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El pasado 22 hizo 61 años de aquella tarde en que el presidente de EE. UU. JFK, habló y se inició la crisis internacional más grande desde la Segunda Guerra Mundial, la única hasta hoy que ha puesto al mundo al borde de una guerra nuclear. Pero no podemos hablar de la Crisis de Octubre como un hecho aislado, sino como consecuencia de un fenómeno amplio que inició desde mucho antes con la histórica ambición injerencista de Estados Unidos con este pequeño archipiélago del mar Caribe, y de otros conflictos paralelos de índole similar en el mundo, que en este caso también implica a la superpotencia de la, entonces, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS. Los acontecimientos que tuvieron su punto cumbre finalizando el año 1962 favorecieron un complejo ambiente geopolítico que trascendió la región, puso, por primera vez, a Cuba en el mapa internacional, y mantuvo en vilo a la humanidad. Por otra parte, en octubre de 1962, con o sin misiles, se iba a producir una crisis en el Caribe; porque Cuba, como siempre lo había hecho, iba a defender su independencia, soberanía y dignidad nacional. EE UU tenía incluido, dentro de la operación Mangosta, una invasión militar a la isla precisamente para esa fecha. Este peligro eminente, conocido por las autoridades de la Isla y de la URSS influyó en el paso dado por los soviéticos en mayo de 1962 de proponer la instalación de cohetes nucleares de corto y mediano alcance en Cuba. El hecho de que la crisis cambiara de contenido y de hecho se produjera después de las revelaciones de Penkovski y su posterior confirmación a través de las fotografías espías de los U – 2, no cambia nuestra valoración de que fue un capítulo tenso, pero con un antes y un después, de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. La Crisis de Octubre o como también se le conoce, Crisis del Caribe, Crisis de los Cohetes o Crisis de los Misiles, confirmó fehacientemente la idea planteada por Fidel, respecto a que la defensa de la Revolución depende de la disposición y el patriotismo de sus hijos de combatir hasta la última gota de sangre, pues es indispensable pensar más en su fuerza propia que en la ayuda exterior que podamos recibir. Mediante la actuación decidida y el aferramiento a los principios del pueblo y sus dirigentes, Cuba conservó lo esencial, su soberanía y su Revolución, frente a la necesidad de hacer concesiones y retroceder que cualquier analista serio hubiera podido aconsejar. El mayor de los peligros que nuestro pueblo enfrentó en aquella prueba no fue el del exterminio nuclear, sino el de la claudicación. Esta vez no hubo Zanjón, pero fue necesaria, como entonces, la intransigencia y el coraje que hicieron retroceder incluso a los que pretendían humillarnos, imponiéndonos la inspección de nuestro territorio. Aquel no, junto a los cinco puntos, se convirtieron, así, en un Baraguá del siglo xx. Octubre de 1962 fue el climax del enfrentamiento entre EE UU y la URSS que, paradójicamente, llevó a las dos superpotencias a convenir que debían controlar y limitar sus contradicciones. Pero, considerando la peligrosa situación actual en relación con la guerra en Ucrania y su posible conversión en un conflicto nuclear, la única lección que aprendieron los norteamericanos y los soviéticos en 1962 era que debían buscar soluciones de comunicación para «enfriar» la guerra fría, incluso apareció el teléfono rojo y, sin importar personalidades actuales de un lado o de otro, ninguno, incluso Putin, tiene el calibre para obtener mejores resultados, por lo que el desenlace actual, incluyendo las pretensiones rusas, de las regiones en pugna y del resto de Ucrania, también debe pasar por la mesa de negociaciones.
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