El ángel de Teresita Fernández estuvo en Matanzas
especiales
Cómplices no faltaron, algunos formalmente invitados a participar, otros, como Amanda Sofía y yo, que no nos resistimos al rumor, supimos enseguida que no nos lo podíamos perder y, gracias a un aliado “poderoso” como Rubén Darío Salazar, también pegamos papelitos, telas, trocitos de vidrio “con mucho cuidado” (acota mi Amanda), restos de cajas de cartón, un poquito de todo lo que Zaldívar “echó” a este basurero tocado por la magia de Lo feo.
Así, con los ingredientes necesarios, repasamos la lección de alquimia espiritual más importante del mundo: cambiarle el color a la tristeza. Improvisaciones de los bailarines, creatividad de todos, y estas historias que ahora les chismorreo, hicieron el milagro, ella creía en los milagros y nosotros también: vino, estuvo, cantó y ayudó a componer un libro gigante, al estilo de Ediciones Vigía, tomó té con galleticas y espero que haya entendido de una vez que no se va a morir, menos llorando…
… violetas para ti...
Así, como flores silvestres quiso que pasaran sus versos, resulta que escribió poesía y casi no nos dejó leerlas, pero, le advierto a Teresita, dicen mis maestros de periodismo que lo bueno, si breve, dos veces bueno y una breve selección de diez poemas bastó para delatar su talento, la información viene de buena tinta, Alfredo Zaldívar fue el editor de su único y pequeño gran poemario:
“No todo el mundo sabe que Teresita tiene una obra cancionística para adultos, incluso algunas canciones que pasan como de niños no lo son, por ejemplo “juega conmigo soy de trapo”, no es nada infantil, es evidentemente para adultos. Entonces, nosotros sabíamos que ella escribía poesía, era muy difícil que quisiera publicar y fue nada menos que Fina García Marruz la que nos sirvió de puente, porque Cintio y Fina tenían una alta estima por la obra de ella, por sus canciones para adultos y también por su poesía. Entonces pudimos hacer una Plaquett, la presentamos en el Centro Alejo Carpentier en La Habana, con ella, por supuesto, cantó, disertó, ella nunca había entrado allí y además la señora Lilia Esteban de Carpentier, que no le gustaban los niños, jamás había hecho una actividad para niños, fue la primera vez y dijo que no iba a ir, sin embargo, se apareció cuando supo que Teresita iba y reconoció que fue una de las actividades más lindas que se había hecho en el Centro.
“Teresita llegó vestida de carmelita, con sandalias al estilo de los carmelitas descalzos, poncho y pantalones carmelitas, había leído un texto de Fina que decía algo así como “estas ediciones de pobreza carmelitana algún día serán buscadas” y ella se paró ahí y dijo: yo he venido de carmelita, porque yo soy una plaquet carmelitana”. Son apenas 10 poemas, pero diez poemas que pueden estar en la más exigente antología de la poesía cubana, fue tremendo para nosotros haber hecho esa edición y realmente sería muy lindo retomarla ahora en Ediciones Matanzas…”
…un poco de amor…
Esa era, posiblemente, su única necesidad verdadera, lo demostró de muchas formas, desde las letras de sus canciones, hasta en estos episodios surrealistas que nos cuentan Zaldívar y Rubén Darío:
“Fue un ser excepcional que, por ejemplo, todo el mundo está corriendo aquí detrás de los carros, la gente grita que quiere un carro y cuando a Teresita le dieron un carro fue directamente y se lo regaló a las monjas de un leprosorio, esos son actos que muy poca gente en este mundo hace y es uno de los muchos ejemplos que se pudieran poner del gran ser humano que fue Teresita. Hizo un viaje a Brasil, uno de los pocos que realizó, el viaje fue bueno económicamente y cuando regresó nos dijo que quería donarle todo el dinero a Vigía, por supuesto no se lo permitimos, le dijimos que no, no sabemos a quién se lo habrá donado…
Teresita es algo muy grande para todos nosotros que de alguna forma estuvimos cercanos a ella, que trabajamos con ella. Cuando falleció Eliseo Diego, Octavio Paz dijo que a Eliseo solo le faltaba morir para alcanzar ya lo máximo a que podía aspirar un artista y creo que lo mismo se puede decir de Teresita”, que levante la mano quien no esté completamente de acuerdo con Alfredo Zaldívar.
Cuenta Rubén Darío que “un día un niño le regala un osito azul al que ella le pone Joaquinito y siempre lo guardaba en la guitarra, en la parte chiquita donde se guardan las cuerdas y había una cosa muy especial con Joaquinito, cada vez que un niño se encantaba con el oso ella se lo regalaba y como ella era una maga, pues ese osito volvía siempre a la guitarra, porque siempre alguien le regalaba un osito azul para reponer el osito que ella regalaba”.
Una de las destinatarias fue cierta amiga de Rubén, quien lo acompañó a la casa de la maestra para invitarla a un espectáculo que estaban preparando con su música y, después de una velada pasada por agua y sazonada con toda la espontaneidad de Teresita Fernández se fue llevándose de regalo a Joaquinito y un préstamo de incalculable valor, se hizo de noche, había frío y Teresita le ofreció su poncho y le dijo: “cuando tú puedas, si te acuerdas, me lo devuelves, porque me gusta mucho, pero si no te acuerdas no importa, porque a mí hace mucho tiempo no me hace falta nada, Dios me provee de todo”.
