Geopolítica: El escenario de las elecciones iluminado por las explosiones de la guerra

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Geopolítica: El escenario de las elecciones iluminado por las explosiones de la guerra
Fecha de publicación: 
28 Agosto 2024
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Lanzamiento de un sistema de misiles táctico-operativo Iskander contra instalaciones de las Fuerzas Armadas de Ucrania en territorio ucraniano.Ministerio de Defensa de Rusia / Sputnik

La invasión de Rusia por parte de Ucrania responde a un guion que ya se esperaba: Kiev necesita convencer a Occidente de que la guerra no está de un solo lado, pero más aún, la maquinaria de propaganda requiere de ardides que lleven a la opinión pública a aceptar mayor presupuesto para un conflicto que se ha visto empantanado dese hace rato. Ahora, con las operaciones de Kursk, los medios occidentales comenzaron a decir que el Kremlin está a punto de caer y las tropas de Zelensky, a un paso de Moscú. Si bien hay unas cuantas provincias antes de llegar a la capital rusa, las tropas de Kiev están lejos de poder con el grueso de las fuerzas leales a Putin y la guerra se halla, mal que le pese a Occidente, en un punto muerto. Pero hay más, con las elecciones en los Estados Unidos hay que mostrarles a los votantes que la cuestión de Ucrania posee avances y que no ha terminado con un equilibrio a favor de Rusia. El Partido Demócrata, principal impulsor de ese diferendo, se las está viendo difícil frente a la población norteamericana a la hora de justificar los grandes volúmenes de armamento y de recursos financieros echados por la borda en un país donde la deuda crece. 

Rusia está haciendo su juego y quizás le conviene que exista una invasión momentánea de parte de su territorio para usar elementos de defensa nacional en la batalla ideológica por el relato cultural en las redes sociales y los medios. Occidente no ha contado con eso y con la cimentación de ideas emanadas del pasado belicista frente a los invasores, que ha hecho de Rusia un país inexpugnable. Pero los burócratas del Kremlin a la vez saben que la invasión de parte de su territorio se debe a que Kiev busca condiciones de paz que se basen de alguna forma en la conservación de los territorios ganados por Rusia y ahí es donde la guerra entra en un punto muerto. Las elecciones en los Estados Unidos abren un capítulo en el cual o se soluciona el asunto mediante un acuerdo o se pasa a mayores en una guerra que tiene en vilo al planeta. En este tema, han fallado todos los mecanismos de paz incluso aquellos que históricamente fueron efectivos lo cual hace que estemos en un panorama plenamente desolador y peligroso. Si sale electa Kamala Harris, podemos esperar una continuación de los presupuestos de guerra, de los apoyos de los norteamericanos y de Occidente y por ende un aumento de las tensiones globales hacia un mundo que estará a punto del desplome. Si resulta electo Trump, aparentemente se puede aspirar a un tratado, aunque la figura republicana en esta temporada se muestra más impredecible y belicista y nadie puede asegurar que este sea el mensajero de la esperanza, muy al contrario. 

Putin seguirá al frente de Moscú por un largo periodo y las jugadas a nivel planetario se vuelven a complejizar. Está aumentando el número de países que pasan a formar parte del BRICS y ello determina la emergencia de un nuevo sistema financiero con el final del dólar a la vuelta de la esquina. Con ello, estamos hablando de que termina la hegemonía de los Estados Unidos. Un tema peliagudo, porque amén de que estructuralmente sea posible un traspaso de una potencia a otra; los norteamericanos detentan el poder militar y estratégico a lo largo del planeta y ese sistema de alianzas y de bases no se disuelve ni por la paz ni de la noche a la mañana. La tormenta perfecta es la guerra en Ucrania, una que se ha buscado para distraer a Rusia y a China, debilitar la unidad del bloque antioccidental y darles paso a conflictos proxy que de alguna forma son la antesala de la tercera conflagración mundial. La invasión de Kursk es otro capítulo en ese juego y Rusia no solo está tratando de sostenerse en un fino equilibrio, sino que está llamada junto a China a responder de igual forma si quiere que su proyecto perviva ante los ataques de Occidente. Lo que se está viendo es el resultado del contrapeso geopolítico de las nuevas potencias ante las viejas y de un reparto del mundo en el cual no pesan ya las viejas relaciones financieras de los organismos internacionales, sino la reconformación del comercio mundial y el uso de tecnologías y de lógicas de poder del nuevo siglo XXI. 

