La primera impresión
especiales
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¿Cuántas veces nosotros mismos hemos dicho “lo importante se lleva dentro”, y, no obstante, nos impacta una persona con aspecto y modales “distintos” o inadecuados para el momento?
Es muy difícil no dejarnos llevar por esa primera sensación, por muy educados que estemos al respecto, por numerosos ejemplos que hayamos vivido sobre lo engañosas que son las apariencias. De ahí la frase que afirma su perdurabilidad. No pocas veces reaccionamos con suspicacia, aunque sea por un milisegundo, y tengamos tiempo de disimular hasta saber el terreno donde pisamos. Pero es así.
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Desde chiquitos fuimos educados para, pese a todo el caos que nos rodee, saber proyectarnos. Que ya luego unos, más que otros, ignoren lo aprendido, eso es otro asunto.
Recuerdo que de niña siempre mi mamá decía que se podía ser pobre y no miserable. De ella aprendí que jamás se sale de casa mal compuesto, que es importante cuidar aspecto y formas porque es lo que habla de nuestro talante. Y este pensamiento es bastante repetido.
Este aprendizaje impuesto es el motivo de que tantas personas creamos que si otros no cumplen ciertos parámetros básicos de acuerdo a las costumbres y cultura que tengamos, entonces, probablemente pueda ser un individuo no de tan buen ver, en primera instancia.
Sin embargo, reconozco que este es un análisis muy superficial porque nada de eso es garantía de lo que somos, de nuestros valores y sentimientos, ni de la capacidad que podamos tener, ni de ideales, nada; porque la verdad es que lo realmente valioso se encuentra en el interior de cada quien y cada uno tiene su propia manera de dejarlo salir.
Entonces, ¿por qué resulta tan usual dejarse llevar por el exterior aún cuando sabemos que podemos formarnos una opinión equivocada? Juzgar a las personas a simple vista nunca estará bien. No importa cómo se vean o expresen, siempre será precipitado ese primer juicio, incluso en el sentido contrario, pues podemos estar ante un sujeto que aprendió muy bien a comportarse y a cuidar su proyección, y ser solo la fachada de un ser despreciable.
El concepto aplica para diversos contextos.
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Este es un fenómeno que ha existido y existirá siempre. Y ahora, con las redes sociales, es bastante frecuente que lleguemos a criterios errados de manera generalizada de solo ver una publicación. Desconocemos que todo lo que allí se expone puede ser perfectamente manipulado, todo tiene una intención, un objetivo, y, por lo general, es producido con tiempo para lograrlo. Nada es casual. Nada es ingenuo.
Los medios no son una fiel copia de la realidad. Debemos estar conscientes de que en ellos se muestran imágenes distorsionadas de las personas y sus entornos. Una visión muy parcial, como es lógico. Conviene tener claro que la perfección no existe, que la verdad es subjetiva, y sería muy crédulo creer que es real todo lo que vemos.
En las plataformas de Internet y en los medios encontramos lo que los demás quieren que veamos, y la gente está obsesionada con mostrar y hacernos creer universos idílicos cuando realmente la vida cotidiana es más común de lo que pensamos. En redes sociales, “lo que parece” puede distar muchísimo de ser “lo que es”. Por tanto, en este caso la primera impresión es solo un indicio que carece de suficiente información, antecedente, contexto; y, quien se base en las conjeturas resultantes de un instante, un post plano, de una imagen, un texto o video, puede errar con facilidad.
Lo importante pudiera ser nunca juzgar a la ligera, tomarse el tiempo de analizar y conocer para evitar equivocaciones, y esto no quiere decir que seamos indiferentes a esa primera impresión que nos deja lo externo, pero tengamos en cuenta que no siempre se correlaciona con la realidad. No tiene por qué ser proporcional.
Corresponde ser un poco menos ligeros de prejuicios para no salir engañados con esa primera mirada de un asunto o persona. No saquemos conclusiones precipitadas, démonos un chance a la duda, a profundizar. La primera impresión no tiene por qué ser la que quede.
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Carlos de New York City
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