Susana Pous: Una española en La Habana

Susana Pous: Una española en La Habana
Fecha de publicación: 
22 Marzo 2012
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La danza moderna y contemporánea en Cuba tiene más de medio siglo de vida. Iniciada, primero en solitario, por Ramiro Guerra a finales de la década los años 50 del siglo pasado, la manifestación tomó un rumbo cuando en 1959, el propio Ramiro junto a un pequeño grupo de entusiastas echaron a andar una compañía con bases firmes para un movimiento, que hoy se reconoce en un número importante de pequeñas y grandes formaciones.

En su desarrollo, la danza cubana aportó bailarines virtuosos con exquisita técnica, maestros de experiencia, coreógrafos con espectáculos hermosos, y un repertorio que confirma la madurez y eficacia de un movimiento. Sin embargo, desde hace algún tiempo un manto de inseguridad en los estrenos con calidad cubre las creaciones cubanas de danza. Algunos de los coreógrafos principales radican de manera permanente en compañías extranjeras, y otros trabajan fuera del país por largas temporadas.

En contraposición a esto, la danza cubana muestra hoy una cifra significativa de estrenos con créditos de creadores extranjeros. La mayoría de estas obras se encuentran en el repertorio de Danza Contemporánea de Cuba, donde se han adicionado títulos de creadores prestigiosos, como es el caso del sueco Mats Ek.

En un ángulo diferente trabaja DanzAbierta, quien sumó a su nómina y de manera estable a la bailarina y coreógrafa española Susana Pous. Desde el primer momento esta joven artista tuvo las puertas abiertas, gracias a Marianela Boán, fundadora de este colectivo que hace algunos años giró el rumbo de su trabajo hacia otros espacios.

Susana Pous vive en Cuba desde hace más de diez años, está casada con X Alfonso, músico polifacético quien también ha mantenido una estrecha colaboración con DanzAbierta. Susana se siente parte de La Habana, una ciudad que la cautiva y la ha hecho parte de su vida. Y eso lo demostró primero con MalSon, una obra estrenada en 2008, pieza que tuvo más de cien funciones y se alzó con el Premio de la Segunda Bienal de la Danza del Caribe en 2010, un hecho que le dio la posibilidad a DanzAbierta de llevar su obra a unos dieciochos escenarios internacionales.

Ahora, la premier de ShowRoom consolida a Susana Pous como coreógrafa estable de su compañía y le cede, por derecho propio a esta española, un lugar dentro de la danza cubana. La obra trae de vuelta el tema del cabaret, elemento que solo es pretexto para ir más allá, escrutando en los conflictos que atormenta a los seres humanos. Dos planos relacionados van tejiendo una historia de fama y aplausos, pero también de fracasos. A los espectadores solo les está permitido presenciar lo que se fabrica para ellos. El show comienza y termina tras bambalinas. Ocultar los infortunios es tarea difícil pero controlable. Una fina línea en el centro del escenario, matizada por una luz discreta, es el camino que guía a los ejecutantes sumergidos en esas dos caras de una misma moneda: el show de cada noche.

Susana Pous está feliz y no lo oculta. Su espectáculo ShowRoom resultó todo un éxito, con el teatro Mella abarrotado de público durante tres días. Para las compañías de danza es casi un sueño llenar la platea de un teatro, pero DanzAbierta es excepción y no regla, Susana Pous se ha encargado de mantener el nombre y prestigio de una de las compañías más sólidas que ha tenido la danza cubana de todos los tiempos. Sobre su trabajo y su vida en Cuba tratan estas reflexiones, que la creadora española brindó en exclusiva para Cubasí.

Showroom, la más reciente obra de la creadora.

¿Después de tantos años en Cuba, que queda de la Susana Pous de la primera época?

Como artista creo que queda bastante, porque soy un cúmulo de experiencias. Por eso no ha sido fortuito que me haya puesto a crear. Todo lo que me está pasando forma parte de un proceso, de ir aprendiendo de mucha gente, y del trabajo que hice primero como bailarina al lado de otros creadores. De recopilar información y tomar decisiones. Todo lo que me ha pasado como bailarina y como persona está dentro de mi, he ido aprendiendo de todas las cosas que he hecho, sigo teniendo los mismos impulsos de búsqueda y de pasiones. Es un cúmulo de experiencias pero, evidentemente, los años te van dando un poquito de mesura, de calma.


