CRÓNICA: Alicia otra vez en escena
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Era un secreto a voces: casi todo el mundo en el Gran Teatro de La Habana sabía que al final de la gala dedicada al maestro Ernesto Lecuona, ocurriría algo extraordinario. En el programa de mano no había ningún indicio, pero el rumor crecía.
Por fin, en el intermedio, un locutor anunció que después de la última obra programada, figuras históricas de la compañía realizarían un homenaje a la memoria. Pero el nombre de Alicia no fue mencionado.
Al final, la orquesta hizo una obertura, el pianista Leonardo Milanés se sentó al piano y comenzaron a danzar en escena primeros bailarines de toda la historia del Ballet Nacional de Cuba: Marta García, Orlando Salgado, María Elena Llorente, Lázaro Carreño, Osmay Molina…
El público los recibió a todos con aplausos, hasta que los aplausos se desbordaron en una ovación gigantesca: de la mano de Jorge Vega apareció en escena la mismísima Alicia Alonso, caracterizada como uno de sus últimos personajes: la dama de Un retrato para un vals.
Alicia no creyó en imposibles: regaló a su público esa presencia escénica que con los años se ha convertido en leyenda. Derrochó simpatía y gracia, fue juguetona y nostálgica.
Un teatro de pie apenas pudo contener la emoción. Alicia recibió sus flores, y sobre todo, el aplauso agradecido y entusiasta de centenares de aficionados. El telón tuvo que abrir tres veces.
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