OPINIÓN: En respuesta a los rompe sueños

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OPINIÓN: En respuesta a los rompe sueños
Fecha de publicación: 
20 Julio 2025
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No debe asombrarnos la negativa reciente de visas por parte del gobierno estadounidense a delegaciones deportivas cubanas, o la tardanza para evitar entregarlas en el tiempo requerido, y así impedir la presencia de atletas, entrenadores y jueces de la Mayor de las Antillas en diversas lides internacionales designadas a territorios de USA o de Puerto Rico, pueblo hermano al que han robado la libertad. De los reales culpables del Crimen de Barbados, y solo me refiero a su terrorismo mayor en el sector deportivo, ¿qué puede esperarse?

Con voz débil si acaso ha existido la crítica a los desmanes actuales que han impedido la actuación de representaciones nuestras en varias justas. Esa flojedad tampoco sorprende. El deporte es mucho más limpio que la política. Más bien, debía serlo. Pierre de Coubertin advirtió en diversas oportunidades el peligro que desafiaba a la cultura física “...al haberse desarrollado los deportes en el seno de una sociedad que amenaza con pudrirse hasta la médula a causa de la pasión por el dinero”(1894). En septiembre 4 de 1936 condenó “el espíritu mercantilista que amenaza con invadir los círculos deportivos”.
 
La política golpeadora del ámbito es una síntesis en acción de los intereses económicos. Lo agonal dominado por los monopolios, monopolio el deporte mismo encadenado por los negocios. Llegó la putrefacción. El genial pedagogo francés se vio obligado a batirse contra los conceptos y el quehacer reaccionario de la aristocracia; en la actualidad los máximos funcionarios de las federaciones y el Comité Olímpico Internacional (COI) en general son la aristocracia de don dinero al calor de las potencias imperiales. La cacareada posición neutral, el apoliticismo del COI son falsos. Desde hace mucho tiempo se inclina hacia la derecha.
 
El organismo otorgó la sede de 1936 al Berlín de los hitlerianos. Esos asesinos la aprovecharon muy bien para sus designios. Antes, permitió el racismo al máximo en los Juegos Made in EE.UU. de San Luis 1904 y la antideportividad de Londres 1908. Las posiciones en contra de Coubertin, no cristalizaron: estaba en minoría. Existió la presencia de Sudáfrica a pesar de su poder discriminatorio, se permite el robo de músculo como cuestión normal y el paso al boxeo profesional; llegará a ser peor su incidencia: guantes más pequeños para dañar más, mayor cantidad de rounds, menor cuidado con los púgiles.

¿Qué puede importarles a los comerciantes del deporte, por ejemplo, los sueños rotos de las niñas softbolistas cubanas que con todo derecho iban a participar en un torneo en la tierra boricua y a las que los trumpistas castigaron al negarles las visas al cuerpo técnico y de dirección? Otras son las circunstancias, pero el hecho trae al recuerdo la Delegación Heroica de los Centrocaribes de San Juan 1966. A colación viene también la respuesta del nadador japonés Furhashi: su país no fue invitado al certamen de Londres 1948 como si los deportistas fueran los culpables de la Segunda Guerra Mundial, causada por las potencias imperialistas en busca de una nueva repartición del mundo.
 
El delfín nipón desprestigió los triunfos estadounidenses: mientras ocurría la lid londinense rompió varios récords mundiales en una piscina en Tokio. El mencionado desquite de Furhashi me impulsa a proponer la actuación pública, trasmitida incluso por Tele Rebelde, de las víctimas de las citadas negativas gringas. El pueblo sería testigo de la calidad de sus atletas, de su quehacer, de su entrega. Respuesta-desquite del deporte cubano, a pesar de los antihumanos.

Por cierto, en Helsinki 1952, los nipones conquistaron varias preseas. Yoshinobu Oyakawa ganó los 100 de espalda, pero se había nacionalizado norteamericano. Oyakawa, magnífico nadador, pésimo ciudadano que olvidó la innecesaria agresión atómica de su nueva patria a Hiroshima y Nagasaki.

 

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