Tropezando con Trump
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Mucho tendrá que andar Bernie Sanders para hacer creer que Hillary Clinton auspiciará medidas de mejoras sociales y persistirá en este sentido en las rechazadas propuestas del mandatario Barack Obama, con el fin de parar a una extrema derecha que, al revés de los pronósticos, salió fortalecida de la Convención Republicana que eligió a Donald Trump como su candidato presidencial.
Pese a sus dislates, Trump ha sabido manejar a las masas y convencido a los republicanos que no concuerdan con su política de que es la mejor opción frente a Clinton, la candidata del establishment.
Y Clinton lo es, porque ya desde la Secretaría de Estado había desarrollado un fuerte apoyo a las guerras de Estados Unidos en el exterior, las anteriores y las más recientes.
En este contexto, Trump rechazó las guerras emprendidas por Washngton, pero no por injustas e inhumanas, sino por las evidentes pérdidas que dejan a una nación que se ha quedado viviendo del comercio armamentístico, principalmente.
Quizás algunos que hayan oído su discurso de aceptación de la candidatura notaron que lo único tangible que propuso es el levantamiento de un muro fronterizo entre Estados Unidos y México, porque lo demás fueron meras conjeturas y sofismas sin basamento alguno, solo dejado a la imaginación.
Claro que siempre le sale la oreja racista, xenófoba y homofóbica; depredadora ante los derechos de la mujer, pese a los cartelitos acerca del apoyo femenino y latino, pienso que estos últimos quizás de origen cubano, como los de ese grupo rabioso que desbarra contra nuestra Revolución.
Hillary puede aún, además de utilizar a Sanders, sacar más provecho del carisma natural de su esposo, quien salió indemne de pruebas que iban del ataque a un complejo farmacéutico en Sudán, hasta amores adúlteros con una becaria, y hoy gana sumas extraordinarias por ofrecer discursos.
Pero Trump es el que afecta, porque elimina obstáculos del camino que lleva a Estados Unidos al fascismo, en el que incluye una mayor entrega al sionismo, algo esto último que siempre ha prevalecido en la política norteamericana.
A Trump lo calificaron de bufón, y con ese estilo payasesco logró una ola de apoyo tal que puede llevarlo a la Casablanca, no importa lo retrógrado y lo peor que representa para el país.
Algunas de sus denominadas estupideces son coreadas con agrado, como esa de decir que amaba a los pocos educados, cuando triunfó en Nevada; o que impedirá el paso a los mexicanos para evitar que violen y maten estadounidenses; o perseguirá a los musulmanes y a los periodistas, a quienes mantiene alejados en sitios reservados para la prensa; los acusa de mentir y engañar y los llama sucios, en tanto la multitud grita insultos.
Dice David Brooks, corresponsal del diario mexicano La Jornada en Nueva York, que Trump afirma que cambiará las leyes para demandar al New York Times y al Washington Post, porque publican artículos contra él, sin mencionar que ello implica anular parte de la Primera Enmienda constitucional, que garantiza la libertad de expresión.
Pero quizás lo que más llama la atención es el respaldo de Davd Duke, ex líder del Ku Klux Klan, quien comentó que votar contra Trump es una traición a los antepasados, mientras el dirigente ultraderechista francés Jean Marie Le Pen le ha expresado su más incondicional apoyo.
Caldo de cultivo para Trump es la aberrante política de gobernadores estaduales y legisladores conservadores que tienen declarada la guerra contra los sindicatos en Wisconsin y California; la ley que permite en este estado que la gente porte armas ocultas en instalaciones académicas públicas, incluidas las aulas; y en Michigan, el gobernador republicano recortó servicios y programas sociales y encubrió las consecuencias de un cambio en el servicio de agua potable en la ciudad de Flint, que resultó en el envenenamiento con plomo a miles de familias.
Por supuesto, que a esta parafernalia de las fuerzas extremas de derecha se le oponen en estos momentos varios sectores que luchan por un salario digno, se rebelan contra los esfuerzos para privatizar la educación pública y llaman a afroamericanos y latinos a poner en jaque el triunfo electoral republicano.
Por lo anterior y con el apoyo de Sanders y de la masa de jóvenes que le siguen, Hillary Clinton, quien ya se ha comprometido con proyectos progresistas de Bernie, puede evitar el tropezón del fracaso con el candidato de la ultraderecha.
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