Una crónica desde mi madre, para todas

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Una crónica desde mi madre, para todas
Fecha de publicación: 
10 Mayo 2020
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Esa de ahí es mi madre. Ha cosido con s cientos de nasobucos en poco más de un mes y, con c, alrededor de cuatro pudines y tres panetelas. Poco para ella. El 0% de los nasobucos, porque a mi madre, si el coronavirus la quiere coger, tendrá que venir a la casa a buscarla, sentenció desde el primer día.

Los dulces sí, más o menos a partes iguales con todos los glotones que malcría; en realidad, ni tan iguales las partes, si alguno de los peques se antoja de otro pedacito.

Estos son sus seis nietos con nasobucos personalizados, porque a quien ya produjo casi en serie para la cuadra, el bloque de la FMC, el consultorio del Médico de la Familia y la Asociación de Radioaficionados, se le tiene que salir lo de artesana artista con carné de la ACAA por algún lugar.

Hace poco, me metí en una cola con mi hermano y, más que comprar queso fundido después de horas bajo el sol y a un metro de distancia del que nos dio el último, me alegró la conversación con el delegado de la circunscripción a la que pertenecen mis padres:

— Ah, ¿eres periodista?

— Sí.

— Mira, allí, en la casa después del poste, hay una compañera que ha hecho cantidad de nasobucos, todos los que se le piden.

— ¿En la que dice Taller de Electrónica?

— Sí.

— Es mi mamá.

Ufff, oronda yo, hinchada. Esa es mi madre.

Fue feliz cuando Tomasita Quiala le sacó unas décimas al Doctor Durán, pues después de insistir mucho en que yo hablara con mis amigos Raulito o Arnaldo para que le dedicaran una canción, estaba a punto de escribirle ella misma una poesía, porque «ese pobre hombre no descansa, se lo merece. Mira, ya Tomasita lo hizo; claro, ella es guajira como yo».

Una mañana, escuchó algo de que llamaban a despertar a los niños el 4 de abril con uniforme y pañoleta y celebrarles el día de los pioneros; embelequera que es, no paró hasta que se hizo la fiesta. Pero aunque nadie llamó a nada el 10 de abril, mi hija se acordó de que es el aniversario de los Círculos infantiles y allá fueron las dos, nieta y abuela, a promover la fiesta para la más pequeñita de casa, con todo y disfraces.

Porque eso sí, jefa no sabe ser, pero para líder, mándenla a buscar a ella. Aquí ven a los seis nietos, celebrando un Día de los trabajadores ideado por ella de principio a fin. Nuestra casa fue nuestra plaza, literalmente, gracias a ella que, entre otras iniciativas, dibujó el emblema en todos los nasobucos, uno por uno.

Esta es mi madre. Feliz porque tiene la suerte de mantenernos bajo el ala a todos sus pollitos en estos momentos difíciles, cuando todos vamos con las emociones a flor de piel y viajamos del miedo a la risa constantemente. También ella, que es mi ejemplo y mi orgullo por esa manera tan simple y tan cubana que tienen nuestras madres de ser extraordinarias.

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