ARCHIVOS PARLANCHINES: El secreto amorío en la calle Refugio

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ARCHIVOS PARLANCHINES: El secreto amorío en la calle Refugio
Fecha de publicación: 
9 Abril 2022
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La calle Refugio tiene, más o menos, los mismos aires de las demás vías de esta zona de Centro Habana: edificaciones de dos o tres pisos sin demasiado mantenimiento, muchachos en short y camiseta jugando fútbol, adultos con jabas, donde echan los alimentos que logran atrapar en los mercados de las cercanías, bicicleteros, patinadores, y hasta algunos turistas que transitan en busca de los grandes hoteles de la zona, no muy alejada del Parque Central.

Sin embargo, pocos conocen que Refugio, aparentemente desabrida, poco novelera y sin atractivos especiales, aunque con un envidiable perfil habanero por su cercanía con el Museo de la Revolución, esconde en su trastienda un nidito de amor que sabe mezclar la sangre castiza con el temperamento tropical.

San Valentín es ejecutado por casar a las parejas enamoradas.

Todo empieza en 1832 cuando el teniente general don Mariano Ricafort, un hidalgo aragonés que había combatido contra los ejércitos bolivarianos en el Perú, releva en el gobierno de Cuba a don Francisco Dionisio Vives, quien, empeñado en desbaratar los proyectos independentistas puestos en práctica en esos años en la colonia, tiene que permitir muchos vicios e inmoralidades.

El mando de Ricafort, sustituido en algo más de un año por Miguel Tacón, es tranquilo, desértico como el páramo, y sin grandes preocupaciones de Estado. Por dicha razón, no es de sorprender que el capitán general, achacoso, casi senil y con una humanidad mermada tras sus campañas militares, divida su tiempo entre las audiencias en palacio, el juego de naipes, el chismorreo de la aristocracia, los bailes y alguna que otra fiesta campechana en las que no faltan las peleas de gallos.

Según sus biógrafos, su entretenimiento favorito son unos paseos que realiza alrededor de la villa con un ayudante y dos lanceros en su cola.

Habitualmente, sale en la tarde y, tras visitar la casa-cuna situada frente a la caleta de San Lázaro para entregar algunos donativos, cruza las murallas y recorre las grandes arboledas, huertas, ojos de agua y caseríos de tabla, guano y pisos de tierra que rodean la futura gran urbe.

No obstante, esta paz octaviana, víctima a ratos de las jaurías de perros que siembran el pánico en La Habana extramuros, será sometida a examen por un suceso capaz de aumentar la presión sanguínea del alto oficial. Álvaro de la Iglesia, en sus Tradiciones cubanas, nos brinda esta sorprendente anécdota:

«Una tarde salió Ricafort a su diario recorrido cuando, ya bien alejado de la puerta de Monserrate, le sorprendió una de esas repentinas tormentas tropicales, tan violentas como efímeras. Entonces, divisó un hogar medio escondido en la espesura, y picando espuela, se halló a salvo bajo el colgadizo de esa residencia campesina. De todas formas, el aguacero lo molestaba aún, haciéndole presentir un próximo ataque reumático.

«De repente, se abrió la puerta y apareció en el umbral una hermosa y amable señora que tenía muy poco de agricultora, la que le ofreció, con la más exquisita atención, aquella humilde choza, según frase sacramental de la época.

«Ricafort aceptó con mil amores y la dueña extremó a tal grado sus obsequios para el virrey de la colonia, que este no sintió deslizarse las horas, embelesado con la charla amena de la dama, satisfecho con el delicioso café que se le sirvió, y radiante con las canciones que, al son del tiple, llenaron de armonías la casita criolla».

Recreación de una de las visitas de Ricafort a la viuda…

Juran los viejos cronistas que, a partir de esa tarde, Ricafort no deja nunca de visitar día a día a su nueva amiga, una viuda de nombre oculto todavía muy dispuesta, quien, reunida a menudo con varias primas, recibe durante meses varios regalos.

Además, para dar una muestra pública de su agradecimiento y aprecio por la sensual mujer, ordena que a la pantanosa vereda donde se encuentra su vivienda se le llame calle del Refugio —o de La Merced—, la cual, gracias a los futuros diseños urbanísticos, quedará ubicada de manera perpendicular a Prado.

¿Habrá saboreado de nuevo el amor el marchito teniente general? Nadie lo sabe, pero los cronistas más pícaros tienen sus sospechas y estas no parecen gratuitas.

Comentarios

Me encantó, la forma de redactar y el chisme histórico, me apasionan gracias

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