Piñera o el pinochetismo de “izquierda”
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Asombra ver tantos mensajes en Twitter y Facebook donde elementos de ultraderecha acusan al presidente de Chile, Sebastián Piñera -un redomado y confeso admirador de Pinochet-, de ser “sumiso a la izquierda chilena”, no haber interpuestos más obstáculos para evitar que se celebrara un plebiscito para cambiar la Constitución creada por el genocida dictador, y haber accedido a que personas con problemas económicos cobraran por segunda vez una especie de seguro, con lo cual restaba fondos a empresas privadas que lo manejaban para su confort.
Por supuesto, nada de lo anterior es verdad, Piñera sigue oponiéndose activamente al pago del seguro y, si acaso surgen dudas, es porque el dos veces presidente de Chile sabe maniobrar astutamente para hilvanar un discurso político que trate de aliviar el cada vez mayor descontento contra su gestión.
En el curso de esos mandatos hizo añicos anteriores tibios intentos de la también dos veces mandataria y presunta socialista Michelle Bachelet –que fue vejada durante la dictadura pinochetista- por mejorar la condición de vida de los niños y las mujeres.
Al mismo tiempo, exhibía números neoliberales de crecimiento económico para tratar de ocultar la pobreza y la desigualdad, la mayor de Latinoamérica, seguida de Perú, puesta aún más al descubierto por la pandemia de la COVID-19, la cual fue muy mal atendida.
Con este “izquierdista” presidente se trató de levantar el crecimiento económico a costa del aumento de la explotación de las tierras que un día fueron de los pueblos originarios y hoy pertenecen a transnacionales extranjeras y latifundistas locales.
Así, vuelven a llegar noticias fragmentadas sobre la muerte de indios mapuches ignorada por la prensa controlada oficialmente, y que no es más que el mismo exterminio iniciado hace decenas de años en el sur de la nación.
De los 17 millones de chilenos, más de un millón son indígenas y unos 635 000 de estos son mapuches, que han logrado subsistir a las depredaciones.
Lo anterior llega con el anuncio de que crecerá el número de transnacionales de capital norteamericano y europeo para explotar el subsuelo del sur chileno, junto al mantenimiento de las extensas tierras de los latifundistas que reinan allí.
No importa que se legisle al respecto y que los dueños de los grandes negocios se comprometan a cumplir lo legislado, porque el dinero es mucho y hace que la insoportable corruptela integre en un círculo vicioso a personajes de diversos matices que actúan en la impunidad o se les paga para que dejen hacer.
Todo se produce bajo el hostigamiento a dirigentes y comunidades que están manifestando su oposición a esta nueva violación de sus derechos como pueblos que ocupan esos espacios desde hace muchos años.
Las empresas protegidas por Piñera pertenecen a entes que han tenido algún parentesco económico con los elementos que le llevaron al poder, aprovechando como de costumbre unos medios que hacen y deshacen ante la inopia de los denominados grupos de izquierda.
De ahí la necesaria unidad de todas las fuerzas que se dicen de izquierda y otras progresistas, en medio de las manifestaciones cada vez más numerosas para cambar la situación de quiebra del país, con la mira puesta en cambios constitucionales que deben regir los destinos de la nación más desigual de Latinoamérica.
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