¿El incapturable pan «nuestro» de cada día? (+ Fotos)
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Agentes del orden público (al fondo), contribuyeron a organizar la cola en la panadería El Progreso, de la zona #16 de Alamar. Fotos: del autor
A pesar del incremento de los niveles de harina en la mayoría de las panaderías de La Habana, según las autoridades del Consejo Provincial, continúan las largas colas y las inconformidades de la población con el funcionamiento de estos establecimientos, entre las que se encuentran la demora en la salida del pan, el incumplimiento en el horario establecido para la venta (hasta las 9:00 p.m.) y la falta de variedad de productos que se ofertan habitualmente en esta red como son los dulces.
Un periodista de CubaSí cuenta sus experiencias en visita a varias panaderías.
En estos últimos días, por lo menos en gran parte de La Habana es difícil comprar el pan, tanto el de la canasta básica como el liberado. Partimos de la idea de que para millones de cubanos el pan y el arroz constituyen alimentos básicos de su dieta. Salta entonces una interrogante:
¿Por qué se ha convertido en habitual ver colas de más de una cuadra en cualquier panadería, ya sea de la canasta básica, pertenecientes a la Empresa provincial de la Industria Alimentaria, la denominada cadena cubana del pan, Sylvain o Doñanelli?
¿Qué ha sucedido con la cadena elaboración, distribución y comercialización de este producto?
¿Se corresponde la calidad del pan normado con el alza de su precio a un peso CUP?
Esas apenas son algunas de las preguntas sobre las cuales intentaremos gravitar, luego de recogidos los criterios de la población, algunos administradores de panaderías, y sucesos que se han desencadenado en torno a este fenómeno.
El primer pasaje pasa por la experiencia personal vivida en los últimos tres días:
Otros tantos intentos fallidos luego de estar más de una hora de cola en el Sylvain de Ayestarán y 19 de mayo, que colinda con un establecimiento de la Epia, en el cual también marqué infructuosamente. El desenlace: El mismo, se agotó el pan sin poder alcanzar, en ambos establecimientos.
Los criterios de la población fueron disímiles, y no precisamente asociados a la calidad. En este caso se correspondían con el volumen de pan insuficiente despachado en el Sylvain, en consonancia con un escaso pedido realizado por las dependientes.
Esto nadie me lo contó, atestigüé cuando el carro estaba abasteciendo la unidad en cuestión y ciertamente las cantidades eran insuficientes.
Algo similar sucedió en la vecina Epia: la producción no estuvo en correspondencia con la demanda y en esta unidad el dependiente también justificó dicho suceso con escasez de materia prima, fundamentalmente la harina.
Entonces, al ser encuestados varios pobladores de la vecindad alegaron que la “sequía” de pan se venía padeciendo desde días atrás. Hablamos de dos instalaciones situadas en una intersección bien céntrica, a las que no solo acuden las personas del barrio, amén de que la unidad de la Epia, tiene un área de pan que se expende por la libreta de abastecimiento.
Dicha realidad se puede extrapolar a disímiles unidades de todos los municipios de la capital. Puedo dar fe de varios establecimientos por los cuales transito a diario en mi viaje de la casa al trabajo y viceversa, ubicados en Centro Habana, Habana Vieja, Plaza de la Revolución Playa, y Boyeros, municipio este último en el cual, en la localidad de Río Verde, tuve la dicha de toparme con uno de los llamados saqueros, que acaparan pan en horas de la madrugada para luego revenderlo a 10 y 15 CUP respectivamente, los de corteza dura cuyo precio real es de 5 y 10. Otro eslabón de esta torcida cadena.
Hogar, ¿dulce bregar con el pan?
Continúa mi travesía. Desembarco en Alamar, específicamente Micro X, mi lugar de residencia. Por esas cosas de la vida tengo la panera justo enfrente de mi casa. Confieso que no suelo comprar el pan de la cuota, el que, en mi caso, incluso antes de culminar el 2020 presentaba algunas irregularidades respecto a su distribución y expendio.
