El discurso político del Che. Apuntes sobre su validez y vigencia éticas

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El discurso político del Che. Apuntes sobre su validez y vigencia éticas
Fecha de publicación: 
25 Octubre 2023
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“(…) hombre íntegro a carta cabal,
hombre de honradez suprema,
de sinceridad absoluta”
(Fidel Castro sobre el Che)1

 

Nos separan 56 años exactos del último combate del Che en el terreno militar, librado en la Quebrada del Yuro, en tierra boliviana. El desenlace conocido le transformó de inmediato en precursor contemporáneo de las luchas por la segunda y verdadera independencia de la América Nuestra. Así, en contraste con lo previsto por sus asesinos, su figura emergió como símbolo imposible de silenciar, entre otras razones esenciales, por el valor intemporal de sus aportes en el terreno de las ideas políticas y la ética revolucionaria.

Por esta razón urge socializar más y mejor sus concepciones teóricas y sus prácticas políticas, en ambos casos condensadas en una apasionante biografía que inspira su estudio, desde que se conoce la precocidad intelectual del Che cuando era apenas un adolescente, o cuando se toma contacto con la temeridad y la franqueza que le reconocen los amigos de juventud, o cuando nos aproximamos al modo como unió una vasta cultura con el examen crítico de sus experiencias prácticas, en  campos como la medicina y la política, la filosofía y la literatura, la guerra revolucionaria y la diplomacia, la gestión de gobierno y la dirección política. Lo expresado vale para Cuba y para el campo revolucionario internacional. 
 
En el campo revolucionario y progresista del mundo se le continúa percibiendo con enorme admiración y respeto, pero se desconoce la hondura de sus aportes a la teoría y la práctica revolucionarias, a partir de la aplicación rigurosa que hizo del método histórico y dialéctico de Marx. 
  
En Cuba, una razón adicional multiplica la necesidad de estudiarlo. Esta reside en la importancia de comprender, en toda su magnitud, la validez y la vigencia de sus aportes al inédito proceso de construcción del socialismo en esta parte del Caribe insular. Es lo que de manera sumaria se muestra a continuación a través de un asunto clave, sobre todo para una Revolución en el poder: el contenido ético del discurso político. 

El tema exige estas tres precisiones:

1.    Socializar implica la necesidad de desarrollar un esfuerzo de más calado que el de informar sobre su vida y obra. Subraya que lo vital es que se comprendan e interioricen a cabalidad sus enfoques sobre cómo construir un socialismo capaz de lograr un alto progreso material, pero también y de manera simultánea la formación de una sociedad nueva. Léase, transformadora;  marcada por la participación cada vez mayor de su pueblo en el proceso de toma de decisiones, a todos los niveles del sistema político; más consciente, solidaria y culta; con más sentido de corresponsabilidad de cada uno de sus integrantes con el presente y el futuro de la obra colectiva; signada por una correlación menos egoísta entre el “yo” y el “nosotros”; y radicalmente intransigente, entre otras exigencias,  ante cualquier desvío en materia de principios y en el respeto a la verdad de los hechos.

2.    La historia de Cuba, de 1959 a la fecha, demuestra que tanto en momentos críticos como en los llamados “normales” del proceso revolucionario, la palabra oportuna, sincera, crítica y autocrítica de los líderes, puede llegar a tener tal “fuerza material” que es capaz de motivar, cohesionar y generar pautas de conducta en el pueblo, sólo explicables en el plano subjetivo en virtud de la autoridad y la confianza política ganada por estos a fuerza de ejemplo y coherencia entre lo que dicen y hacen, lo que anuncian y cumplen.   

3.    El desempeño del Che a la hora de exponer las realidades de la joven Revolución, tanto a sus protagonistas internos como a los externos, permite ilustrar cómo el apego a la verdad se puede practicar con la crudeza de los hechos, pero también con visión de futuro.  

