Una niña con 60 años (+ Libro)
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Imagen tomada de https://www.eluniversal.com.mx
No recuerdo mi vida sin libros para leer y cuadernos para dibujar y pintar. Visualizo con nitidez mi infancia rodeada de papeles y lápices de colores, más libros hermosos con ilustraciones de personajes y paisajes soviéticos que me mostraban una Europa cubierta por nieve y animales peludos y exóticos.
De niña esos fueron mis preferidos, los ilustrados. Después conocí los de historietas, y tenía dos o tres que me sabía de memoria como Chicho Durañón, Súper López, y otros de los que se me escapa el nombre, además de los clásicos Matojo y Elpidio Valdés, y más que aparecían en las revistas del momento.
Conocía de Mafalda porque alguna vez la tuve en mis manos, pero nunca poseí un ejemplar para mí hasta que, con casi 30 años, pude comprar Toda Mafalda, a un precio estrafalario, en la sección de libros usados de la pequeña librería Centenario del Apóstol, ubicada en la calle 25 número 164, entre la calzada Infanta y la calle O, en Vedado, Plaza de la Revolución.
Lo vi allí y no lo podía creer: una edición hermosa, enorme, muy pesada, de tapa dura, incluso sobrecubierta, y de un material como el de “antes”; sí, nada parecido al papel gaceta o similares de color “cartucho” que no aguantan una lágrima de una lectora sentimental. Toda Mafalda, era el único ejemplar porque así es en el apartado de segunda mano, solo se encuentran piezas únicas. Por eso el costo también se correspondía a más de un mes de salario íntegro. Pero no importó, valió la pena.
Por un tiempo fue el libro más grande de mi biblioteca, el más preciado, el de más calidad, mi tesoro. Me sentí niña complacida, que volvía 20 años atrás en mi vida, cuando me gustaban tanto las historietas, pero en aquel entonces ni tenía a Mafalda, ni entendía completamente sus demandas porque sus ilustraciones parecían infantiles mientras sus parlamentos tenían intensidad y razonaban cuestiones para nada de chiquillos.
Imagen tomada de https://milenico.com.ar
Lo curioso del personaje de Quino (Joaquín Salvador Lavado Tejón) es que en apariencia es una niña, sin embargo, reflexiona sobre cada aspecto del mundo y constantemente hace crítica social con un lenguaje de adulto idealista, directo y ocurrente, que deja perplejos a todos a su alrededor, y también al lector.
Con una marcada agudeza intelectual, Mafalda muestra curiosidad e inquietud por temas sociales de su Argentina natal, que son comunes para cualquier rincón del planeta. La justicia, la paz, la desigualdad, el hambre, la política, la economía, son asuntos que aborda y cuestiona con conciencia, picardía, humor e ironía, con la intención de ayudarnos a pensar.
Rodeada de su familia y amigos, Mafalda siempre encuentra el modo de preguntar y responder de manera ingeniosa, casi tierna, pero con un pensamiento profundo, audaz y osado detrás para cada razón que refleja realidades que aún persisten. Sus argumentos descubren ideas humanistas, en contra de la corrupción, la violencia, lo vulgar.
Mafalda es universal, su discurso traspasa fronteras y épocas, es rebelde, irreverente, independiente, enamorada de los Beatles, con inclinación ecologista, feminista y pacifista, y a favor de la libertad de expresión.
Esta niña que odia la sopa nació en marzo de 1962, no obstante, fue publicada, por primera vez, en la revista de corte político Primera Plana, en Argentina, hace justamente 60 años, en septiembre de 1964. Su última tira cómica vio la luz en junio de 1973. Para entonces ya era muy popular, reconocida por su lengua mordaz.
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