Pinocho: una historia sobre el deseo
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Las buenas historias, las mejores, son una y muchas al mismo tiempo. Cambian con el lector, responden a la búsqueda de cada etapa de su vida, con suerte, nos llegan primero como cuento infantil, con todo y moraleja, pero luego crecen con nosotros y nos sorprenden las nuevas lecturas posibles. Pinocho es una de esas historias sin edad.
La intelectual, Premio Nacional de Literatura, Carilda Oliver Labra y el artista de la plástica matancero Roberto Braulio, nos proponen otra mirada de ese cuento clásico, contada esta vez desde las angustias, las ansiedades, añoranzas azares de un niño de madera que quiere ser de carne y hueso, el tránsito espiritual, íntimo de Pinocho hacia la humanización, resulta motivo y mensaje de “La poesía escondida de Pinocho”, la muestra bipersonal de poesía y pintura que permanece en la sala Chartrand de la sede de la UNEAC en Matanzas.
El proyecto comenzó por el concepto de un amigo italiano, Andrea del Lago que les propuso a estos creadores combinar poesía y pintura para festejar al clásico personaje de Carlo Collodi. Roberto Braulio le llevó a Carilda trece ilustraciones sobre las cuales trabajar, ella aceptó el reto y lo excedió: le devolvió cuatro poemas adicionales, para los cuales trabajó el pintor.
“La muchedumbre aplaude la esclavitud y el miedo” dice Carilda, mientras Roberto Braulio ilustra el circo en el que se enroló Pinocho. Pero la poesía secreta de la escena nos revela mucho más que la didáctica sobre la importancia del conocimiento o sobre la dicotomía entre las apariencias y la realidad, Carilda habla del mundo en el que el asno obedece con sumisión, habla de las ataduras, los tabúes, los pánicos que te hacen esclavos de la mediocridad y el ridículo.
“La vida y la muerte se abrazan como cuando una ráfaga de aire hace temblar las hojas de un naranjo”. Todo está incluido en ese ciclo, en esa distancia que recorremos y Carilda la expresa con esta maestría, encuentra las palabras exactas envolver con su lírica las verdades más profundas de la existencia.
De repente, lo de menos es que a Pinocho le crezca la nariz con cada mentira, no son esas mentirillas cotidianas el verdadero tema, sino la vida y lo que quiere, lo que se espera de ella, la vida y lo que somos capaces de sentir, de experimentar, inevitablemente y con candidez de adolescente el erotismo aflora también entonces en los versos de Carilda.
La libertad y la esclavitud, la vida y la muerte, polémicas esenciales del hombre han sido descubiertas por la palabra poética de esa mujer culta y sensible que es Carilda. Desde sus versos, Pinocho adquiere nuevas dimensiones y enamora, seduce con una versión del personaje cargada de lirismo y con una mezcla exacta de erotismo y ternura.
En contraste, o complemento, la magia pueril de Pinocho está pintada allí, su ingenuidad, su incursión en el mundo, su diálogo con la naturaleza… La búsqueda constante de los afectos, los sueños, la imaginación, los delirios y las nostalgias, en colores pastel, visto desde los ojos protectores del padre, Pinocho ha sido dibujado con una belleza entrañable por Roberto Braulio.
Las imágenes son tiernas, realizadas sobre cartulina manufacturada, tienen un aire de espontaneidad, una naturalidad que recuerda la inocencia infantil es que el pintor se enfocó en la visión de Gepetto y nos trae la mirada del padre en cada imagen, de modo que sirven de mediadoras entre la historia original y los poemas, con los cuales se confabulan para contar más que la historia de un niño, sino “la historia del deseo”.
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