Dos acciones de comunicación política confirman lo expresado: un discurso a jóvenes extranjeros, pronunciado el 28 de julio de 1960, cuando está en pleno desarrollo su pensamiento político. Y una carta personal a Fidel, fechada el 26 de marzo de 1965, en su plena madurez política, cuando ya era un líder revolucionario de altísimo prestigio nacional e internacional.  Por razones de espacio, la atención estará concentrada en el discurso del 28 de julio.

 (2)

El 28 de julio de 1960 se inaugura por el Che el Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes. El evento se desarrolla en medio de uno de los momentos más tensos de la confrontación entre Cuba y los EEUU. Estos últimos multiplican por día las presiones económicas y diplomáticas, y estimulan las más diversas agresiones contra la Revolución. La máxima dirección de ésta, con Fidel al frente, aplica la política martiana de “plan contra plan”, desde esta conocida premisa: respuesta firme ante cada agresión. 

El 6 de agosto el Líder Histórico de la Revolución clausura el Congreso. Ese día anuncia que los EEUU se quedan sin sus principales propiedades en territorio cubano. Estas son nacionalizadas en acto legítimo y soberano.
 
Es en este contexto de radicalización revolucionaria que el Che habla. Él conoce que los delegados e invitados han llegado con muchas dudas, interrogantes y hasta con cuestionamientos a los rumbos de la Revolución. Lo admite como un hecho natural y desde él argumenta, con serena naturalidad, sus puntos de vista. 

De inicio afirma: “…los brazos de toda Cuba están abiertos para recibir a ustedes y para mostrarles aquí lo que hay de bueno y lo que hay de malo, lo que se ha logrado y lo que está por lograrse, el camino recorrido y el que falta por recorrer…”. Se puede deducir que con esta “entrada”, los que esperaban una intervención apologética y de carácter publicitario, deben de haberse quedado, como mínimo, sorprendidos. 

Acto seguido apela a este recurso recurrente en los discursos de Fidel y en los suyos, el de las preguntas de interés para los interlocutores: “¿qué es la Revolución cubana? ¿Cuál es su ideología? Y enseguida surgirá la pregunta, que en adeptos o en contrarios siempre se hace en estos casos: ¿Es la Revolución cubana comunista?”. 

Conoce el carácter polémico de esta última interrogante. ¿Cómo la aborda, estando él consciente de que ese sería, en algún momento, el rumbo político e ideológico de la Revolución? Responde así, mediante una argumentación que podría figurar como paradigma para la diplomacia y los diálogos políticos de alto nivel:   “…si a mí me preguntaran si esta Revolución que está ante los ojos de ustedes es una revolución comunista, después de las consabidas explicaciones para averiguar qué es comunismo y dejando de lado las acusaciones manidas del imperialismo, de los poderes coloniales, que lo confunden todo, vendríamos a caer en que esta Revolución, en caso de ser marxista -y escúchese bien que digo marxista-, sería porque descubrió también, por sus métodos, los caminos que señalara Marx”. Esta respuesta figura entre aquellas que no exigen comentario alguno. 

A continuación, expone ejemplos que prueban la inseparable interacción entre política interna y política externa; demuestra cómo la Revolución se desarrolla y triunfa mediante un permanente aprendizaje mutuo entre la vanguardia revolucionaria y el pueblo, que se transforma progresivamente en garante cada vez más consciente de ella; e insiste con marcada intencionalidad en que la dirección de la Revolución fue adoptando las medidas que el pueblo necesitaba y pedía, no pensando en los ataques externos del imperialismo, ni en las resistencias internas de los aliados de éste.

Subraya, como asunto de principio, que jamás la Revolución Cubana aceptará humillarse ante nada ni ante nadie. Y ante la secuencia de presiones para que Cuba dejase de tener relaciones con la URSS y otros países socialistas de la época que le habían brindado apoyo material y político, y ante las recomendaciones para que adoptase medidas “moderadas” que evitasen las reacciones hostiles del Imperio y sus aliados, responde así: “Y estábamos dispuestos aquí, nosotros con nuestro pueblo: a aguantar hasta las últimas consecuencias de nuestra rebeldía”.

