El trabajo infantil existe

Millones de niños en el mundo son obligados a trabajar, incluso desde edades muy tempranas, antes de los seis años. Así lo asegura la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un organismo especializado adscrito a las Naciones Unidas.

Impulsado por las circunstancias o exigido por adultos, en otros escenarios, fuera de Cuba, es común verlos apostados, en solitario o en grupo, en semáforos y esquinas concurridas, o deambulando por sitios de mucho tránsito donde pregonan números de lotería, golosinas, cigarros; se ofrecen para limpiar parabrisas o para ayudar en algún servicio, o, simplemente, piden limosna. También de zonas intrincadas nos llegan reportes de niños explotados en la minería, en la agricultura, en industrias o basureros, por ejemplo, y muchas veces esto ocurre a la vista de todos.

Para una sociedad es complejo contar con infraestructura social suficiente para detectarlo y eliminarlo. Sin embargo, preocupa que sea de millones la cifra de niños que permanecen en tal situación de vulnerabilidad, en ocasiones sin un hogar, sin comida ni familia. Las causas son diversas, el trabajo infantil quiere decir pobreza, y perjudica tanto su desarrollo físico como psicológico porque los priva de su infancia, limita sus potencialidades y lacera su dignidad.

De acuerdo con la OIT, gran cantidad de niños abandonan sus estudios para trabajar, mientras otros logran combinar ambas funciones, pero, indudablemente, les provoca daño físico y mental. Asimismo, alerta sobre las consecuencias negativas de algunas labores peligrosas para la salud, como dolores crónicos, amputaciones y quemaduras.

Fotografía tomada de https://www.rtve.es

El trabajo infantil afecta el desarrollo emocional del niño, les induce estrés y bajo nivel de autoestima, entre otras consecuencias psicológicas. Usualmente, viven en ambiente hostil, carente de todo cuidado, y esto les obliga a pensar en su supervivencia, a defenderse ante la inseguridad. Se trata de una condición condenada por el derecho internacional humanitario, y cada vez es más recurrente y preocupante. En el peor de los casos, se relaciona con la esclavitud y la trata de personas, ya sea para labores cotidianas y de servicios como en conflictos armados y la prostitución.

Por todo esto, cada 12 de junio se celebra el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, una jornada que se dedica a denunciar este flagelo que les roba de inmediato la posibilidad de una vida plena que permita su bienestar y normal desarrollo. Este año la fecha tiene el lema «Justicia social para todos. ¡Acabemos con el trabajo infantil!»

Lo cierto es que los niños no deberían trabajar, pierden la inocencia de repente, queman etapas y, a menudo, se enfrentan a situaciones muy complejas relacionadas con el abuso y la delincuencia, un mundo caótico del cual casi nunca logran salir con vida.

El llamado internacional es para que los gobiernos, de conjunto con las entidades pertinentes, se comprometan a acabar con el trabajo infantil. Con esta meta puesta en 2025, la convocatoria es a diseñar estrategias y tomar medidas que garanticen la seguridad y el pleno desarrollo en edades infantiles. Una utopía, sin dudas, lamentablemente.