Contracrítica: Arte, mercado y hackeo del sistema

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Contracrítica: Arte, mercado y hackeo del sistema
Fecha de publicación: 
23 Septiembre 2024
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Acabo de ver la película Mi obra maestra escrita y producida por el dúo de genios Andrés Duprat y Mariano Cohn. Se trata de un filme que posee el dinamismo y el ritmo de estos dos cineastas que en las últimas décadas han traído hasta los públicos excelentes obras y que han marcado una pauta en la realización. Vivimos tiempos en los cuales prima una visión moral del cine y de la industria de masas, una era de cancelación cultural en la cual si no piensas de determinada manera no eres aceptado. Se hacen series solo si son políticamente correctas y no se privilegia la inteligencia del mensaje detrás de los guiones. De hecho, en Hollywood existe toda una crisis con la rentabilidad de las cintas a partir de que los públicos han rechazado toda esa ola de corrección que rehace las sagas, las deforma y las entromete en asuntos de la política inclusiva para los cuales esas historias no fueron hechas. El dúo Duprat-Cohn es de los pocos que en medio de esa peste que asola las salas de cine, se mantienen haciendo algo que solo se compromete con ellos mismos. 

Mi obra maestra es una cinta que versa sobre dos personas dedicadas al mundo del arte, a partir se situaciones que se dan sujetas a esa condición surgen las contradicciones de la trama. Arturo es un galerista de años de experiencia que ha visto pasar todas las modas y las coyunturas, pero eso no lo despega de la amistad con el pintor Renzo Nervi, una persona que en su genialidad lleva la marca de la bestia. Y es que uno de los temas que esta película pone en el candelero es el de la autenticidad versus lo inauténtico o sea lo que realmente posee valor contra aquello que es hipostasiado, impuesto por las modas, por el mercado o por la banalidad en curso. Si bien pareciera que la época de Nervi pasó, el galerista está claro del valor que posee esa obra que le habla a la posteridad. El arte es víctima de las injusticias de un sistema que lo pesa en dólares y lo mide de manera superficial.
Pero Arturo está claro y toda la cinta gira en torno a sus conflictos con la falsedad, con la mentira de los compradores y con la necesidad de que el arte posea por sí mismo una validación. Renzo, por su parte, es un hombre que mira de frente la realidad y no la comparte, se le enfrenta y se quiebra en pedazos, se hace añicos con tal de mantener la independencia de su voz. No solo vive en la miseria lleno de animales que apenas puede sostener, sino que hace ya tiempo no vende un cuadro, pero sigue haciendo lo mismo sin que le interese la mala opinión de la crítica o los dardos de la fortuna. Arturo, que lo valora, sabe que ese camino conducirá a Nervi a su desaparición e intenta ayudarlo de diversas maneras. 

El dúo de realizadores de cine que está detrás de esta cinta reivindica los valores del arte y ello se evidencia en la figura de Nervi. A este último no le interesa ser cancelado, no le importa que existan críticos dispuestos a lincharlo ni ser catalogado negativamente de acuerdo a una moral pacata que nada construye ni aporta. El pintor siempre hizo su obra con desparpajo y la colocó en el punto de mira. No quiere complacer a los poderosos ni a los reyes y se niega a trabajar por encargo. De hecho, uno de los pasajes más memorables es cuando se burla de los Larssen, una familia nórdica de millonarios que le pide al artista una obra que resalte el legado empresarial de dicha estirpe. Para Nervi todas las oportunidades son para hacer arte y este será siempre un arma de liberación en primer lugar desde el punto de vista personal. Este es el tipo de películas que deberían estar en las salas de cine y quizás en las escuelas, para mostrar a los niños la forma de un pensamiento crítico y no el conformismo con el mundo que en ocasiones el arte de la corrección les impone.
 
Pero vayamos al tema de la corrección política. Renzo es un hombre mayor, que pertenece a una generación realmente rebelde, hippie, que desafiaba las convenciones y vivía entre tragos y chanzas. Esa era la bohemia de su juventud en la cual tuvo el éxito que lo llevó al Olimpo. En la cinta se evidencia el choque cultural con un presente en el cual existen otros valores o sea ya no se trata de la rebeldía real, sino de un simulacro donde todo debe ser correcto, de un buenismo que pareciera inofensivo y de una docilidad que a él no le queda. Por ello, Renzo choca con un carro y casi muere. Ese es el accidente que simbólicamente expresa la desafección entre una y otra generación de creadores. Los de antes, siempre auténticos, no pueden ir en la senda de la corrección y van a ser atropellados. Los guionistas le buscaron a ese suceso el significado perfecto y como tal el pasaje se erige en punto de giro para la película. El sistema se muestra impenetrable y además letal, capaz de sacar al artista de este mundo y de desaparecer todo ese legado inmenso. Pero Arturo, que conoce todo eso, muestra una solidaridad con su amigo que nos llega a conmover y nos evidencia la necesidad en los tiempos duros de que lo real y lo auténtico sigan prevaleciendo. 