En virtud del derecho que da la demostrada capacidad de la Revolución Cubana para resistir y vencer, el Che llega al tema que da sentido a estos apuntes: el principio ético de hablar claro y desde la verdad. 

Lo expresa así: “Cuando la Revolución Cubana habla, podrá estar equivocada, pero nunca dice una mentira. La Revolución Cubana expresa en cada tribuna en que tiene que hablar, la verdad de los hijos de su tierra y la expresa siempre de cara a los amigos o a los enemigos. Nunca se esconde para lanzar una piedra y nunca da consejos que llevan un puñal adentro, pero que están forrados con terciopelo”.

Aborda a renglón seguido importantes realidades de América Latina y el entreguismo pro-imperial de algunos de sus gobernantes, todos cómplices de la política de la Casa Blanca contra Cuba. Concluido este abordaje, retoma asuntos de la Revolución que los delegados e invitados al evento debían conocer. 

Argumenta a partir de esta lógica: expone los logros, pero a la vez los errores y, siempre, las soluciones posibles. El contenido ético de sus palabras salta a la vista:  

No quiero decirles yo lo que tiene de bueno; ustedes podrán constatar lo que tiene de bueno.

Que tiene mucho de malo lo sé; que hay mucha desorganización aquí, yo lo sé. Todos ustedes ya lo sabrán, quizás, si han ido a la Sierra. Que hay guerrillerismo todavía, yo lo sé. Que aquí faltan técnicos en cantidades fabulosas de acuerdo con nuestras pretensiones, yo lo sé. Que todavía nuestro ejército no ha alcanzado el grado de madurez necesaria, ni los milicianos han alcanzado la suficiente coordinación para constituirse en un ejército, yo lo sé.

Pero lo que yo sé, y quisiera que todos ustedes supieran, es que esta Revolución se hizo siempre contando con la voluntad de todo el pueblo de Cuba, y que cada campesino y cada obrero, si maneja mal el fusil, está trabajando todos los días para manejarlo mejor, para defender su Revolución y si no puede en este momento entender el complicado mecanismo de una máquina cuyo técnico se fue ya a los Estados Unidos, lo estudia todos los días para aprenderlo, para que su fábrica ande mejor. Y el campesino estudiará su tractor, para resolver los problemas mecánicos que tenga, para que los campos de su cooperativa rindan más.

Este estilo discursivo, sincero y guevariano de comunicar, permite quebrar la barrera del tiempo histórico que sirvió de escenario a sus palabras. Vistas estas 63 años después, permiten  hacer las siguientes inferencias, pertinentes por su utilidad actual (validez), y procedentes para el momento histórico que vive la Revolución (vigencia): el discurso político revolucionario debe cuidar con celo que las realidades  expuestas sean constatables por todos aquellos a quienes va dirigido;  proceder con esta honestidad no sólo potencia la confianza política en el dirigente revolucionario que habla, sino también su autoridad moral; y multiplica la credibilidad de la causa que él  representa. 

Este modo de proceder confirma, además, que la ética política no es una abstracción, sino una conducta posible de contenido concreto, capaz de inducir a un pueblo politizado, como es el caso del cubano, a encarar con éxito dificultades y obstáculos al parecer irresolubles. La fuerza del factor conciencia puede multiplicarse en tiempos difíciles. Así lo confirma la historia contemporánea de la Revolución.

En resumen, el discurso del Che analizado, como la carta que hace a Fidel el 26 de marzo de 1965 2 ,  constituyen monumentos a la palabra veraz. En este punto el Che honra esta convicción de José Martí: “Mejor sirve a la Patria quien le dice la Verdad”.

Notas

[1] Ver en discurso de Fidel Castro Ruz en la Velada Solemne al Che, en la Plaza de la Revolución, La Habana, 18 de octubre de 1967.

[1] Por su importancia histórica, esta carta será objeto de atención particular en el texto: “La Carta del Che a Fidel (26.3.65): una mirada desde la ética política”

*Sociólogo y analista político

Comentarios

buen analisis
Rr

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