Entrevista a Elizabeth, esposa de Ramón Labañino: Huellas y puentes (+ VIDEO)
especiales
Foto y Video: Hansell Oro Oro
Volví a mirar a Lenon en su parque, siempre dispuesto a escucharnos utopías y certezas. Yo estaba pensando en amarillo y no eran precisamente submarinos.
Iba a conversar con una persona muy cercana a uno de esos soñadores que imaginan y hacen. Pero imaginar —y peor aún, hacer— es un delito grave allá donde se USA el pragmatismo como bandera. Por eso, desde hace quince años, no es Ramón Labañino quien abre la puerta de su casa.
Elizabeth Palmeiro, esposa de Ramón Labañino, junto a su mascota Teo, que también luce su cinta amarilla.
«El tiempo es implacable», me dijo su esposa Elizabeth Palmeiro, mientras hablábamos sobre la visita más reciente a Ramón, realizada en agosto pasado.
Y ese aire enrarecido, lleno de cámaras, de comida de máquinas expendedoras como única opción en el menú, de la prohibición de contacto físico prolongado, es la única oportunidad de Elizabeth, Ramón y sus hijas Laura y Lizbeth, para sentirse como una familia normal.
«Es el momento que tengo de mirarle a los ojos, decirle que lo quiero más que la vez anterior», cuenta Elizabeth con la cinta amarilla en su mano, «nunca imaginé estar tanto tiempo sin Ramón al lado mío».
Cierto, ya no es la misma de hace una década. Se le nota la nostalgia multiplicada, pero también la fortaleza de una mujer tan admirable como su esposo. Ella tiene la convicción de seguir adelante, aunque cuando él vuelva, «ya no va a ser tal justicia, porque ya son demasiados años». Ellos «nunca debieron estar un minuto en prisión».
Para Cuba, más allá de política, se trata de una «causa de amor, porque por amor a su pueblo es que ellos están presos», comenta Elizabeth.
La intención es compartir el sentimiento con los norteamericanos, de ahí la idea de intentar un puente a través de las cintas amarillas.
Entonces volví a hacerme la misma pregunta de La Colmenita: «¿Y ahora, qué más podemos hacer?». La respuesta quizá la dio hace tiempo la canción Huellas, del trovador Gerardo Alfonso: «Se trata de unir los confines del mundo, las puntas de un lazo, juntar los pedazos rotos y dejar volar el alma así entre nosotros (…) y dar, y dar, y dar, y dar, y darlo todo…».
Añadir nuevo comentario