¿Cuánto te ha cambiado Cuba a ti, como país, como cultura?

Muchísimo, incluso antes de venir a Cuba, porque una de las personas que influyó profundamente en mi, en el sentido de la danza, fue Pepe Hevia. Eso fue antes de conocer a X Alfonso. En Barcelona, Pepe llegó un día donde habitualmente tomaba clases y era maestra de danza. De repente descubro que hay una persona con una energía y una manera de ver la danza, que se parecía mucho a lo que estaba buscando, o al menos como yo lo veía.

Para mí eso fue genial. De repente conecté con una persona que proporcionó otra mirada de la danza, como él la vivía, con la pasión que la vivía.
 

Donde estaba, se practicaba danza, pero con mucho distanciamiento, y yo parecía muy loca porque quería siempre más. De repente aparece una persona que tiene sensaciones similares a las mías. Así que sin conocer Cuba, ya había entrado en contacto con lo que era la danza cubana y con este país.

Luego, cuando llego aquí, me doy cuenta de que la mirada que hay hacia el artista y la danza es muy diferente a la que había en aquel momento en mi país. Yo tenía que defender constantemente por qué quería bailar. Aquí, el respeto y cómo la gente me ubica es completamente diferente.

Como persona Cuba me ha influido muchísimo. Vine con ganas de comenzar una vida nueva, que se llenó de experiencias positivas. Cuba me ha enseñado pasando trabajo, porque he pasado trabajo a veces, pero me ayudó sobre todo a que los problemas pueden dejar ser un obstáculo, y convertirse en algo cotidiano que hay que resolver para seguir adelante. En Barcelona no era así, cuando tenía algún impedimento eso se convertía en un caos, y muchas veces tomaba la decisión equivocada de dejar a un lado cosas que quería hacer, y que al más mínimo problema las ponía a un lado.

¿Cómo fue tu inserción como coreógrafa dentro de DanzAbierta? ¿Tuviste problemas al principio?

Tuve muchos, uno de los principales problemas es que cuando llegué a DanzAbierta, el equipo era un equipo cerrado. Y no me refiero justamente a Marianela Boán, ella fue la que me abrió las puertas y me invitó a trabajar. A veces, cuando salía de viaje, me dejaba a cargo de las clases, o de algunos ensayos. Eran las puertas abiertas. En cambio, cuando comenzó la ausencia larga de Marianela, los bailarines sufrieron mucho eso, sin aceptar que podían venir ideas nuevas, con gente desde fuera que podían renovar el trabajo de la compañía y llevarla por otro rumbo, y no solo por mi, sino también por Guido Gali, que había sido designado por Marianela para que se quedara a cargo.

También pienso en los coreógrafos que vinieron desde el extranjero a trabajar con DanzAbierta. Recuerdo que la sensación que tuve fue que los bailarines se habían cerrado mucho, porque Guido traía coreógrafos a realizar algún montaje y ellos tenían una actitud muy diferente, a la que hubieran tenido si el trabajo hubiese sido con Marianela. Eso no lo entendía, porque estaba acostumbrada a trabajar con compañías donde entraba y salía mucha gente, como en Transit, una formación donde María Rovira era la coreógrafa principal, pero que en algunos momentos invitaba a otros creadores a montar sus obras. Igualmente los bailarines cambiaban, porque siempre se hacían audiciones para las producciones. Por eso no te podías acostumbrar a los bailarines.

En Cuba es diferente. Aquí los bailarines están en una compañía por un largo período de tiempo, empiezan a cerrarse un poco las puertas. Es por eso que llegué como una intrusa, que además era extranjera.

Pero hubo un momento en que Guido Gali se ubicó, porque él había dejado que las cosas sucedieran más o menos como los bailarines querían, hasta el punto de que se dio cuenta de que tenía que organizar y poner en orden el trabajo de DanzAbierta, y tomar las riendas, sino la compañía se iba a perder. Entonces me dio la posibilidad de montar, pero no eran los bailarines los que me abrían las puertas, ni Marianela que ya se había ido, sino Guido Gali que estaba al mando.

Cuando entro por segunda vez como bailarina, mi relación con Guido también era más clara y limpia. Aproveché y le dije que empezaba a tener ganas de hacer algo. Me abrió las puertas, y hubo gente que se involucró en el proceso, pero hubo gente que todavía estaba reacia. Por eso todo fue extraño en mi primera pieza, Qué se puede esperar cuando se está esperando.

