Afremov, lluvia y poesía

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Afremov, lluvia y poesía
Fecha de publicación: 
13 Junio 2024
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Imagen principal: 

Lluvia susurrante. Imagen tomada de https://arthive.com

Muchas veces he escuchado que los días nublados son tristes, y pienso que, en realidad, la tristeza está dentro de cada quien, porque la lluvia no puede ser más que buen augurio, una bendición, todo lo bueno que la naturaleza nos puede dar.

De hecho, si lo pensamos un poco, la ausencia de lluvia trae terribles consecuencias, empezando por la sequía que arrastra dificultades importantes en la agricultura y en nuestro bienestar directo porque escasea el agua, proliferan enfermedades, así como la ocurrencia de incendios forestales, y, así, muchos males más que no caben en este texto que es de dicha y optimismo.

Por eso asumo la lluvia con otra mirada, incluso con gratitud, pero también con esperanza de que llueva y se lleve todo el polvo del camino. Si somos observadores veremos que después de la lluvia todo es más bonito y brillante, iluminado, fresco. ¿Cómo puede ser visto de modo pesimista?

Para estos días lluviosos, ¿qué mejor que poesía? Es cierto que los poetas insisten en verle la nostalgia, pero contra eso nada podemos hacer, pues ellos, en sí mismos, ya son seres de melancolía, aunque tengan muchos más motivos de felicidad.

Hoy les proponemos una selección muy personal de poemas acompañados de obras de Leonid Afremov, un artista de la plástica, impresionista moderno, fácil de identificar por su estilo y técnica con espátula y óleo. En su obra resalta el paisaje bajo la lluvia, pero siempre de manera muy colorida y alegre al utilizar tonos cálidos con mucha luz.

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Princesa bajo la lluvia. Imagen tomada de https://lacamaradelarte.com

Llueve (Vicente Aleixandre)

En esta tarde llueve, y llueve pura
tu imagen. En mi recuerdo el día se abre. Entraste.
No oigo. La memoria me da tu imagen sólo.
Sólo tu beso o lluvia cae en recuerdo.
Llueve tu voz, y llueve el beso triste,
el beso hondo,
beso mojado en lluvia. El labio es húmedo.
Húmedo de recuerdo el beso llora
desde unos cielos grises
delicados.
Llueve tu amor mojando mi memoria
y cae y cae. El beso
al hondo cae. Y gris aún cae
la lluvia.

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Aroma a lluvia. Imagen tomada de https://afremov.com

LXXVII (César Vallejo)

Graniza tanto, como para que yo recuerde
y acreciente las perlas
que he recogido del hocico mismo
de cada tempestad.
No se vaya a secar esta lluvia.
A menos que me fuese dado
caer ahora para ella, o que me enterrasen
mojado en el agua
que surtiera de todos los fuegos.
¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?
Temo me quede con algún flanco seco;
temo que ella se vaya, sin haberme probado
en las sequías de increíbles cuerdas vocales,
por las que,
para dar armonía,
hay siempre que subir ¡nunca bajar!
¿No subimos acaso para abajo?
Canta, lluvia, en la costa aún sin mar!

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Vacilación de la lluvia. Imagen tomada de https://afremov.com

Llueve en silencio, que esta lluvia… (Fernando Pessoa)

Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy) reniego…
Tan dulce es esta lluvia de escuchar
(no parece de nubes) que parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece…
No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente…

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Paseo bajo la lluvia. Imagen tomada de https://afremov.com

La lluvia (Jorge Luis Borges)

Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.
Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le reveló una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.
Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrará en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto
Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.

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Lluvia de otoño. Imagen tomada de https://arthive.com

Lluvia (Federico García Lorca)

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.
Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.
La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.
El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.
Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.
Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.
¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!
¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.
El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentágrama sin clave.
Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.
¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!

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