Vicente: el compromiso, el amor, la constancia
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Cantando murió Vicente Feliú. Un infarto, un mal rejuego del destino, una metáfora dolorosa. Murió cantando, dicen que a punto de entonar la mítica Bayamesa. Como si se fuera al viento desde un escenario. Fue un golpe súbito. De pronto falta uno de los cantores mayores. De pronto falta un poeta. Un hombre inmenso, con un corazón más grande que su pecho.
Hace algunos años la cultura cubana había perdido a su hermano Santiago, otra muerte para la que nadie estaba preparado. Ahora Vicente deja un espacio que nadie podrá llenar. Nadie lo pretenderá. Es su pedestal, aunque él nunca creyó en pedestales. Ahí estarán por siempre sus canciones, que son su legado mayor. Ese, y la constancia. Ese, y el compromiso. Y el amor.
A la Patria y al amor les consagró su obra. Temas esenciales de la trova cubana. Clásicos, desde ese Créeme que han coreado generaciones completas de cubanos. Él fue un cantor raigal, con los pies en la tierra y la cabeza en el cielo. Un hombre aferrado a la esperanza. Un luchador consciente. Un disidente ante la banalidad y la apatía.
Cantando ha muerto Vicente Feliú. Cantando será recordado siempre. Él y su guitarra, en abrazo perenne. La guitarra fue su compañera última. El contacto final con la vida. Ha muerto el hombre, la poesía no morirá nunca.
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Carlos de New York City
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