orquesta. Frank se ocupó de arreglar, de orquestar algunas piezas y de ser el productor discográfico de la Banda.

Cuando el “Son 14” se dividió Frank siguió junto a Adalberto y produjo sus álbumes con Gina León, Omara Portuondo y Celina González hasta que se formó Adalberto y su Son, es decir, hasta que Adalberto pudo reestructurar su orquesta. Académicos por estudios los dos, ambos estaban entregados al sabor de la genuina música cubana.

No faltó quien señalara que los arreglos de Frank Fernández para orquestas como el “Son 14” eran malos y pacatos, pero si el público no olvida los arreglos a la hora del canto y también los tararea no hay más nada que decir. Como los arreglos bajo el mando del Benny, (Qué bueno baila usted), como los arreglos de Billo Frómeta (La vaca vieja, por ejemplo), como los de  César Albóndiga Monges con La Dimensión Latina, o los recordados de Rafael Cortijo para Ismael Rivera.

Como dato hermoso de su carrera el mismo año en que Frank Fernández y Adalberto fueron premiados por el LP  “A Bayamo en Coche” en 1980 ese mismo año el pianista fue premiado por la mejor interpretación de un concierto (Número 4 de Beethoven).

Un poco más allá Fernández también se entregó con pasión a la trova madre y a la Nueva Trova Cubana.

Cuando se escucha “Te amaré” o “Esta canción”, “Testamento” o el “Réquiem” junto a Silvio Rodríguez está el piano de Frank Fernández. Cuando se escucha “Canción por la unidad latinoamericana” junto a Pablo Milanés está Frank Fernández. Es una exquisita lista que pica y se extiende.

Como un niño lloró Frank Fernández sobre el hombro de esta periodista al compartir el dolor de enterarse del fallecimiento de Luis Martínez Griñán , “Lilí”, el guantanamero, el gran pianista de Arsenio Rodríguez y de Chapottín con Miguelito Cuní. Contó que Lilí Martínez había sido una de sus más grandes referencias, como lo fue también de Eddie Palmieri o de Enrique Papo Lucca.

El insuperable intérprete de Lecuona no escatimó palabras para expresar su devoción por Lilí Martínez, el pianista que vinculó a Chopin con el son cubano, el sencillo arreglista que cambió buena parte la historia de la música popular cubana cuando se incorporó al conjunto de Arsenio Rodríguez, Lilí Martínez, el callado guantanamero casi desconocido por los caribeños, al que su padre tuvo que autorizar por escrito para asistir como pianista a actos donde le pagaban, porque la familia pasaba apuros.
IV

El Reconocimiento

Frank Fernández Tamayo es  Premio Nacional de Música, Medalla Presidencial Alexander Pushkin, Maestro de Juventudes, Doctor Honoris Causa por la Universidad de las Artes, en La Habana y la de Morelos y Xalapa, en México.

Es uno de los pocos músicos que conozcamos que reúne en torno a sí los laureles de Famoso, Popular y Querido, amado.

Él trata de que eso pase desapercibido pero es así, reconocido en todo el planeta. Cada vez que lo escuchamos, nos reafirma la sentencia martiana de que “la música es el hombre escapado de sí mismo”. Frank, frente a su piano, se escapa de sí mismo en cada obra, para entregarnos el arte y sobre todo el arte del Caribe.

Cumpleaños feliz, querido Frank.

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