¿Qué otros factores se derivan de las elecciones norteamericanas? La relación con los países aliados. Ya Trump dijo que no iban a pagar más por la seguridad de dichos territorios o sea que se iba a casi que a disolver la OTAN. Si eso se concreta sería una parte importante del retroceso de Occidente. Tanto la política de expansión de los demócratas como el aislacionismo y la búsqueda de la excepcionalidad por parte de los republicanos expresan una misma crisis que está determinada por la caída del poder financiero tradicional. Ante la posibilidad de que cambien las reglas del juego la élite se divide en dos: quienes creen que aún se puede explotar el imperio como una forma de chantaje y de control a través de guerras y quienes han entendido que eso solo genera más inflación y caída del valor de la moneda y que por ende lo lógico es retornar a las fronteras de la república. El fallo de la segunda opción es que no lograrán que vuelvan las grandes empresas que se descolocaron de los Estados Unidos, porque las leyes del mercado no favorecen esa visión. O sea, no se retrotrae una estructura a partir de la emisión de moneda y de cubrir el diferencial en cuanto a ganancias a partir de dicha burbuja y eso es lo que quiere Trump. A corto plazo puede que se generen algunos empleos más, pero a largo plazo la moneda se devalúa y los poderes corporativos lo saben. La irracionalidad de la agenda occidental es querer que se mantenga el viejo mundo cuando ya eso es prácticamente imposible. Lo que les queda es el poder de las redes sociales, de la creación de relatos y narrativas y la imposición mediante el sistema de alianzas y tratados de condiciones a las naciones bisagras en el mundo para que demoren su incorporación a las nuevas formas de poder. Pero el uso del dólar como ariete en ese enfrentamiento es un arma de doble filo, ya que las naciones y las corporaciones que quieran proteger sus activos no los guardarán en dicha divisa debido al alto nivel de polarización y de politización de la moneda. 

Las elecciones en los Estados Unidos han arrojado que es difícil lograr unidad en torno a un proyecto de imperio que hace aguas y que las propias relaciones de mercado ya no favorecen. La otra apuesta, el poder inteligente, o sea las tecnologías, tiene en figuras como Elon Musk sus paradigmas, pero ahí entra a jugar otro factor: la competencia asiática y la capacidad demostrada por los chinos de no solo replicar los elementos de cada tecnología sino de superarlos en un corto periodo de tiempo. Así, la gran paradoja de este mundo es que, mientras las narrativas occidentales sostienen la supuesta superioridad del sistema globalista neoliberal, la mayor parte de las empresas más exitosas e influyentes hoy son chinas o sea se hallan bajo las leyes del partido comunista de dicha nación. Ello no solo pone en entredicho a los Estados Unidos sino al mundo que nació en 1991 y que declaraba el fin de la historia. Si con la multilateralidad cae la estructura emanada de Yalta o sea el mundo de 1946; con el ascenso de China se desmiente la ideología preponderante en las tesis de Fukuyama. Las elecciones expresan todo eso, pero concentrado a la manera de un pequeño caos en el cual dos facciones del capitalismo se pelean no tanto por el poder ejecutivo de la Casa Blanca, sino por la imposición de una narrativa de poder que garantice la prevalencia del estado de cosas en los próximos diez años. Ello con la finalidad de ganar tiempo y de contraponerse al embate de las potencias emergentes.

Con los resultados de la guerra de Ucrania hay además otras realidades políticas importantes a tener en cuenta: Occidente no dispone de un parque de armas que puedan barrer a las fuerzas enemigas y al contrario ha dado muestras de obsolescencia y de atraso, así como de incapacidad industrial.  Los F16 han tenido su prueba de fuego en Kursk, pero ello no determina que puedan ser hegemónicos en el aire, lo mismo pasó con los tanques occidentales de fabricación británica y alemana. O sea, la OTAN ha evidenciado no solo que no puede, sino que está desbalanceada y que los aliados no tienen ni el entrenamiento ni las armas para la tan ansiada tercera guerra mundial que ellos dan por ganada en caso de producirse. Esto, de cara a los votantes y a los pueblos del mundo occidental, envía una imagen de debilidad que no les gusta a las élites. Y es que en buena medida la caída militar de Occidente es el inicio de su caída definitiva. Los elementos que sostienen la narrativa de superioridad del viejo poder son cuestionados al por mayor por los hechos y por la geopolítica, quieran o no los hacedores de narrativas de los medios de propaganda. Ello en términos electorales es negativo para el partido de la guerra (demócratas). La invasión de Kursk no tendrá resultados palpables, los soldados de Kiev no pueden llegar a Moscú, sino que se trata de una operación de inteligencia que ahora mismo es aprovechada por ambos bandos para la batalla por el relato. Mientras tanto, una y otra parte esperan el resultado de las elecciones y se mueven las fichas. Dos mundos están en pugna dentro y fuera de los Estados Unidos y ello no es un asunto que pueda analizarse fácil. 

Antes de que se produzca el siguiente juego de posiciones, habrá que esperar a que surja un liderazgo claro en Occidente; la mayor interrogante ahora mismo es si ello impulsará la guerra o el traspaso de poderes de una potencia a otra. Pareciera que las ondas expansivas de la muerte flotan sobre las decisiones de esos círculos de poder, como si sus miembros pertenecieran a otra raza y no a la humana, como si los cohetes atómicos no fueran a estallar ante las narices de todos nosotros. 

 

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