A tal punto que, en una ocasión, pasada la hora límite de las siete de la noche, tuvo que venir la responsable de todas las panaderías del Consejo Popular Alamar Este, luego de gestionar el pan con una entidad perteneciente a la Marina de Guerra, para satisfacer la entrega de pan a los consumidores de ese día, luego de dos jornadas previas en las que, muchos como yo, no pudieron comprar el pan.
Cuestiones relacionadas con escasez en las materias primas y dificultades con la transportación fueron dos de los argumentos esgrimidos, para satisfacer las inquietudes de los allí congregados.
Varios administradores de panaderías, cuyas unidades elaboran pan han puesto al descubierto otros fenómenos:
No todas las unidades reciben harina. Además de poseer un almacén, dichos establecimientos elaboran pan, galletas y variedad de dulces. No todas las panaderías de cada municipio tienen almacén. Luego, desde esas pocas unidades la harina se redistribuye hacia otras panaderías más pequeñas.
Con parte de la producción sucede otro tanto, se redestina a paneras y establecimientos pequeños que le venden el pan normado a la población y en algunos casos otra variedad de productos.
Aquí surge un problema. La transportación y distribución del pan en no pocos casos corre por cuenta del administrador de cada establecimiento. Un ejemplo sencillo: cada viaje de pan para abastecer a otras unidades tiene un costo estimado superior a los 100 pesos. Esto sucede porque se carece de una partida de gastos para dicho concepto.
Puedo dar fe en alguna medida de esta realidad. He visto llegar el pan a la panera de mi casa lo mismo en un carretón de caballos, que, en un ciclomotor, que en una camioneta…
Otra realidad, incluso más alarmante es la que se da ante la escasez de harina, aceite, azúcar, u otra materia prima en ocasiones.
Comprar harina extra a los camiones, así como parte del resto de los ingredientes deficitarios para no detener su producción, y además generar un extra que es ese que usted ve en bolsas y que de manera ambulante se expende en las calles o, por el contrario, el que comercializan las cafeterías particulares, deviene en otras acciones ilegales.
Siempre he escuchado que un barco varado no hace flete, y al parecer, sin el más mínimo afán de justificar, a ese principio se acogen no pocos establecimientos destinados a la producción y comercialización de pan.
El entramado es mucho más complejo, y lógicamente se habla de una cadena de ilegalidades, eslabones retorcidos a los que se suman, gramaje inadecuado en el pan, proporciones indebidas en la utilización de las materias primas… elementos todos que tienen como destino final en su incidencia o afectaciones, el bienestar del pueblo.
De ahí que, en la actualidad, si usted deja sin refrigerar un pan por más de 24 horas, posiblemente después de ese tiempo el mismo empiece a presentar síntomas de descomposición.
Último intento, paradójicamente en la panadería perteneciente a la cadena cubana del Pan: El Progreso (zona #16 de Alamar). Allí fui en la mañana de viernes en busca del pan suave, el más preciado y delicioso al paladar de mi pequeño. Frisaban las ocho de la mañana cuando toqué “tierra prometida”.
Para mi fortuna el próximo pan que saldría del horno, casi una hora después de mi arribo, era el suave. Pero el espíritu de Malvino Fortuna me golpeó una vez más: se agotó cuatro personas antes de mi turno. De inicio el carro de pan salió con tres tártaras de menos, si a eso le sumamos no pocos satélites de denominación colados, mi malestar y desánimo estaban más que justificados.
Decidí quedarme y probar por una cuarta ocasión a ver si en definitiva era la vencida. Tickets y mayor del Minint en cuestiones organizativas mediante, pude en definitiva regresar a casa con mis flautas de pan y un tremendo dolor de cabeza como complemento.
Entiendo una serie de cuestiones asociadas a la difícil situación epidemiológica generada por el rebrote del Coronavirus, también el hecho de que la panadería del Progreso resulta insuficiente para dar abasto a un volumen de población tan grande.
Confieso que no puedo ni tengo el tiempo para repetir mis cruzadas “paneras” de jueves y viernes. Miles de cubanos de seguro están en mi piel. Ojalá y estas líneas sirvan para hacer un llamado real y exhaustivo a esta situación que desde que arrancó el 2021 nos está azotando. Ojalá pronto podamos decir: al pan, pan y al vino, vino.
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