Baloncesto fuera de escena
especiales
Más que los resultados de los partidos, parte de la afición deportiva cubana ha quedado sorprendida con la falta de transmisión televisiva de la Liga Superior de Baloncesto, rama varonil, hecho inconcebible a estas alturas, en un país que tanto ha hecho por la difusión del deporte.
Al indagar sobre el tema con fuentes de la Comisión Nacional, su máximo representante, José Ramírez, explicó que una de las causas se atribuye a que el equipo de transmisión, en situaciones similares durante otras temporadas, se trasladaba en el ómnibus que conducía al equipo Capitalinos.
Pero esta vez los titulares de la última LSB no llegaron a la final, y al parecer esa variante no estaba en los cálculos de los directivos de la Televisión Cubana y tampoco en los del básquet.
Sin que finalice el torneo aparecieron los primeros perdedores: la afición que no tiene posibilidades de acudir a la sala de competencia, y el propio baloncesto, que cuenta en esas transmisiones una vía promocional generadora de más prácticas en los barrios y comunidades, justo donde surgen los prospectos del deporte.
Sabido es que Cuba posee dificultades económicas de consideración, aunque en casos como este, más que financiamiento, transportación y otros gastos, el problema, a mi entender, es de voluntad.
Vivimos en un país conocedor de la actividad deportiva, donde el público interactúa continuamente con sus atletas, disfruta sus triunfos y se retuerce cuando sus actuaciones están por debajo de lo esperado.
Pero nada hacemos con tener la escena deportiva andando y su difusión limitada en la TV, mientras por el llamado Canal de los Deportes en Cuba, se rellenan espacios con transmisiones diferidas de cualquier deporte.
Este mal no es exclusivo del baloncesto entre los Búfalos de Ciego de Ávila y los Tigres de Camagüey. La Liga femenina también merece su espacio, como mismo lo requieren deportes que prácticamente se ven en Cuba en Olimpíadas, Panamericanos, Centroamericanos, Juegos del ALBA y Olimpíadas del Deporte Cubano.
Le ha tocado un momento triste al deporte de las canastas, que ya tenía un espacio aparentemente consolidado. Qué decir entonces de las finales nacionales de lucha, libre y greco, judo, pesas, fútbol, atletismo, voleibol de sala y de playa, e, incluso, finales juveniles de béisbol, nuestro pasatiempo nacional, por solo citar una parte de las modalidades más seguidas en el país.
Es hora de analizar con más tino la validez de nuestras transmisiones deportivas. Hay un público que las demanda, las necesita y se regocija con ellas.
Vale la pena pagar ese costo, peores son los estados de opinión que se tejen, las conjeturas que toman fuerza basadas en una realidad que hoy ha sacado de la escena al tabloncillo de Ciego de Ávila. ¿Sucederá igual en Camagüey?
Invasor
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Joaquín González
miguel angel
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