En primer lugar, porque era primera vez en mi vida que coreografiaba algo, segundo estaba hablando de una cosa muy concreta, una experiencia mía, que era difícil ponerla en lugar de otros y que los otros se pusieran en mi lugar. En fin, ahí todavía había muchos conflictos dentro de la compañía, pero algunos bailarines empezaron a sentir que por lo menos había alguien que trataba de proponer algo.

Surgen como dos bandos, la gente que tenía necesidad de irse a probar otras cosas, y sentía que acababa su etapa en DanzAbierta, y la gente que quería quedarse y sentían que tal vez yo podría proponer algo interesante.

Cuando empiezo a montar MalSon es como si hubiera sido otra compañía, la energía cambió totalmente, porque los bailarines que se quedaron estaban dispuestos a escuchar a alguien, y todo el mundo se metió de narices en el proceso.

¿Qué sucede con MalSon y sus cien funciones, su premio, y sus giras internacionales?

Bueno, ya empiezo a sentirme un poco rara con todo lo que ha pasado con MalSon. Tal vez en otro momento de la danza cubana, MalSon no hubiera tenido la repercusión que alcanzó. Creo que la coreografía surgió en un momento de vacío en la creación, donde hacía falta que se hicieran cosas en el mundo de la danza cubana.

También me sentía un poco así, porque cuando entré en la danza en Cuba, entré de la mano de Marianela Boán, y cuando ella se fue sentí que en la danza cubana quedó con un gran vacío.

Cuando estrené MalSon tenía miedo de que la gente no lo aceptara por el hecho de que yo no era cubana, y eso me fastidiaba mucho. No era el hecho de una española que estaba de paso y había creado una pieza para la compañía, sino que era una creación de alguien como yo que he vivido muchos años en Cuba, que estoy en La Habana, una ciudad que amo, donde han crecido mis hijas, y donde sigo mi formación como persona.

Mi mirada no pretendía para nada ser una mirada externa, sino ser una mirada desde dentro, y por eso les pedí a los bailarines “necesito que ustedes se involucren”. Porque no era lo mismo que la hiciera yo, a que la hiciéramos todos de alguna manera.

Claro, pero tú estás en un proceso de emigración que va en sentido contrario al común denominador, porque generalmente hay muchos cubanos que se van a trabajar a España, y tú te has radicado en Cuba, a la usanza de los españoles de otros siglos…

Eso es lo que más trabajo le ha costado aceptar a la gente, y todavía lo siento a veces. Con MalSon es que me sentí más reconocida en Cuba, y al parecer ShowRoom reafirmará esa aprobación. No sé si un día me dirán cubana. En algunos eventos internacionales, en las ruedas de prensa, me han presentado como Susana Pous, coreógrafa cubana de origen español. Y eso me hace mucha gracia, porque llegará el momento en que tendré más años viviendo aquí que los que he vivido en España.

Pero en verdad a veces me he sentido como en el limbo. Siempre hay miradas extrañas, cuando digo que estoy trabajando en Cuba. Hay gente que se asombra mucho, cuando ven que la obra no lleva música en vivo, y me dicen entonces que es muy europea.

Porque hay una falsa imagen de la cultura cubana, hay mucha desinformación. La gente piensa que Cuba es la música tradicional para bailar el son y nada más. En lo particular, no me quiero plantear hacer una obra para que se venda afuera, o para que le guste a los de aquí. Vamos hacer lo que nos apetezca.

La idea de ShowRoom surgió en una de las primeras funciones de MalSon, que yo podía ver desde donde estaba sentada en un balcón, lo que estaban haciendo detrás los bailarines, y me pareció tan interesante. Y me dije que  a veces se pierde un poco lo que hay detrás de las cosas, que puede ser tan interesante como lo que recibe el público. Lo del escenario es algo fabricado, que tiene que ver con lo que tú te construyes, con un personaje artificial.

El teatro ha estado lleno en los tres días que pusimos la obra en el Mella. Estoy feliz, primero porque pudimos estrenar a pesar de montones de obstáculos, y luego porque el público asistió masivamente al teatro y despidió la obra de pie y con aplausos fortísimos. Tengo unos bailarines que adoro, y una compañía espectacular. ¿Qué más puedo pedir?

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