Opinión: El Rey frívolo y la caza de elefantes
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Desde tiempos remotos, las madres y los padres duermen a sus hijos con una inocente letanía: “Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña…” En lo adelante cada vez que se escuchen las coplas se recordará que en Africa hay elefantes de menos porque un rey frívolo los mató por placer.
La noticia de que el rey de España fue operado tras sufrir una fractura de cadera, ha impactado a la opinión pública, no por la salud del monarca, afortunadamente fuera de peligro, sino por la paradoja de que encierra el hecho de que la lesión se ocasionara por un mal paso durante una jornada de caza mayor en las remotas selvas de Botsuana en el sur de Africa.
No se trata sólo de que en época de crisis España pudiera esperar que su Jefe de Estado se entretuviera de un modo menos frívolo y si bien no puede resolver los problemas de su pueblo, fuera al menos solidario con su infortunio; sino también porque la humanidad, especialmente los europeos han asumido posiciones más consideradas y compasivas hacía la naturaleza y sus criaturas. Matar animales salvajes por placer es hoy, como mínimo, de pésimo gusto.
La cacería es un deporte de reyes, lo que no es de reyes es la época. Las monarquías y las dinastías, los califatos, los emiratos y otras anacrónicas formas de ejercer el poder están vigentes, no porque sean productos culturales dignos de ser conservados o porque los pueblos las necesiten, sino porque complacen el ego y las nostalgias de élites que suspiran por los tiempos en que gobernaban despóticamente, según ellos “por la gracia de Dios”, heredaban el poder y lo legaban a sus retoños, su palabra era inapelable y no debían cuentas al pueblo, despectivamente llamado “vulgo”.
Por realizarse desde una perspectiva derechista, diseñada personalmente por Franco, a la muerte del dictador, durante la transición a la democracia, los sectores más avanzaos de la clase política española perdieron la oportunidad de salir de la dictadura y a la vez de la monarquía, una élite parasitaria que más que aportar estorba al progreso del país.
La caza que junto a la recolección fue de las primeras formas de subsistencia del hombre originario y luego una actividad económica, ha perdido vigencia como deporte o entretenimiento, entre otras cosas porque los medios técnicos la han hecho perder atractivos convirtiéndola en un bochornoso abuso. En el pasado para cazar un elefante, decenas de nativos debían trabajar durante días y arriesgar sus vidas. Sumando todos los gastos, abatir un elefante en un coto de caza africano cuesta alrededor de 45 000 dólares una vez en el sitio, sin riesgo alguno, puede tomar diez minutos. Sería fantástico ver a un monarca europeo cazar elefantes con lanzas.
Aficionado hasta la adición a los deportes caros, herencia de la estirpe de los borbones, el rey que practica velas, esquí y caza mayor, en los últimos años, ha sido parte de media docena de eventos en los cuales ha requerido asistencia médica: en 1981 fue en un partido de squash, en 1983 en Suiza mientras esquiaba, en 1991 de nuevo los esquíes lo encamaron, en 1988 sufrió de un ojo mientras cazaba en Suecia y en 1995 se golpeó mientras esquiaba en Huesca.
En 2006 fue eje de un escándalo cuando se le acusó de intervenir en una cacería “arreglada” en Rusia, en la cual resultó muerto un infeliz oso amaestrado llamado “Mitrofan” que previamente había sido emborrachado.
Algún día quien caerá será la monarquía. Allá nos vemos.
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