… floreciendo para ti…
Espontáneamente, con la naturalidad con que las flores lucen su hermosura en cualquier sitio, vivió Teresita. En una ocasión vino a Matanzas y no quiso cantar en el lugar donde le hacían el homenaje, recuerda Rubén:
“… dijo que no, que ella iba a cantar en una montaña de Matanzas que ella conocía, era el Seminario Evangélico y para allá fue, se sentó afuera de la iglesia sacó su guitarra y empezó a cantar para los niños del barrio, pero ella no contaba con que Fredy Maragoto y yo íbamos a ir con una saco con todos los títeres de sus canciones que hacíamos en las peñas, entonces ella empezó a cantar Tin tin la lluvia… sacamos una muñeca azul con los pelos así transparentes… ella dijo “¡ay qué lindo!”. Cantó Pitusa y Eusebio, sacamos los muñecos, ella también “¡ay qué bonito!”. Cantó la del grillito acatarrado, sacamos el grillito y entonces dijo: “para, para ahí, quiénes son ustedes”. Le explico: “somos titiriteros, yo la conozco de su casa…” “No, yo no me acuerdo de ti, quiénes son ustedes”. “Somos del grupo Teatro de las Estaciones”. “Bien, vamos a hacer un pacto, porque yo no puedo estar cantando y no saber qué va a pasar ¿qué ustedes tienen en el saco?” “Todas las canciones”. “Bueno, vamos a hacer un trato, ustedes sacan el muñeco y yo canto”. Pactamos. De pronto paró y dijo: “bien, ahora voy a cantar una canción de una muñeca que ustedes no conocen, porqu8e cuando ella estaba ustedes no habían nacido”. Libélula, pero ella no esperaba que yo soy un investigador del teatro y tenemos un espectáculo que se llama En un retablo viejo, que es con Libélula y Zenén había hecho la muñeca, así que cuando ella empezó a cantar sacamos a Libélula y ella se detuvo otra vez y dijo: yo soy una mujer que creo en los milagros y acaba de ocurrir uno, estos muchachos acaban de sacar una muñeca idéntica a la Libélula que yo conocí. Y es que Zenén había hecho una muñeca idéntica a Libélula.
Terminó ese último tema y se levantó de la iglesia, se fue al promontorio desde donde se ve la bahía y dijo, el próximo tema que voy a cantar no va a ser dedicado a ustedes que son mis amigos, va a ser dedicado a los Cinco Héroes y empezó a cantar Canta, canta pajarito, canta pues libre serás… los niños empezaron a cantar y estaba haciendo Teresita un acto político a la manera en que ella sabía hacerlo, sin preparación, sin que nadie se lo dictaminara, ella empezó a cantarle a Ramón a Gerardo, a Antonio, a Fernando y a René y con ella todos los niños. Esa era Teresita Fernández, una mujer anárquica, una mujer iconoclasta, una mujer completamente libre. Decía y hacía lo que quería, pero con una coherencia absoluta con su manera de vivir, de ser y de cantar.”
… un lucero para ti…
Nació con una estrella, nadie puede dudarlo, brillaba con luz propia y con la verdad que fue toda ella, rememora René Fernández, quien la llevaba al área infantil de los carnavales yumurinos que “era una gente que no se quejaba de nada, ella llegaba al área y si había asiento se sentaba, si no se sentaba en el piso o donde pudiera, pero siempre estaba vinculada a la realidad del entorno y donde quiera que ella plantaba, porque ella plantaba, así como es el plante cubano, ella plantaba en un portal, en un parque donde quiera y tenía ese don maravilloso de poder convocar con su guitarra, con su música, con su poesía.
“Ella era una mujer popular sencilla, con un gran ideario humano que era lo más importante. Era una mujer liberada de todo elemento superfluo en la vida, en la carroza guardaba su tabaco, pero en el escenario lo ponía en una silla para cantar, le gustaba el trago, era una cubana sabrosa, pero siempre tenía una ética tremenda. Ella tenía que salir del parque René Fraga en una carroza infantil, hasta el Sauto y yo le dije: mira Teresita, has cantado demasiado, aquí está el casete, lo ponemos y tú como figura te plantas ahí arriba de la plataforma y doblas la canción y me dijo: No René, eso es mentira. Pero mira, cuando te bajes vas al área y ahí vas a tener que cantar mucho, tú sabes que la gente te lo pide… No importa, no me pongas cinta, yo voy a venir cantando desde allá arriba hasta aquí abajo… Era una gente de un poder… de unas energías…”
… un cocuyo para ti…
Cuenta Zaldívar : “en Vigía, en la Ronda de los barquitos, le regalamos una botella rota, la preparamos y adentro le colgamos una estrellita, no era un cocuyo, entonces cuando se la entregamos me dio una lección muy grande porque le dije Teresita, lamento mucho o poder tener un cocuyo dentro de la botella, pero bueno, ahí te pusimos una estrella y me dijo “pobre del que no vea el cocuyo que está ahí”
Enciende tu tabaco Teresita, siéntate donde quieras y no pierdas de vista la guitarra, porque seguramente no resistirás la tentación de cantar algo, todos aquí fuimos niños contigo, si no todos, tantos, suficientes como para no dejarte morir, menos llorando, vas a vivir cantando porque ya basta de hacer tu voluntad, maestra, nos falta mucho por aprender contigo, ah, y pobre del que no te vea.
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