Mi obra maestra tiene como tema central el conflicto entre el mercado y el arte y cómo Arturo monta una operación de marketing para fingir la muerte de Renzo y de esa forma vender su obra a altos precios. No solo logró que el artista, en la clandestinidad, viviera dignamente, sino que mostró ante el mundo la falsedad de los tasadores de obras, que solo son capaces de medir a partir de superficialidades como la muerte del autor. Ambos se van a vivir en una casa aislada en el campo y a producir cuadros para los más grandes coleccionistas del mundo. La metáfora de este suceso se nos presenta como la evidencia de que vivimos en un mundo donde lo que se nos vende posee un valor irónico, en ocasiones banal y que el arte es lo único capaz de movernos hacia algo realmente conmovedor. En este caso, pareciera que la única obra valiosa es la amistad entre estos dos hombres que se nos presenta como un rescate de la condición humana en tiempos difíciles. El detalle es que son descubiertos y hacen de ese hackeo de sistema su último y más grande elemento de performance. De tal forma, Duprat y Cohn nos entregan una obra que toca los sucesos más elevados de lo conceptual y transforman esta oportunidad en un momento de reflexión y de aportes desde el cine a ese inmenso debate que es la condición humana relacionada con el arte y la representación.

¿Hacia donde vamos los seres humanos que estamos validando procesos que no son trascendentes como por ejemplo un fallecimiento para entonces valorar la obra de un artista?, el arte real va más allá de eso y es el mensaje que la película nos emite desde su altura moral, y ello se trasmuta a otras zonas de la vida que hoy han sido invadidas por ideas que no concuerdan con lo real y lo profundo de nuestra existencia. El arte es un reflejo de tantos, pero no es la cuestión definitiva. Lo que nos está pasando como humanidad es que estamos tratando de que el universo se rija por antivalores que no edifican, sino que separan, destruyen, deshacen. En el mensaje de la película, pareciera que todo iba a acabar con la muerte de Renzo luego del accidente, pero precisamente ahí es cuando comienza la cinta a hablarnos de una verdad más allá. La escritura del guion con su maestría nos lleva de la mano a valoraciones que no son para nada superficiales, sino que constituyen el núcleo duro de una realidad que nos duele y que está vigente en los salones del arte y en los de la vida. 

Antes de hackear el sistema, cuando el pintor está en cama recuperándose del accidente, él revive junto a Arturo los buenos tiempos de la juventud en un álbum de fotos. Hermosa metáfora de lo real frente al dolor de la ausencia de realidad de un presente que es regido por operaciones del mercado. Ambos, galerista y artista, constituyen un frente de combate contra lo más falso de estos tiempos y logran que la corrección moral se haga un lado, para que perviva lo realmente importante. El arte conceptual como expresión más elevada de la belleza se hace presente en las piezas de Renzo y el galerista lo sabe y lo lleva con la sabiduría de un amigo hasta el éxito. Si bien estamos en un tiempo de películas llenas de tragedia, con finales tristes, la cinta no es tal cosa y nos ofrece un panorama amable de ambos personajes. 

Quizás los realizadores nos están enviando el mensaje de que no todo tiene que ser negativo en un mundo que se nutre del dolor, que vende el dolor, que produce dolor. La alegría del artista, su tranquilidad, contrastan con la miseria de los inicios y con la realidad de una corrección moral que cancela, que persigue y que no humaniza. El artista ha renunciado a todo lo que lo aparta de su misión en el mundo y ya solo le queda producir belleza. Es quizás una visión demasiado ideal para un tema lleno de zonas oscuras como lo es la relación entre el arte y el mercado. Pero no todo tiene que ser como lo venden las grandes empresas audiovisuales. E incluso ahí, el dúo Duprat-Cohn se muestra con la grandeza que lo caracteriza. 

 

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