Cada segundo caen 40 rayos a la Tierra, ¿dónde cae la mayoría?

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Cada segundo caen 40 rayos a la Tierra, ¿dónde cae la mayoría?
Fecha de publicación: 
25 Junio 2013
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Mientras sobrevuelan el lado oscuro de la Tierra, los astronautas de la Estación Espacial Internacional tienen la oportunidad de contemplar uno de los espectáculos más impresionantes de nuestro planeta: decenas de tormentas iluminan el cielo y se suceden a lo largo de miles de kilómetros. En concreto, según los datos acumulados por la NASA, cada segundo caen 40 rayos en nuestro planeta y hay unas 2.000 tormentas descargando su energía simultáneamente  sobre el globo.

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Esta impresionante actividad eléctrica, aparentemente aleatoria, sigue un cierto patrón que los científicos llevan años observando y que la NASA ha plasmado en un mapa global de incidencia de rayos. En total, la cifra anual de alrededor de 1.200 millones de rayos se concentra especialmente en los continentes, en la zona ecuatorial y en las grandes regiones montañosas.

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Este mapa, basado en las mediciones realizadas por la NASA entre 1995 y 2005, ofrecen una imagen detallada del fenómeno: las zonas con mayor incidencia aparecen en oscuro y las menos golpeadas por los rayos en color claro. La pequeña villa de Kifuka, en la República Democrática del Congo, está dentro de esa zona del mapa marcada en negro. Este lugar tiene el récord absoluto con una media de 158 rayos por kilómetros cuadrado al año, una cifra escalofriante si tenemos en cuenta que la media global es de seis rayos. Es en esta región, la de África central, la que acumula una mayor incidencia de aparato eléctrico, debido a sus condiciones atmosféricas particulares y a su cercanía al ecuador.

"La mayor parte de la actividad se produce en la zona ecuatorial", explica a lainformacion.com el meteorólogo experto en rayos Joseba Areito. "Es donde hace más calor, donde crecen los bosques tropicales y donde se producen las mayores ascensos de aire".  Las tormentas, explica este especialista, son como grandes chimeneas. Se producen como consecuencia de grandes masas de aire caliente que empiezan a descender cuando llegan a la zona alta de la atmósfera y "se forma una especie de frío de circulación".

En el caso de África central, es vital la presencia de corrientes desde desde el Océano Atlántico, la contribución de las áreas montañosas y la presencia del desierto del Sáhara, al norte. La pequeña villa de Kifuka, situada a 300 km al sur del ecuador, está rodeada de grandes montañas que captan las nubes que se forman sobre la selva procedentes del Atlántico, y el resultado es una tormenta casi permanente.

Otro lugar donde se concentran los rayos es la cordillera del Himalaya, donde las altas montañas y las masas de aire provenientes del Índico producen una pequeña fábrica de tormentas. Los rayos, en cambio, apenas azotan lugares como los polos  y las zonas desérticas donde, explica Areito, "hay pocas tormentas porque apenas hay convección". Pasa lo mismo con los océanos, que no se calientan tanto como la de la tierra durante el día y se forman menos tormentas.

"La dinámica global", explica Areito, "también muestra diferencias estacionales. En el verano del hemisferio norte hay mas rayos que en el sur porque tenemos más continente, y los rayos del invierno son más intensos que los del verano, que se producen a más altura".

En España, las tormentas también siguen una especie de patrón y se acumulan en el noreste peninsular, cerca de los Pirineos.  "Hay varios ingredientes", asegura Areito, "cuando entran las masas de aire desde el Atlántico recogen el calor de la península y lo lanzan hacia el noreste. Por decirlo de alguna manera, entran por Galicia, recogen el calor y lo desalojan por el noreste".

A pesar de todo, aún se conoce muy poco sobre el fenómeno de las tormentas a nivel global, si están conectadas entre sí y lo que termina por desatarlas. Después de décadas de análisis, los estudios de la atmósfera indican que los campos eléctricos de las nubes de tormenta tienen solo una décima parte de la energía necesaria para desatar los rayos. "Se han propuesto muchas teorías", admite Areito. "Una de ellas es que son los rayos cósmicos, procedentes del espacio, los que aportan esa energía extra y desencadenan la chispa que da lugar al rayo. Esto es lo que sabemos por ahora y lo que está bastante admitido".

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