De Venezuela y los festejos

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De Venezuela y los festejos
Fecha de publicación: 
19 Febrero 2023
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Fotografía tomada de https://laprensademonagas.com

De los años que viví en Venezuela guardo gratas memorias. Pudiera escribir de tanto, recuerdo su cultura, su gente, sus paisajes paradisíacos, su gastronomía, sus calles, todo. Y cuando leo sobre las celebraciones (12 de febrero) por el Día de la Juventud y el aniversario 209 de la Batalla de la Victoria, siento el duro golpe de la nostalgia.

Ese país hermoso vive los festejos con mucha algarabía, y lo relaciono en parte a que el venezolano es un coctel multicultural porque bebió de muchas fuentes gracias a la herencia de la migración. Es por eso que allí hay grandes congregaciones, china, árabe, italiana, portuguesa, alemana, francesa; incluso de más cerca como Colombia y Haití. Claro, todo comenzó poco antes con la colonización española que también llevó el aporte africano y se mezcló con el indígena nativo.

O sea, no es solo un ajiaco de formas y colores, en el juego transcultural entró todo lo que de cada lugar de origen se llevaron las distintas comunidades. De modo que no es casual ver venezolanos con rasgos aborígenes, rubios, asiáticos, negros. Y esa misma diversidad no solo se ve, también se siente en las calles. Para ellos todo es fiesta. Además de las celebraciones generales propias de esa tierra bolivariana y cristiana, también tienen otras asociadas a cada cofradía, por llamarles de algún modo a esos grupos de familias, o no, que unen a muchísimas personas que en común tienen la ascendencia coterránea.

Y cuando digo que para ellos todo es diversión, es que todo lo celebran. Creo que, si no tienen motivos, se lo inventan, y si pudieran festejaban con bombos y platillos cada fecha santoral, desde la Virgen del Valle, la Virgen de Coromoto, hasta la llegada de Pacheco, que es como le llaman popularmente al frío invernal en Caracas. Todo es motivo para compartir. Los venezolanos son muy familiares y amistosos, y basta solo un día para que sientan al nuevo como parte de la manada y lo inviten a unas cervezas en la tasca de la esquina para ahogar las penas y hablar de política, economía, la vida.

Y esa misma efusividad la demuestran en los eventos. Son pasionales. Sin embargo, un tema que me “chocaba” era la parsimonia para organizar. Al principio creía que no estaban preparados para producir eventos. Me impactaba que casi a la hora de comenzar, ellos aún estaban relajados sin esa tensión que me invade cuando tengo la responsabilidad de emprender asuntos que tienen fecha y hora, y que quiero tener listos con dos horas de antelación. No, los venezolanos lucían tan en calma que a veces creí que olvidaban sus labores, que se entretenían demasiado, no sé. Pero luego sorprendían, y en un dos por tres armaban la tarima, instalaban el audio, ubicaban cien sillas, y justo cuando no lo creías posible, comenzaba el evento y todo era festejo de nuevo, aunque fuera una cita formal.

Así los recuerdo, alegres, cariñosos, esperando cada oportunidad para demostrar emociones, y si era con música y baile, mejor.

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